Volvemos a las mismas

El optimismo del sector del turismo apunta que 2022 será el año del recobro definitivo del gremio

Volvierà el turismo? | iStock Volvierà el turismo? | iStock

Al comparar los datos de los viajeros en los últimos meses, aparecen líos sobre los que merece la pena reflexionar. Algunos destinos, como son los casos de Valencia o Ibiza, ya superan el número de viajeros de 2019. Otros se encuentran muy cerca, como por ejemplo la Costa Brava, las casas rurales, Grecia, Romania, Malta, Portugal o Suiza. Por su parte, Baleares, determinadas zonas de la Costa del Sol, el Caribe Mexicano, o República Dominicana ya han recuperado dos de cada tres turistas. Y quedan algunos destinos que lo tienen peor, como la Costa Dorada o Barcelona, que se han quedado con la mitad de los turistas que venían hace dos años.

Los que aportan datos desde una perspectiva militante ("tenemos que animar siempre al sector...") van diciendo que 2022 será el año del recobro definitivo del turismo. Lo afirma a menudo la ministra de turismo de España y lo repiten cada dos por tres, por ejemplo, el secretario general y los portavoces del OMT. Estos profetas del "todo va bien" pronosticaban las mejoras definitivas para 2020, después para 2021 y ahora por el 2022; y si no llega entonces, dirán que para 2023. Las palabras no quieren y el papel no lo soporta todo.

En el management, los datos son los datos. La prospectiva, la prospectiva. Y las frases que halagan corresponden a los malos políticos y malos empresarios, a los tertulianos que improvisan o los predicadores que buscan clientela. Organismos muy sensatos, como World Travel & Tourism Council, o UNTAD -que pertenece también a la ONU, como OMT-, están siguiendo paso a paso la evolución de la pandemia y no se atreven a tirar mensajes edulcorados sobre la evolución de los turistas en los próximos años. ¿Por qué? Por una serie de factor endógenos del sector. En primer lugar, porque los estragos de la primera fase de la pandemia encima el turismo en suficientes trabajos lo estamos empezando a delimitado ahora; cuando la mayoría de sectores económicos ensartan la recuperación, al turismo le queda un buen recorrido. En segundo lugar, porque las fases que seguirán se presentan erráticas. Y en tercer lugar, porque los consumidores están migrando hacia hábitos distintos, lo cual hace que la oferta de 2019 no sirva para satisfacer la de los públicos de 2022 en adelante; esto es lo que anuncian las corrientes de fondos.

La recuperación se contempla como la reanudación de la evolución que se cortó de repente en marzo de 2020

Para acercarse algo más al escenario incierto, hay que añadir otros aspectos que cruzan horizontalmente todo el escenario. Nos referimos, en primer lugar, a la intensidad de penetración de las tecnologías digitales; en segundo lugar, al ritmo de descarbonización individual, empresarial y social; y en tercer lugar, a la participación de los clientes en la construcción del servicios ("no quiero que me sirvas sino que deseo cocrear contigo"). Los tres configurarán una respuesta muy diferente en la evolución de la oferta.

La vorágine

En ánimo de gran parte del sector turístico y de muchas autoridades, la recuperación se contempla como la reanudación de la evolución que se cortó de repente en marzo del 2020. Es decir, volver a la vorágine de llenar a tope las playas en verano y de que se rellenen temporada trás temporada los restaurantes y bares, los hoteles, los taxis, los palacios de congresos, los museos,... Más todavía: que se mantenga anualmente el creciente indefinido del número de turistas. Javier Blanco se refería esta semana, de forma contundente analizando la recuperación progresiva del turismo, a que este "no puede ser el modelo de turismo sostenible que necesita nuestro país" (Descarbonización y justicia social: un camino seguro para avanzar en el turismo, Infolibre 2/11/21).

Lo que sí se puede prever cruzando datos es que en un futuro inmediato: 1) no vendrán tantos turistas como antes porque una parte de la población seguirá con miedo a la pandemia, porque viajar será más caro, y porque la virtualidad acortará una parte de la presencialidad; 2) no llegarán los mismos turistas y, sin duda, escenificarán demandas y actitudes muy distintas; 3) las aglomeraciones y los iconos turísticos no serán tan seductoras como antes de 2019, más todavía, los turistas huirán; 4) otras propuestas slow sustituirán a las actuales de mayor impacto; 5) una parte de la oferta no será capaz de adaptarse a las nuevas exigencias, por lo cual sus empresarios y trabajadores tendrán que buscar trabajo en otros sectores; 6) por suerte para el sector, las empresas podrán imponer precios superiores, adecuados al valor de lo que ofrecen, porque los clientes estarán dispuestos a pagarlos, lo cual mejorará los márgenes y se podrán recuperar salarios mejores que los actuales y horarios asumibles; y 7) de lo contrario, dejaremos de una vez por todas de valorar un destino por el número de turistas que llegan para referirnos a las innovaciones, a las experiencias, a los valores, al prestigio del sector.

Ahora que la mayoría de los sectores económicos están recobrando la normalidad, el turismo queda como un verso que va suelto a la busca de la propia identidad

Muchos se han cruzado de brazos a la espera de que vuelvan los turistas, como si hubiera sido una pesadilla, un flashback, el episodio de una serie de dos mil capítulos que no avanza nunca. Desgraciadamente, la realidad se asemeja al cuento para adultos de Víctor J. Hernández Al despertar: Un día todo cambia, nada vuelve a ser igual y a aquello que decía Heráclito cuando constataba que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Ahora que la mayoría de los sectores económicos están recobrando la normalidad, el turismo queda como un verso que va suelto a la busca de la propia identidad.

Para los mercados las informaciones sobre el futuro son indispensables, porque se trata de escenarios donde rodear las oportunidades. Distorsionan las falsas expectativas cuando identifican el futuro con el pasado, los ciclos que vienen con los que acontecerán. Al sector turístico se ha perdido mucho tiempo durante los largos meses de la pandemia, cuando había mucho trabajo por hacer. Con la experiencia acumulada en el pasado -que es mucha-, diseñar oferta creativa en el terreno. Para los residentes, para la gente de proximidad, aunque sin renunciar a isócronas más lejanas y en funciones viajeras diversas. Funcional. Premium. A buen precio. De economía circular. Con menos turistas pero ofreciendo mayor valor y mejor precio. Con experiencias, combinando offline y online. Con diálogo directo con los clientes. Cocreando de forma continuada.

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