Paisaje, agricultores y cocineros

Es hora de conocer el entorno de incertidumbres que debe afrontar el agricultor en su dinámica ordinaria, de la cual nosotros solamente vemos un producto bien acabado y de calidad

    El municipio de Aitona tiene uno de los campos más bellos de Catalunya | iStock
    El municipio de Aitona tiene uno de los campos más bellos de Catalunya | iStock
    Francesc Reguant | VIA Empresa
    Economista, experto en estrategias de la agroalimentación
    04 de Mayo de 2025

    Hoy, cuando escribo esto, es primero de mayo, día del trabajo. Muchos hemos aprovechado para salir de casa y borrar de la memoria el gran apagón de la electricidad. Hemos tenido suerte, el sol, en muchos momentos, nos ha acompañado y los colores nos han devuelto la mejor imagen de primavera. Sin casi darnos cuenta hemos tropezado con el paisaje, con un mar de verdes diversos de trigo, cebada, legumbres, del amarillo de la colza, de los blancos de cerezos, perales, ciruelos, albaricoqueros, membrilleros y muchos más. Hemos disfrutado también de los diferentes verdes del bosque de pinos, encinas y robles entre muchos otros.

     

    La biodiversidad de los márgenes y de los prados han punteado el espacio con azules de borraja y la exuberancia de los iris, amarillos de aulagas o dientes de león. De entre todas, destaca por el color rojo la amapola, hermana pequeña de la adormidera, la productora del opio. De hecho, muchísimas más especies vegetales hoy se lo pasaban muy bien. Un zumbido de insectos las acompañaba. Las mariposas, que empiezan a asomar, pintaban las flores con sus movimientos. Por todas partes hemos disfrutado del aroma del tomillo, del romero. En resumen, nos hemos emborrachado de belleza, de color, de luz y de armonía. Acostumbrados a ver el mundo detrás de una pantalla, hoy hemos aceptado que los colores penetraran en nuestra alma. Aquella belleza serena nos ha robado las preocupaciones.

    Es una imagen regalada, nadie cobra por el paisaje, pero hay quien lo fabrica. Miguel Hernández lo explicó a los olivareros de Jaén: “No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”. Es la naturaleza y el trabajo de los agricultores quien transforma este paisaje, quien lo hace diferente cada día, quien lo defiende de la manera más generosa. La imagen de las cepas de las viñas, los olivos y los almendros, ordenados y alineados nos ilustran de las artes y el esfuerzo que hace falta para unir producto y economía.

     

    Acostumbrados a ver el mundo detrás de una pantalla, hoy hemos aceptado que los colores penetraran en nuestra alma

    Este año hemos añadido el agua abundante, un regalo de la naturaleza que ha permitido acabar la maldita sequía, recuperar esperanza y multiplicar color, vitalidad y producción. Esto no ha impedido que el cielo haya seguido molestando. Ha habido granizadas, lluvias y viento que han tumbado los cultivos. Pero, a pesar de todo, aunque el trigo no está todavía en el saco, se esperan buenas cosechas.

    Y hoy, hay que insistir, es el día del trabajo. Del trabajo en las fábricas, en la construcción, en las oficinas, en los hospitales, en las escuelas y en el campo, en la granja y en los cultivos. Hoy es un día que pregona respeto para todos los que trabajan por el bienestar de todos. Pero a menudo, sin ninguna voluntad negativa, nos olvidamos de las personas que nos hacen posible este bienestar. En el caso del campesinado, en forma de alimentos ... y de paisaje.

    Recuerdo, hace un tiempo que estaba acompañando a una amistad, médica de profesión, entre campos de cebada y de trigo. Había una buena cosecha, las espigas daban gusto. Aquella persona no paraba de señalar la belleza de aquel paisaje. Sin embargo, en un momento de reflexión, preguntó: “Pero, ¿esto se vende?”. Expresé mi más grande sorpresa, casi no me atrevía a contestar sin que pareciera una burla. Al observarlo, mi amiga justificó que ella pensaba que como los campesinos ya cobraban unas ayudas sembraban para justificar las ayudas. Es curioso, aquella persona con un nivel cultural alto, solamente veía paisaje, no veía personas trabajando para alimentarla ni que aquellos campos llenos de grano fueran su comida unos días después.

    Hemos convertido al agricultor en invisible. A veces lo visualizamos pero para menospreciarlo. Es hora de cambiar. Es hora de preocuparnos de cómo llegan los alimentos a nuestra mesa. Es una opción necesaria por respeto a quien con su esfuerzo nos lo proporciona. Es hora de darse cuenta de la complejidad y la dificultad para llevar a buen término la producción. Es hora de conocer el entorno de incertidumbres que debe afrontar el agricultor en su dinámica ordinaria, de la cual nosotros solamente vemos un producto bien acabado y de calidad. Es la hora del respeto y la valoración del trabajo del campesinado.

    Agricultura, naturaleza, paisaje, turismo y gastronomía deben ser uno de los motores de nuestra economía

    He hablado de la labor del campesino para ofrecernos un paisaje de calidad. Todo ello con un esfuerzo generoso del cual solamente reclama respeto. Es hora, pues, de dar forma a una relación diferente entre campesinado y servicios relacionados con el turismo y el acercamiento a la naturaleza y al paisaje. Precisamente, este año Catalunya ha sido nombrada región capital de la gastronomía 2025, un nombramiento que guarda relación directa con la calidad y diversidad de nuestra producción y, a la vez, con la habilidad de nuestros cocineros para transformar aquellos alimentos en algo para disfrutar en la mesa de comer. Entre campesinos y cocineros pasamos del mundo de la producción al placer de los sentidos y de las emociones. Es momento de darse cuenta y reforzar, todavía más, el vínculo entre el mundo de la producción de los alimentos con el mundo de la restauración y el turismo.

    Agricultura, naturaleza, paisaje, turismo y gastronomía deben ser uno de los motores de nuestra economía. Agricultores y cocineros nuestros mejores creadores de bienestar.