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La cosmética natural hecha en el corazón de la Garrotxa que triunfa de México a Corea

Idili Lizcano, filósofo de formación y enamorado de la alquimia y las fragancias, fundó Alqvimia en una masía milenaria a los pies de los Pirineos

Drolma Lizcano, segona | Cedida
Drolma Lizcano, segona | Cedida
Bernat Bella
Periodista
01 de Abril de 2024
Act. 01 de Abril de 2024

Desde muy pequeño, Idili Lizcano recorría algunas de las principales calles de París de perfumería en perfumería atraído por sus olores. Con menos de diez años, ya se imaginaba creando fragancias. Y no fue el sueño perdido de un niño, sino que se acabó convirtiendo en realidad a través de Alqvimia, un proyecto nacido en el corazón de la Garrotxa en los 80 y que revolucionó la cosmética y la perfumería con una apuesta por productos 100% naturales, siendo uno de los pioneros en Europa.

 

Hoy en día, Alqvimia exporta casi la mitad de su facturación (unos 5 millones de euros) y son muy apreciados en Corea del Sur, Malasia o China. Todo ello, con una visión humanista de la vida y del modelo económico basada en el respecto a las personas y al entorno natural. Una visión que impregna toda la empresa y que late al ritmo de Can Duran, la masía histórica de Tortellà donde todo empezó y que hoy acoge la sede de la compañía.

De un mercadillo a todo el mundo

"Mi padre nunca había querido ser empresario", reconoce Drolma Lizcano, segunda generación y actual directora general de Alqvimia. Aún así, "siempre había tenido curiosidad para entender el mundo" y se sentía atraído por "la naturaleza y los olores". "Empezó a experimentar con maceraciones y con la alquimia de manera muy orgánica", añade.

 

Sus primeras creaciones, todo muy casero, las vendía a través de mercadillos ambulantes de la zona. El alcohol de romero o el agua de reina de Hungría eran algunos de los primeros productos que vendió y que todavía hoy ofrece. "Vio que tenía éxito y el 1984 dio el paso y creó la empresa", explica Drolma.

Lizcano: "Quería demostrar que se podía crear riqueza desde la naturaleza y sin destruirla"

Desde un buen comienzo, la filosofía de Alqvimia ha sido de respecto a la naturaleza y de apostar por productos 100% naturales. "Quería demostrar que en este mundo tan materialista y capitalista, se puede crear riqueza desde la naturaleza, utilizándola a nuestro favor y sin destruirla. Esta era y es su filosofía y la de la empresa", enfatiza.

Una filosofía que se traslada al fomentar una "colaboración positiva" entre las personas y el planeta.

De l'almendra de Lleida a la vainilla de Tahití

Pero más allá de los valores, la calidad era irrenunciable y ha sido el gran motor de Alqvimia: "Muchas empresas miran el precio y el mercado que pueden tener. Nosotros, no. Pensamos en el producto que queremos hacer y que tenga la mejor calidad".

Y para conseguirlo, tienen un equipo que se dedica a buscar los mejores productos naturales de todo el mundo. "Si queremos la mejor rosa búlgara, la vamos a buscar a Bulgaria  y en el mejor productor", ejemplifica Drolma, que añade: "Buscamos en todo el mundo los productos autóctonos de la mejor calidad. Tenemos unos parámetros de calidad muy altos". Todo ello a través de un trabajo de investigación y siempre escogiendo los proveedores más respetuosos con la naturaleza y los trabajadores.

Así, llevan el limón de Sicilia, la vainilla de Tahití o la flor Lang Lang de Asia. Pero también las almendras de Lleida o el romero de un campo biodinámico que ellos mismos cultivan en la Garrotxa. Todo ello para crear las esencias más puras y con mejores características: "El secreto de la alquimia es la mezcla de aceites esenciales que hacemos de tal manera para provocar bienestar y los cambios que queremos".

De la Garrotxa a Hong Kong

A la calidad de los productos de Alqvimia se le suma la autenticidad y el valor del mensaje: "Todo lo que decimos es verdad, no nos tenemos que inventar nada. Somos artesanales y trabajamos con amor". Una filosofía que ya en los 90 facilitó su expansión internacional, empezando por Hong Kong y el resto de Asia: "El éxito fue total, nos descubrieron en una feria internacional y desde entonces Asia siempre ha sido uno de nuestros mercados clave". Ahora, tienen una filial en la China para vender en la región y Corea del Sur es uno de sus principales mercados. También Japón o Malasia. Y en México o en los Estados Unidos y por toda Europa.

Drolma Lizcano: "La naturaleza nos inspira y es salud, y es lo que nosotros vendemos"

En cuanto a la autenticidad, el mejor símbolo es Can Duran, una masía de mil años de historia que Idili escogió para arrancar su proyecto vital y elaborar sus primeras esencias. "Se enamoró profundamente de esta zona", detalla Drolma. De hecho, en los primeros años la familia vivía en el piso de debajo y arriba, el padre hacía sus mezclas. Y cultivaban las plantas en el jardín. Desde muy pequeña, Drolma ya respiraba y olía todas estas fragancias mágicas de la masía.

A pesar de que con los años se les quedó pequeño (actualmente también disponen de una nave en Olot), Can Duran sigue siendo actualmente la sede de Alqvimia. Estar a los pies de los Pirineos y rodeado de la naturaleza es irrenunciable: "La naturaleza nos inspira y es salud, y es el que nosotros vendemos".

Amor por la naturaleza

"Admiro mucho a mi padre", reconoce Drolma Lizcano. Y es que cuando Alqvimia hizo los primeros pasos, el producto natural no era la opción preferida: "Todo era más químico e industrial, pero él siempre tuvo clarísimo que tenía que ser cosmética natural, sostenible y ética". En los últimos años, la conciencia por el entorno natural, el planeta y los productos naturales ha ganado importancia, pero antes no era tan así: "Era muy terco y luchó mucho contra aquellas tendencias".

Ahora, la competencia se ha multiplicado. Lo natural está de moda y muchas compañías también se suman al blanqueamiento verde. Pero Drolma tiene claro que el conocimiento de más de 40 años de experiencia y su autenticidad los hace diferentes. Además, que en su caso también son productores. No se limitan a comprar fórmulas, sino que las crean y las inventan desde cero. Son, en definitiva, alquimistas del siglo XXI en el pleno corazón de Catalunya.