La reflexión obligada del socio del Barça

El voto sobre el Espacio Barça del 19 de diciembre supone un punto clave para el futuro del club y, su situación económica y su estàtus institucional

La propuesta del Espacio Barça presentada al 2018 | ACN La propuesta del Espacio Barça presentada al 2018 | ACN

El Fútbol Club Barcelona vivirá este domingo otra fecha histórica con la celebración del referéndum para la aprobación de la financiación del nuevo Espai Barça. En un mundo tan habituado a las hipérboles como el del fútbol, donde cada temporada se viven un montón de fechas históricas ligadas a extremos, de aquellas que deben quedar en los registros, este sí que será un momento de inflexión en la futura trayectoria del club. Los ciudadanos sabemos por experiencia que cualquier tipo de poder pone en marcha una consulta de estas características con la voluntad de ratificar su criterio y posición, consciente que lo ganará de manera contundente y esto dará legitimidad popular a la propuesta.

Esta vez, como novedad destacada, el socio podrá contestar la pregunta sobre la aprobación de manera telemática. Un hecho en consonancia con los tiempos que corren y que, sin ningún tipo de duda, supone una muy buena noticia de cariz democrático, en cuanto a la participación y transparencia del proceso. Invitar a la participación nunca puede ser malo, a pesar de que, en este caso, también hay que recordar la brecha digital existente en el envejecido padrón de socios. Probablemente, muchos de ellos no dispongan de ordenador y viven todavía, como corresponde a su edad, en la era analógica, realidad que puede apartarlos de la participación. Podrán hacerlo en un espacio físico, pero no parece, a estas alturas, que tengamos que vivir una gran movilización. Ni tampoco se espolea desde la junta, hagamos la precisión.

Es tanto lo que los socios del Barça se juegan con la aprobación del crédito de 1.500 millones de euros que resulta básica una profunda reflexión previa

Más allá de los índices de aprobación y participación, una lectura obligada: es tanto lo que los socios del Barça nos jugamos con la aprobación del crédito de 1.500 millones de euros, seguramente concedido por Goldman Sachs, que resulta básica una profunda reflexión previa. A partir de ahora, hace falta que los asociados barcelonistas sean activos, participativos, que sigan de cerca todo el proceso, que encuentren fórmulas de exigencia y fiscalización en la trayectoria del club y sus actividades durante los años próximos. Es una obligación de aprecio a los colores, de correspondencia lógica a los sentimientos que despierta en su comunidad. Es la obligada respuesta a lo que hemos vivido estos últimos años para buscar, justamente, una corrección absoluta y no tropezar de nuevo en la misma piedra.

Hace siete años, recordémoslo con precisión, ya fue aprobado un primer referéndum que viviría todo tipo de progresivos encarecimientos, revisiones, paradas y cambios drásticos a su hoja de ruta. Para no extendernos mucho en el recorrido que cualquier barcelonista puede recordar, el resultado final ha sido de 145 millones gastados en la ejecución de un mínimo 5% del proyecto primigenio del Espai Barça bajo el ègida de Josep Maria Bartomeu. A efectos prácticos, se ha construido el Estadio Johan Cruyff – parece que ha costado poco menos de 20 millones de euros – se derrocó el Mini-Estadi y muy poca cosa más. Perdida la efectividad entre incontables trámites y reuniones, informes de todo tipo, cónclaves con varias administraciones para obtener permisos y mil excusas de mal pagador empleadas por las anteriores directivas, nada fiscalizadas, el proceso se tendría que haber ejecutado a estas alturas y, por desgracia, todavía se encuentra bien lejos de culminar, a diferencia de otros clubes suficientes conocidos y distinguibles. La primera tentativa, pues, ha sido un desastre por mucho que cueste reconocerlo o por mucho que algunos se emperren a desviar la atención de manera suficiente cómplice con los malhechores.

Vigilar a la directiva

La experiencia reciente nos ratifica, pues, que hay que fiscalizar, que no basta con votar en conciencia y con conocimiento del proyecto, sino que se debe acompañar el camino allá donde lleve, paso a paso. En este punto surge la pregunta retórica que resulta fácil de plantear hoy: ¿tenemos suficiente información para votar en un sentido u otro? Solo hemos sido bombardeados sobre la conveniencia inaplazable de esta reforma, que generará los ingresos imprescindibles para plantear un espléndido porvenir. Se nos dice por activa y por pasiva que sin el nuevo Espai Barça, una nueva zona referencial de la capital catalana, el club no podrá mantener el nivel que exige permanecer a la élite deportiva de Europa. Cuando llega la hora de votar, cualquier participante mantiene la misma sospecha sobre la cantidad e idoneidad de la información recibida. ¿El colectivo de socios ha dispuesto de la información precisa? ¿O ha sido un brindis al sol, tal como se demostró en la primera convocatoria realizada años atrás? No basta con hacer confianza en la buena voluntad, solo faltaría, expresada por la junta de turno, sino que se debe conocer el proyecto al por menor y mucho nos tememos que, otra vez, no sea el caso. No basta con cuatro recreaciones espectaculares en tres dimensiones y cuatro vídeos que parezcan generados en una superproducción cinematográfica, sino que hace falta detalle, información, explicaciones, plazos y otros muchos elementos.

Como socios, hemos pedido al club una copia del plan arquitectónico y del plan de negocio para conocer todo aquello ya apuntado y la respuesta ha sido el envío del documento de catorce folios ya presentado a la última asamblea. Nada más. No todo se acaba al votar, no hay que insistir en esta obviedad. El barcelonista tiene todo el derecho a ser convenientemente informado, a saber si las obras avanzan según lo previsto y a constatar, para mencionar un ejemplo ya comentado, si la directiva presidida por Joan Laporta actuará con la transparencia prometida que lo aleje, también en esta opción, de la opacidad y falta de voluntad de transmitir información correcta que caracterizó a sus antecesores. Queremos saber cómo se arbitrará esta imprescindible manera de fiscalizar y ser fiscalizado que es básica en un club de las características abiertas y democráticas del azulgrana. También querríamos añadir participativas.

¿El colectivo de socios ha dispuesto de la información precisa? ¿O ha sido un brindis al sol, tal como se demostró en la primera convocatoria realizada años atrás?

Al fin y al cabo, hablamos de dar carta blanca a la gestión de un crédito por valor de 1.500 millones. ¿Por qué justo esta cifra? Seguramente, Joan Laporta ha optado por ir a máximos en la petición de financiación externa y en la considerable cantidad solicitada a Goldman Sachs cabe también el deseo de disponer de dinero para afrontar la imprescindible renovación del primer equipo con los fichajes que lo vuelvan a potenciar. Una aspiración comprensible, pero del todo arriesgada, máximo cuando el mismo banco de inversión ya avanzó otra partida cifrada en 650 millones de euros que se tendrá que devolver, para hacerlo sencillo, a razón de 50 millones anuales durante un buen puñado de temporadas. Cantidad respetable por sí sola y más todavía si se la compara con los beneficios, maquillados o no, de los últimos ejercicios.

Gracias a la ingeniería financiera propiciada por turbias operaciones como las de Cillesen-Neto o Arthur-Pjanic se lograban en las últimas cuentas de explotación unos beneficios francamente mínimos. Imaginad, pues, el respeto que debe provocar la deuda de un total superior a los 2.150 millones en el mismo banco de inversión, mientras la deuda reconocida de la entidad se ha establecido oficialmente en 1.350 millones. Son cifras que van más allá del respeto para entrar en la más ruidosa alarma y que necesitan pies de plomo en la gestión si no queremos caer en el cambio de modelo que representa el esperpento, continuo y creciente, de la sociedad anónima. Al fin y al cabo, se oyen voces por todas partes situando el valor del Fútbol Club Barcelona como sociedad anónima en una cantidad que ronda los cuatro mil millones de euros. Si no se pueden devolver el dinero, el futuro del Barça cuelga de un hilo, abocado a un precipicio y, encima, sin que nadie asuma responsabilidades por la derrota.

Hoja de ruta

¿Es el referéndum un sucedáneo de fuga adelante? Si la política es ya de hechos consumados, si este es el único camino viable, hace falta que los socios ejerzan una presión sostenida sobre la junta directiva. En caso de que la masa social opte por la pasividad y la dejadez de funciones, quizás la consecuencia consista pronto en la pérdida de la condición de propietarios del club, peculiaridad característica de la que todos nos sentimos tan orgullosos en teoría y que cuesta tanto de trabajar cuando llega la práctica. Ejercer como socio de verdad, de pleno derecho, comporta y comportará un papel mucho más activo y protagonista que sitúe esta participación y empujón colectivo allá donde le corresponde en términos de modernidad. No hablamos solo del Espai Barça y el riesgo que supone, sino de la revisión del formato y participación en las asambleas generales, de compromisarios y otros órganos de consulta que hace años que están desfasados, con ridículos porcentajes de presencia y decisión y francamente folklorizados. Dicen que cualquier crisis implica una oportunidad y la peor situación económica del club en más de un siglo de historia bien se lo vale para cambiar el actual panorama y devolver el protagonismo perdido, ahora de verdad, a un socio halagado en los conceptos, pero marginado de la toma de decisiones.

Tomamos como nuevo ejemplo una noticia de los últimos días, la próxima desaparición de los avales para optar a la presidencia, según acuerdo de grupos políticos cómo Izquierda y el PNV con el gobierno de España. Una medida envejecida después del desgaste vivido en treinta años de praxis, que ya no era la herramienta de control económico diseñada de buen comienzo, sino un estorbo antidemocrático que impedía aspirar a la presidencia al 99% de la masa social, no merecía disfrutar de ninguna continuidad, obviamente. Más allá de la jugada de estrategia política que reporta un triunfo para Joan Laporta, tampoco sabemos qué significará a efectos prácticos en la marcha de la entidad. Por ejemplo, si aunque tiene todo el derecho a quedarse, tal como avaló la Asamblea del octubre pasado, provocará la salida inmediata de Eduard Romeu como vicepresidente económico en caso de que el grupo Audax saque los 30 millones que, en concepto de avales, había depositado. También los avales y su revisión merecen explicaciones e informaciones detalladas de lo que representará la novedad para el Club.

Cualquier crisis implica una oportunidad y la peor situación económica del club en más de un siglo de historia bien se lo vale para cambiar el actual panorama

Volviendo a los créditos y sin voluntad de extendernos mucho en un tema de infinitas lecturas, nos sorprende que nunca se haya sopesado de verdad la posibilidad que fuera el mismo socio, o una acción abierta a todo el barcelonismo (el club siempre ha presumido de tener 400 millones de seguidores en todo el mundo, haciendo cuatro números se puede ver el potencial de esto), quien ejerciera como acreedor. En campaña electoral, la candidatura de Joan Laporta habló de unos bonos que desaparecieron rápidamente de escena al convertirse en noticia por la poca preparación del argumento y la réplica pública, solo interesada, que generó.

Este referéndum del 19-D representa todo un desafío pensando desde las obligaciones del socio. Hecha la pertinente reflexión sobre la importancia de la consulta, se debe movilizar y exigir información suficiente y contrastada. Si cree que no le llega a las manos, mejor abstenerse de votar o hacerlo en contra porque la cantidad a pedir es tan exagerada que provoca una lógica desazón. Máximo cuando el Fútbol Club Barcelona se encuentra ya en quiebra económica y hubiera presentado concurso de acreedores, tal como nos han recordado los especialistas en los últimos meses, si no fuera por su particular naturaleza y el sector al cual dedica sus actividades (sin olvidar tampoco la moratoria de concursos provocada por la pandemia).

La consulta por la financiación del nuevo Espai Barça tendría que ir incorporada – y lástima del condicional – una profunda reflexión sobre el papel que debe jugar en la marcha del club el auténtico protagonista, ninguno otro que sus socios. Si muchas veces nos quejamos y denunciamos que el Més que un club se haya vaciado del contenido original y distintivo para convertirse en un simple lema de marketing, ahora nos toca avisar sobre tan delicada situación, sobre la inconveniencia de depositar un cheque en blanco en aquellos gestores. No nos extenderemos, pero, como siempre pasa en el fútbol, se adivina una gran correspondencia con las cuestiones que nos preocupan como sociedad. Desde el sofá y la pasividad, desde la crítica y mascullar al salón privado, no se pueden cambiar las cosas, evidentemente. Y tampoco pulsando una tecla desde el ordenador o el móvil se tiene que despachar como un trámite el futuro de una entidad tan importante en el cuerpo social catalán cómo es el Barça. Antes de votar, la reflexión, la exigencia y la obligación de no dar por bueno todo lo que nos llega ni decir amén al poder con una confianza absoluta que no puede resultar más arriesgada.

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