El nuevo acuerdo para incrementar los salarios: se abre una ventana de oportunidad

¿El acuerdo de los sindicatos y la patronal para aumentar los salarios un 10% en tres años nos lleva a volver a creer en el enero humano?

"Asistimos en un estado de progreso provisional dentro del cual sería susceptible que se abra una ventana de oportunidad" | iStock "Asistimos en un estado de progreso provisional dentro del cual sería susceptible que se abra una ventana de oportunidad" | iStock

Cuándo a la Jornada de la Fundació Jordi Comas, celebrada la semana pasada en Cap Roig, el director de negocio de Caixabank, Jaume Massana, decía que la economía iba bien y crecía, muchos de los 150 asistentes al acto fruncieron el entrecejo. Al día siguiente, en La Contra de La Vanguardia, Jeremy Rifkin, el autor del libro La era de la Resiliencia tildaba de serendipia el momento mágico económico que se podría vivir los próximos meses. Y el mismo día, Oriol Amat, en ARA, recordaba que la economía catalana se acelera trimestralmente más del doble que la española en términos reales, pese a la mejora de esta.

Paralelamente a estas tres intervenciones, se filtraba el principio de acuerdo de los sindicatos y la patronal para aumentar los salarios un 10% en tres años. ¿Es momento de volver a creer nuevamente en el enero humano?

La inflación se está aligerando despacio. Los tipos de interés siguen al alza, pero más moderadamente de lo que dibujaban las negras previsiones de 2022 y, de hecho, de aquí a pocos meses podrían declinar. La eurozona enjuaga la recesión, cuando el año pasado los gafes predicaban el apocalipsis, mostrando un escenario de crisis galopante. Pocos creen ahora, incluso en las peores expectativas de la invasión rusa en Ucrania, que la situación económica europea empeorará los próximos meses. Más bien al contrario. Aparecen unos meses en los cuales la mayoría de los parámetros económicos sacan lustre.

En la economía se tiene que planificar cuidadosamente, sabiendo que las programaciones siempre se desarreglarán y se echarán a perder; no es una ciencia rectilínea esta. Los ciclos no se fían de sí mismos, cabalgan sobre los otros, los aniquilan, los precipitan o los reconvierten; además, las catástrofes, los fenómenos ambientales climáticas -encima, el cambio climático que avanza-, las guerras -que no se sabe ni cómo empiezan ni cómo acaban, cambian todavía más las situaciones-.

Las medidas de apoyo económico a la ciudadanía y a las empresas para superar la sacudida de la covid y de las amenazas de la invasión rusa de Ucrania están dando unos frutos excelentes. Esto hace que nos encontremos ante una oportunidad que pocos esperaban. Justamente lo contrario que la crisis del 2008, la cual fue gestionada en el Estado español y en la mayoría de los países bajo los criterios ultraliberales. Es decir, tiempo de recortes. El PIB global cayó un 5,1%. El paro en España se ensartó hasta el 25% de la población y al 50% entre los jóvenes menores de 30 años. Prevaleció el apoyo a los bancos que a la ciudadanía, con resultado de empobrecimiento de la mayoría de la población y sobre todo de los más débiles.

Bofetada en la cara

Asistimos, pues, a un estado de progreso provisional dentro del cual sería susceptible que se abra una ventana de oportunidad más o menos larga hasta que vuelvan a torcerse todo. Rifkin matiza: solo se conseguirá aprovechar la ocasión si se hacen los deberes complementarios; esta es la única manera que el crecimiento que saca al final sea positivo. Tres líneas de actuación indispensables. La primera, la de la transición hacia el desarrollo sostenible. Que en el 2030, dice, por ejemplo, todos los coches del planeta sean eléctricos será un esfuerzo que habrá merecido la pena realizar para evitar que se privatice la natura; pero carecería cumplir rigurosamente el resto de los plazos por la descarbonización.

La segunda, la de llevar la democracia a las redes para profundizar en la convivencia, en medio de una sensación generalizada que avanzamos en sentido contrario. Y la tercera, la de la aceleración del uso de las nuevas tecnologías digitales que facilitarán las tareas a los humanos, permitirán avanzar más rápidamente en la conquista de la mente y del planeta y mejorarán la productividad, que a algunos países como al nuestro le irá muy bien. Ahora bien, el desarrollo sostenible, la democracia en las redes y la transformación digital requieren un cambio de manera de vivir de todos nosotros, y una relación diferente con el entorno, que nos obliga a cambios de hábitos, parte de los cuales demasiados negacionistas no están dispuestos ni a hablar sobre ellos.

Cuando los sindicatos y la patronal son capaces de pactar unos incrementos salariales en proporciones más beneficiosas ante a la inflación, hay que reconocer que se avanza lentamente por el buen camino

"Un canto de sirena o, mejor, una bofetada en la cara" -siento que me dicen los mileuristas, los sin trabajo, los que no tienen la capacidad de ensartarse por la escala social, los excluidos de estas ligeras mejoras de la posible ventana de oportunidad-. "Bonitas palabras para una parte de la sociedad".

Tienen razón. En un hemisferio es de día y en el otro de la noche. Acontece indispensable el crecimiento, pero no está claro que su rendimiento sea proporcional para todos. Este capitalismo de dos siglos y pico, pese a su extraordinaria evolución, no nació para crear sociedades igualitarias; gracias a las reformas históricas y a la presión de los trabajadores hace crecer la economía repartiendo algo mejor los beneficios obtenidos entre las partes que los han hecho posibles, que no es poco.

Cuando los sindicatos y la patronal son capaces de pactar unos incrementos salariales en proporciones más beneficiosas ante la inflación, hay que reconocer que se avanza lentamente por el buen camino. Vaya, que si la inflación se sitúa en unos meses entre el 2 y el 2,5% y los tipos de interés entre el 3 y el 3,5%, como querría Jaume Massana, combinado con los incrementos salariales pactados, gran parte de la población estará mejor.

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