Sobrevivir o cambiar

La desvalorización de la agricultura real ha hecho imaginar propuestas idealistas sin sentido ni viabilidad

Imagen de un joven agricultor | iStock Imagen de un joven agricultor | iStock

En la época de la ilustración española, Jovellanos observó el gran vacío que había entre la investigación y el estudio de la agricultura respecto al que denominó "el rudo e iletrado pueblo". Atendiendo a la preocupación, él propuso a Godoy la edición del Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos. Esta publicación pretendía propiciar que los rectores de cada parroquia, probablemente los pocos que sabían leer, transmitieran los conocimientos a sus feligreses. Era una buena idea, quizás, sin exagerar demasiado. Podemos considerarlo el antecedente de la expansión agraria. El semanario se publicó desde 1797 al 1808.

Ahora, en la tercera década del siglo XXI, a veces cuando se habla de agricultura, tengo la sensación que se está hablando del "rudo e iletrado pueblo". A menudo por desconocimiento, pero también, a veces, desde una posición paternalista, incluso con un deje de soberbia urbana. El mantra es siempre el mismo: los agricultores son muy viejos, no tienen renovación generacional y la agricultura está tecnológicamente muy atrasada. Por lo tanto, de aquí a dos días, no habrá agricultura.

Me cuesta mucho contradecir estas afirmaciones, puesto que es la misma administración pública quién difunde las estadísticas que confunden y avalan esta opinión. En cualquier caso, la desinformación impide construir. Tal como expliqué en La edad de los campesinos: ¿Una buena fake news?  es un sin sentido medir la edad de los agricultores de acuerdo con los titulares de la PAC que suelen ser los propietarios, a menudo jubilados y no forzosamente trabajadores agrarios.

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Imagen de dos jóvenes en el campo | iStock

La agricultura se tiene que tratar como el resto de sectores. Es la afiliación a la Seguridad Social la que determina los ocupados en cualquier sector. En el caso de la agricultura española, la edad media es de 43 años. Es decir, nada que ver con un colectivo envejecido. Pero una cifra tan necesaria y, a la vez, sencilla de obtener se resiste a ser publicada en Catalunya (Los datos a escala estatal están publicados en la página web de la Seguridad Social y son consultables para cualquier persona.

Las consecuencias de la desinformación

La desinformación, en este caso, tiene consecuencias. Es algo que desprestigia el sector agrario y favorece el desprecio a su actividad. Ataca la autoestima, bastante maltratada, del agricultor. No estimula la incorporación de jóvenes a la agricultura. Llevado al extremo, esto hace pensar que la agricultura catalana es una actividad inexistente o en peligro de extinción.

Este argumento desactiva la necesaria relación cultural entre productor de alimentos y consumidor. Los alimentos pasan a ser algo mágico que cada día encontramos en el supermercado. Los precios de los alimentos pasan a ser un agravio inaceptable, en vez de ser la lógica compensación a los costes y trabajo del agricultor. A base de repetirse, esta desinformación ha acabado formando parte de las verdades que no hay que contrastar. ¿La pregunta pertinente es como se pueden hacer planes estratégicos si se desconoce la realidad de los activos humanos del sector?

Esta desinformación posiblemente ha facilitado la toma de decisiones equivocadas a partir de la desconsideración de un sector considerado, erróneamente, en decadencia. El tratamiento de la agricultura como un colectivo de segunda, a pesar de su importancia crítica, seguramente ha excluido sus representantes -en la proporción debida- de los centros de decisiones económicos y sociales.

Seguramente, la desvalorización de la agricultura real ha hecho imaginar propuestas idealistas sin sentido ni viabilidad. La multitud de espacios televisivos dedicados al "pesebrismo" agrario puede ser un síntoma que, a la vez, multiplica la imagen desinformada.

La incoherencia de la desinformación

La realidad habla de un sector, el agroalimentario catalán, que fue considerado por el Observatorio Europeo de Clústeres como el segundo clúster agroalimentario del continente. Catalunya, partiendo de un país con dificultad física para la agricultura (montañas y relativa aridez), ha sabido construir sinergias entre agricultura, ganadería e industria alimentaria hasta construir un importante complejo agroindustrial, a partir de la integración agroramadera que ha sostenido la vitalidad de las áreas rurales.

Los centros de investigación e innovación propios como el IRTA, Parc Agrotecnològic de Lleida, Universitat de Lleida, Universitat Politècnica de Catalunya, Universitat Autònoma de Barcelona y otras universidades catalanas tienen un reconocimiento merecido en los entornos científicos. Internacionales en los campos de la bioeconomía, con una estrecha vinculación con el mundo agrario y la industria alimentaria.

La agroalimentación es el tercer sector exportador de Catalunya

Algunos sectores de la agricultura y ganadería catalana destacan por su competitividad y calidad. El sector cárnico-ganadero, la fruta fresca, el aceite de oliva, el vino, el cava, el arroz y los frutos secos son representativos. La agroalimentación es el tercer sector exportador de Catalunya, detrás del sector químico y los automóviles. Mercabarna es el primer mercado hortofrutícola de Europa.

La feria Alimentària de Barcelona es una de las ferias alimentarias más importantes del mundo. La gastronomía catalana es valorada en todo el mundo. ¿Alguien puede creer que estos hitos de desarrollo y de innovación sectorial se han producido en un sector envejecido, sin renovación generacional y ninguna expectativa de futuro?

Los cambios que no se quieren aceptar

¿Cuál es la realidad que no gusta publicar? Que la agricultura catalana está cambiando y que el rol y estructura de la explotación familiar agraria se está debilitando o, cuando menos, transformando. La política agraria europea siempre se ha apoyado sobre la estructura de explotaciones familiares agrarias y esta es la base de la agricultura catalana.

Aun así, las familias se han hecho más nucleares y, a veces, no hay continuidad por la vía de la herencia. Estas fincas, normalmente pasan a ser gestionadas por otros agricultores o empresas de servicios agrarios. Así, un agricultor (solo o con personal asalariado) puede gestionar varias fincas de diferentes propietarios, cedidas en arrendamiento o a través de contratos diversos.


La política agraria europea siempre se ha apoyado sobre la estructura de explotaciones familiares agrarias

Es decir, de una forma natural, se produce un proceso de concentración en la gestión agraria. Un proceso que va acompañado de un reforzamiento del hecho empresarial que desdibuja el aspecto familiar. A la vez, las nuevas exigencias vinculadas a la transformación verde y los mismos adelantos tecnológicos están reclamando nuevas inversiones, unas inversiones que también están facilitando el proceso de concentración. Un proceso donde se añaden fondos financieros o empresariales que perfilan todavía más un sector muy diferente.

La resistencia al cambio

Estos cambios pueden ser considerados, por algunos, inapropiados o indeseables y pueden generar movimientos defensivos. Se trata de reacciones legítimas y lógicas. A raíz de la publicación del artículo sobre la edad de los agricultores, un ganadero me envió un vídeo diciendo: "tengo ochenta años, zoco labrador y estoy sobre el tractor".

Se trata de un vídeo positivo sobre el orgullo de ser ganadero, la edad no importa, pero esta persona está jubilada y cobra una pensión, su posible trabajo agrícola tiene que ser considerado como hobby y voluntario. Hace falta que nos digamos la verdad, no escondiendo información que se podrá encarar mejor en el futuro.

Las empresas agrarias están ganando dimensión y ensanchando el peso de los asalariados, esta es la realidad. De cara a la elaboración de políticas agroalimentarias, la información del propietario de las fincas es importante, pero todavía es más importante la información de la empresa agraria que realmente gestiona las fincas.

La imagen del ganadero envejecido quizás hace sentirse cómodo a algún agricultor, pensando erróneamente que refuerza su posición a la hora de reclamar un mayor apoyo público. Pero la imagen de un labrador moderno, amigo y conocedor de la tecnología, seguramente que puede dar más confianza a la hora de obtener apoyos y establecer complicidades.

La imagen del ganadero envejecido quizás hace sentirse cómodo a algún agricultor

La posición a la defensiva del campesino ante la transformación de sus estructuras de producción, de relación y de vida la encuentro previsible y justificada. Pero, me cuesta más de entender que en las barricadas de la resistencia a los cambios se encuentre en primera fila la administración pública.

Dilatar la publicación de datos objetivos, sosteniendo una imagen falsa y a la hora desvalorada de la realidad de la agricultura catalana, no es una buena estrategia de futuro. No se trata de sobrevivir, se trata de impulsar y vivir los cambios en relación con el futuro.

Mirando adelante

Hace falta que la administración pública catalana aporte los datos de los ocupados agrarios (afiliados a la Seguridad Social) y haga un esfuerzo para profundizar en las múltiples y varias características de este colectivo. En este sentido, hay que construir modelos de información estadística que encajen y den a conocer esta realidad desde la complejidad, rompiendo barreras ficticias desde criterios desfasados:

- Una buena comprensión del sector hace falta que incorpore el conjunto de empresas de servicios agrarios, a menudo mucho más tecnificadas y que en realidad, a menudo, son las que realizan y gestionan las fincas.

- Algunas industrias agroalimentarias incorporan la producción primaria a su funcionamiento.

- Hay empresas agrarias que alargan su actividad hasta la transformación y comercialización.

- La plurifuncionalidad de algunas empresas agrarias abre su actividad a funciones de agroturismo, ecoturismo, servicios medioambientales o explotación forestal.

- Habría que incluir todos los subsectores que gestionan los recursos biológicos: actividad forestal, pesca y jardinería.

Hace falta que la mirada de las políticas agrarias se dirija al colectivo que trabaja, un colectivo relativamente joven que tiene que tener los recursos necesarios y un mejor reconocimiento en su actividad. En este sentido, es imprescindible reforzar la formación de calidad sobre las nuevas tecnologías y los nuevos retos verso una nueva agricultura, tal como señalan las estrategias del Green Deal europeo.

Hace falta, sin duda, contar con el conocimiento de los veteranos de la agricultura. Pero sería conveniente ofrecer incentivos a la cesión de la titularidad de la explotación a los gestores jóvenes, dado que son estos quienes pueden impulsar más fácilmente las transformaciones que la agricultura moderna exige.

En todo caso hay que respetar y dar seguridad a los derechos de los abuelos agricultores con fórmulas jurídicas adecuadas. Pero hace falta poner a manos de la juventud el timón de la agricultura catalana. El refuerzo por parte de la PAC de la figura del "agricultor activo" puede ayudar en la buena dirección, un hecho que seguramente forma parte de los argumentos de resistencia al cambio.

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Imagen de un terreno | iStock

Finalmente, para poder hacer frente a las exigencias de nuevas inversiones y escalado de las empresas, hay que favorecer e impulsar formas de integración productiva y comercial. Aun así, también hay que defender y conservar las unidades productivas existentes, las cuales han sido vinculadas en el territorio desde hace muchos años y son reservorios de tradiciones y conservadores de patrimonio físico y natural. En este sentido, el sistema cooperativo puede acontecer la mejor opción para conseguirlo, acogiendo y dando respuesta a una agricultura renovada en tecnología y ambición.

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