Me acuerdo todavía cómo quedaba embobado con las historias épicas que nos explicaban los más antiguos. Cada estibador poseía su barco. Una vez recibían el contrato de la autoridad portuaria con el seguro respectivo se acercaban al barco de carga y con puntales bajaban a mano la mercancía; si hacía demasiado viento toda la mercancía se iba al agua. Pero esto era en tiempo de Primo de Rivera donde en el puerto de Barcelona trabajaban unos cinco o seis mil estibadores. Con este jefe de gobierno se iniciaron las primeras huelgas. Después seguirían otras muchas.
Estos últimos románticos éramos mayoritariamente anarquistas, de espíritu libre y siempre íbamos a la bronca enfrentados al sindicato socialista y comunista. En diciembre de 1976 estalló la gran huelga de los 1.800 estibadores de la Organización de los Trabajadores Portuarios, OTI; paralizamos el puerto de Barcelona para protestar contra el expediente a siete cargos sindicales. Unos cuantos esquiroles querían aprovecharse de la situación y romper la veda, que si había de esquiroles... Aguantamos. Pero, después de unas cuantas semanas parados, CCOO pactó con Martín Villa, gobernador civil entonces, el regreso al trabajo. Verdaderamente, perdimos aquella batalla, pero como finalmente la Magistratura del Trabajo declaró ilegales los despidos, los nuestros volvieron como si hubieran ganado.
En 1980, ante el cierre de una parte de las empresas patronales en el puerto de Barcelona y el conflicto general en los puertos españoles, la OTI exigió el cumplimiento del decreto del 11 de julio de 1980, que tendría que permitir contratar personal procedente del paro y a la vez expulsar del censo a aquellas empresas que dificultaran la actividad normal. Recuerdo todavía cómo tres compañeros fueron heridos en los enfrentamientos que tuvimos con la Guardia Civil el día que secundamos la huelga general de estibadores del Estado; yo estaba y solo queríamos impedir que unos trabajadores fueran a descargar un barco: era día de huelga general.
En el 2017 nos opusimos frontalmenteponer a la Ley de Reforma de la Estiba que se había promulgado para cumplir la normativa del Tribunal de Justicia de la UE. Se trata de un ajetreo que afectaba a los derechos laborales de la plantilla, a los sueldos; de hecho abría la puerta a la libre contratación, a la liberalización del sector y esto iba en contra de nuestro ideario por el que habían luchado tantos años. A pesar de que le costaban 28.000 euros diarios en el gobierno español. Finalmente, nos salimos con la nuestra arreciando la relación laboral, las medidas de seguridad e higiene, los pluses de productividad, la rotación de las plantillas y el coeficiente reductor del 0,3% que permite avanzar la edad de la jubilación.
"He visto la evolución de las mercancías. Cómo ha crecido el puerto hasta convertirse en uno de los más grandes de la Mediterránea"
He visto la evolución de las mercancías. Cómo ha crecido el puerto hasta convertirse en uno de los más grandes de la Mediterránea, con sus andenes especializados. Cómo de solamente exportar y, por lo tanto, cargar barcos hacia el extranjero, ahora una parte muy importante del trabajo consiste en exportar coches o graneles de chatarra y derivados. Cómo se ha abandonado prácticamente la estiva a mano, gracias a la mecanización que te permite hacerlo todo electrónicamente; mandan los gruistas. De los paquetes hemos pasado a los containers. Recuerdo cuando el canal de Suez o el de Panamá se estroncaban y se reducía inmediatamente el trabajo; la guerra de Vietnam, la de la antigua Yugoslavia... Cualquier problema logístico en cualquier lugar del mundo repercuten en el puerto.
El 20 de enero de este año firmamos el último convenio; yo ni estaba en el acto, pero todo sigue bien. Se ha modificado la tabla salarial respecto al 2023 y se ha añadido una paga única del 1% sobre la del año anterior. Más que romántico, me siento nostálgico.