"La tecnología no nos salvará de la crisis ecológica"

El investigador del CSIC Jaime Vindel explora las características ecológicas de la modernidad y la influencia de sus imaginarios culturales

El doctor en Historia del Arte e investigador del CSIC Jaime Vincel | Cedida El doctor en Historia del Arte e investigador del CSIC Jaime Vincel | Cedida

¿Cómo pensamos la crisis climática? ¿Cuáles son sus causas? Decía Slavoj Žižek que el verdadero proyecto ideológico nunca fue esconder la verdad, sino que, aún conociéndola, actuáramos como si no lo hiciéramos. En su exploración de la modernidad capitalista y sus características culturales, el investigador del Instituto de Historia del CSIC Jaime Vindel piensa desde la teoría crítica en las formas en que se ha institucionalizado socialmente la "cosmovisión" del capitalismo fósil y las relaciones económicas y ecológicas que favorecen su desarrollo. Tras una conferencia en el Palau Macaya organizada por el Observatorio Social de la Fundación 'La Caixa', Vindel discute con VIA Empresa el desarrollo histórico de la estética fósil, su relación con la forma en que se entiende colectivamente la economia y la crisis ecosocial en la actualidad y las posibilidades de revertir estos sentidos comunes por parte de un movimiento climático obligado a construir "nuevas formas de vida social menos dependientes de los combustibles fósiles".

¿De qué hablamos cuando decimos 'Estética fósil'?

Lo que me interesa es tramar una genealogía histórica del origen de la modernidad fósil desde una perspectiva cultural. O dicho de otro modo, cómo podemos repensar la teoría cultural como una crítica de esa modernidad fósil. Desde hace un tiempo surgen una serie de trabajos que determinan cómo el recurso a los combustibles fósiles no fue una cuestión casual, ni tampoco por precio o eficiencia. Se produjo por una cuestión social, por la necesidad en que se encontró la clase capitalista de desarrollar un modo de producción y un régimen de explotación del trabajo humano y de los recursos naturales más intensivo.

"El recurso a los combustibles fósiles no se dio por casualidad, ni por precio o eficacia, sino por la necesidad del capitalismo de explotar el trabajo y la natualeza de forma más intensiva"

Este sistema es el que mejor se corresponde con los combustibles fósiles, puesto que estos, a diferencias de otras fuentes de energia renovables, no son intermitentes, son más fácilmente transportables y almacenables, y facilitan la explotación por cada fragmento temporal. Esto fue muy importante en la medida en que la división social del trabajo dentro de la indústria exigía que la fuente de energía que se utilizara le fuera funcional. Por otra parte, como describe Andreas Malm, se hizo imprescindible recurrir al carbón, paradójicamente, por una conquista del movimiento obrero: la jornada de 10 horas, que hizo incompatible el nuevo régimen de trabajo con la intermitencia de las energías renovables.

Esta explicación socioeconómica narra los orígenes materiales de la modernidad fósil, però no da cuenta del papel activo que jugaron los imaginarios culturales en el desarrollo del proceso histórico. En este sentido, me pregunto cómo no solo se vieron transformados los modos de producción sino cómo se vieron transformadas en paralelo las cosmovisiones comapartidas, los ideales de bienestar, las formas de relación humana con la naturaleza...

Propone una división en tres suerte de etapas de la modernidad fósil: primera revolución industrial, post-segunda guerra mundial y neoliberalismo. ¿Qué significan estos tres momentos para las cosmovisiones que estudia?

Cuando uno plantea compartimientos históricos como si fueran apartados estancos, cae en simplificaciones. Los 30 gloriosos y lo que Bernard Stiegler llamó la proletarización del consumo suponen una tendencia que se puede apreciar también en algunos fenómenos culturales del siglo XIX, justamente cuando aparece esa relación entre la aplicación de los combustibles fósiles al ámbito de la producción. O las nuevas formas de ocio vinculadas al consumo, que ya estaban presentes.

Pero es a partir de la posguerra mundial cuando, de la mano de la ideología del desarrollo, la pulsión de expansión de las fronteras de la modernidad fósil hacia el consumo se constata con mayor claridad. También porque la expansión del consumo es una consecuencia de la forma en que las clases populares, y particularmente el movimiento obrero, pero también los procesos de resistencia colonial, llegaron un pacto entre capital y trabajo que, a cambio de mantener los beneficios del capital, generó contrapartidas en forma de sistema del bienestar.

En tercer lugar, me detengo en el neoliberalismo porque a diferencia de los relatos centrados en las políticas económicas que ven en él un cambio de paradigma respecto de la hegemonía keynesiana, desde una óptica ecológica un cambio de época es más que dudoso. El neoliberalismo es en realidad la época de la gran aceleración de la crisis ecológica que ya se daba en los años 50. Se pueden trazar líneas de continuidad y discontinuidad en las etapas de la modernidad fósil y a su vez cuestiona relatos establecidos de forma acrítica. Un modo de posicionarse en relación con las propias tensiones políticas o ecopolíticas del presente.

¿Qué papel ocupa la crítica de la producción como dimensión central de la vida en esta genealogía?

La producción como ámbito de la vida social es una cuestión ineludible. Todas las comunidades humanas tienen que producir sus medios de vida. El problema en la modernidad fósil y el desarrollo del capitalismo industrial es que se ejecuta como una producción por la producción, que da lugar a los imaginarios productivistas y que responde a la propia necesidad de expansión del capital. Lo que me interesa es determinar qué papel han jugado las imágenes y los imaginarios en la construcción de esa percepción productivista. 

"Afortunadamente surgen experimentos respecto a la necesidad no solo de pensar en términos apocalípticos sinó plantear también las alternativas de salida"

Este proceso, que sin duda es una construcción ideológica, se ve respaldado por esas imágenes de manera decisiva. Por ello cuando pensamos en la crítica del progreso, al menos del progreso material, no debemos hacerlo solo cuestionando las inercias del capitalismo, o planteando de manera moralista la necesidad de reducir el hiperconsumo, sino que debemos generar nuevos imaginarios desde el campo cultural, però también desde la asunción cotidiana de nuevas formas de vida, que nos permitan transitar hacia sociedades poscapitalistas y posfosilistas. Afortunadamente esta tarea está teniendo traducción en experimentos literarios o audiovisuales respecto a la necesidad no solo de pensar en términos apocalípticos o de colapso sinó plantear también las alternativas de salida a esta situación.

¿Cómo influyen a la construcción de estos imaginarios la deslocalización de los procesos de producción hacia el sur gobal?

Ahí la bisagra que representa la segunda posguerra mundial es fundamental, con el tránsito del carbón al petróleo. Los combustibles fósiles representan una suerte de teleología materializada; convierten en realidad histórica un ideal de progreso en que se acaparan recursos en el presente a costa de su escasez futura. En el momento de borrachera de los combustibles fósiles esto te permite una ampliación de los flujos económicos inusitada; y esa borrachera es lo que hemos vivido los últimos 200 años.

Hay una serie de dispositivos ideológicos que normalizan esa percepción productivista, pero también hay diferencias sustanciales en la percepción social de la relación entre combustibles fósiles y progreso. En las ciudades británicas del XIX estaban presentes las consecuencias nocivas de las fábricas, y eso no solo explica que allí nacieran los gérmenes de la conciencia ecologista moderna, sino que lleva a plantearse qué pasará cuando se agoten las minas nacionales de carbón, y qué relación tiene el desarrollo económico de una nación imperial como Gran Bretaña con ese recurso.

En la medida en que los flujos de los hidrocarburos se deslocalizan después de la Segunda Guerra Mundial, esa percepción tiende a abstraerse. El hecho de que la transición del carbón al petróleo sitúe las fuentes energéticas de los países llamados desarrollados en localizaciones exógenas contribuye a perder de vista la conciencia que en el XIX era más evidente de la relación entre desarrollo industrial y dependencia de los combustibles fósiles.

¿Favorece esto la separación de la tecnología de su base natural y ecológica?

Absolutamente. Es, de hecho, uno de sus efectos más perniciosos. Esos discursos posmaterialistas, o desmaterializadores, tienen mucho predicamento en mundos como el del arte. En ellos se evidencia una conciencia analfabeta en términos ecológicos en su aproximación a la tecnologia. Esta no deja de estar basada en imputs energéticos y materiales que presentan todo tipo de asimetrías a nivel global. Los entornos tecnológicos con los que nos relacionamos diariamente los llamados países desarrollados dependen de la extracción de materias primas en los llamados subdesarrollados. Y esa brecha no hace más que crecer, però seguimos fiando nuestras expectativas de emancipación a los efectos tecnológicos.

Este tipo de discursos afortunadamente cada vez se ven más socavados. Eso no significa, en relación a las tecnologías digitales pero también en relación a los propios dispositivos de las energias renovables, que necesariamente debamos renunciar a ellos. Pero es necesario desviar el foco de atención hacia otras cuestiones como la necesidad de constituir bases sociales y organizativas más sólidas para enfrentar las transformaciones socioeconómicas que vienen. La tecnología no nos va a salvar ni de la crisis ecológica, ni de la crisis política ni institucional, ni económica en la que estamos metidas. Eso es una engañifa, y ante todo son discursos que muestran impotencia política.

¿Qué queda por hacer, entonces? ¿Cómo se junta este planteamiento con la práctica emancipatoria?

Queda casi todo por hacer. Debemos admitir que, dada la situación ecosocial crítica que enfrentamos y la debilidad de las fuerzas emancipadoras, los pasos que demos van a ser tentativos, y probablemente lo sean durante mucho tiempo. Desde los Movimientos Sociales hasta las políticas públicas, que se pueden retroalimentar, que se vieron fortalecidos por la irrupción del movimiento climático anterior a la pandemia, se debe tomar nota de la experiencia social de la crisis – con sus elementos negativos y positivos.

"Es necesario constituir bases sociales y organizativas más sólidas para enfrentar las transformaciones socioeconómicas que vienen"

No es una cuestión resoluble de un plumazo. Tiene que ver con el desarrollo de nuevos imaginarios que no asocien el bienestar con el consumo intensivo de recursos. Pero también con generar entornos institucionales con la capacidad de implementar políticas normativas fuertes, que restringirán aspectos de nuestra vida como el acceso al vehículo privado, entre otros.

La transición ecosocial, además, es un terreno en que, a diferencia de lo que pensaba el ecologismo social y político de hace unos años, las opciones de derecha tendrán también su presencia. Ya nos encontramos con discursos etnonacionalistas, racistas, que desde una perspectiva neomalthusiana relacionan la crisis ecológica con la amenaza que representan las personas migrantes para los entornos naturales nacionales... Nuevas encrucijadas discursivas que no imaginábamos hace un tiempo y para las que hay que estar preparadas.

Como en buena parte los procesos históricos de la modernidad, todo esto se va a medir en avances y retrocesos parciales, y la posibilidad de éxito tendrá que ver con las capacidades que tengamos para institucionalizar nuevas formas de vida social menos dependientes de los combustibles fósiles y del business as usual.

¿Contribuye la separación entre las condiciones materiales de la crisis ecológica de estas cosmovisiones a que surjan estos espacios ecorreaccionarios?

Sin duda. La articulación entre las sinergias del capitalismo y el recurso a los combustibles fósiles como forma de expandirse genera sus propios mosntruos. Si por algo se caracteriza el momento actual es por la coincidencia de la ruina en términos teóricos del paradigma neoliberal y su implementación, intensificada por otros medios, de la mano del posfascismo.

¿Es optimista con las posibilidades del movimiento climático en un sentido emancipatorio?

No se trata de ser optimista o no, sino de saber lo que enfrentamos. Soy realista y, de hecho, moderadamente optimista. Pero creo que hay que ser muy conscientes de la coyuntura de la que partimos. 

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