Cerabella ha sido un pionero en el diseño de velas | Cedida
Cerabella ha sido un pionero en el diseño de velas | Cedida

Cerabella, más de 150 años de velas catalanas pioneras en el mundo

Cerabella fue el negocio de una mujer emprendedora del siglo XIX, quién tuvo que empezar a trabajar para pagar las deudas de su difunto padre

Fue el 1862 cuando Francisca Abella, que se había trasladado del Pallars a Barcelona, abrió un pequeño negocio de cerería dedicado a las velas y a los cirios. Con un pequeño obrador en el Raval, empezó a ganar clientes, muy especialmente entre la iglesia.

160 años después y con la quinta generación al frente de la empresa, Cerabella ha sido un pionero en el mundo de la vela por su apuesta por el diseño y la decoración y ha sobrevivido con éxito al declive del sector. Con una facturación de 3,4 millones el 2020, estas velas hechas en Catalunya llegan a países de toda Europa, Estados Unidos o Àsia.

Tragedia y deuda familiar

La historia de Cerabella empieza de casualidad y a raíz de una circunstancia trágica. El padre de Francisca, que era transportador y que trabajaba llevando cirios del Pallars a Barcelona, murió arrastrado por el río mientras hacía un transporte de mercancía.

"Quedó una deuda familiar y le tocó pagar a la Francisca, que bajó a Barcelona a trabajar en un obrador de cirios", explica Antoni Anglès, director general de la compañía.

El negocio le gustó y decidió abrir su propia tienda de cirios y velas en el Raval. Gracias a una carta familiar recuperada, Anglès sabe que levantó la persiana el 9 de junio de 1862, poco después de las ocho de la mañana.

Una mujer emprendedora

cerabella cereria

Imagen de la tienda original, cuando se le cambió el nombre |Cedida

En aquella época, no era nada habitual que una mujer impulsara su propio negocio. "Y todavía menos entre el clero, que eran los clientes principales", apunta Anglès. Aún así, el hecho de haber estado despachando anteriormente en una tienda de cirios le otorgaba cierta confianza. "Era muy rompedor", reconoce.

Tanto era así que, cuando se casó, perdió la propiedad de la cerería a favor de su marido e incluso cambió el nombre. Pero al cabo de unos años, el marido murió y recuperó la titularidad y el nombre: Cera Abella.

Fabricación artesanal

El negocio de Francisca Abella empezó cómo una tienda donde vendía los cirios del anterior obrador donde había trabajado. Pero un tiempo después, decidió montar su propio taller y elaborar los cirios. Y empezó a crecer, en un momento en que el sector sufría una cierta crisis. La electricidad ya se estaba popularizando y muchas cererías, en aquel momento había una en cada barrio, iban cerrando.

Francisca lo aprovechó para adquirir maquinaria de segunda mano y contratar artesanos expertos. "El ADN familiar es de adaptarse e ir encontrando oportunidades. No conseguir éxitos muy rápidos y grandes; sino un trabajo de hormiguita, reinvertir, dedicación", resume Anglès.

Guerra Civil o Concilio Vaticano

Un elemento básico para un oficio que ha sufrido una transformación brutal desde que Abella abrió la persiana de su tienda el 1862. La reducción del uso de las velas en rituales religiosos (a raíz de una decisión del Concilio Vaticano de 1959), la electricidad o el gas. Pero Cerabella lo sobrevivió todo, incluso la Guerra Civil, el "momento más crítico" para la empresa.

La revolución Cerabella

El negocio se iba apagando y cada vez había menos cererías. De las decenas que anteriormente había a Barcelona, se podían contar con una mano.

"Hacia final de los años 60, mi padre hizo un cambio de mentalidad y apostó por el diseño y los olores. Fuimos transformando el negocio de una empresa de utilidad a comodidad, de estética", explica Anglès. A pesar de que tampoco fue fácil y provocó algunas tensiones familiares. El abuelo de Antoni Anglès prefería mantener el negocio tradicional, despachando en la tienda, y decidieron dividir la empresa en dos líneas. Más adelante, se volvieron a unir.

Anglès: "No quedarse estancado y continuar siendo un tendero"

El padre del Antoni apostaba para hacer crecer la empresa y "no quedarse estancado y continuar siendo un tendero". Y empezó a viajar por Europa y descubrió un nuevo mundo, más enfocado al diseño y a la decoración. Y lo llevó al sector de las velas.

"No era habitual encontrar velas pensadas para el diseño. Todavía hoy son más funcionales que decorativas. El tema del perfume ha entrado muy fuerte, pero todavía lo hacen en un vaso sin una gran evolución creativa en el sector en las grandes marcas", destaca Anglès. Cerabella, con sus velas hechas ahora a Sentmenat, fueron uno de los pioneros.

De Catalunya en el mundo

Y así como decidieron apostar por la innovación, también lo hicieron por la internacionalización. "Nuestro proceso fue a ciegas. La primera semilla fueron viajes a Francia, yendo a ver tiendas que tenían cosas diferentes, donde se iban a presentar mis padres para buscar pequeños distribuidores", apunta el director general.

Y, después, en ferias de toda Europa, donde veían que sus productos gustaban. Y acabaron tejiendo una red de comerciales por todo el continente.

Estados Unidos, un primer fracaso

El siguiente paso fue a los Estados Unidos, pero la primera experiencia no fue positiva. "Tuvimos un conflicto con el distribuidor, que era una empresa muy grande, y nuestro crecimiento se había basado en apoyarse únicamente en él. Cuando se perdió, dejamos de funcionar, pasamos de 100 a 0 en pocos días. Fue un golpe importante", recuerda Anglès.

Hizo un viaje a los Estados Unidos, visitando tiendas de todo el país, ferias y representantes; y entendió que para tener éxito había que tener presencia allá. Y, con la ayuda de Acció, abrieron una empresa a Estados Unidos, con unas oficinas comerciales y un almacén. Fue el 2014. Y un detalle que explica muchas cosas, la pudo abrir en lo que duraba un viaje de avión.

Hoy vende a una veintena de países y la exportación representa alrededor del 20% de la facturación.

La clave del éxito

Esta ha sido el camino de una cerería que abrió en el siglo XIX a Barcelona y que se ha convertido en un referente en el mundo. Buena parte de su producto se vende a través de marcas de lujo, por quién Cerabella produce sin poner su nombre. Y a través de tiendas de decoración o especializadas. De hecho, uno de los objetivos es ser más reconocido: "Queremos dar más protagonismo a nuestra marca. No deja de hacer ilusión ver algo tuya en revistas de decoración y ver elogios; pero ahora no sale nuestra marca".

"La innovación ha sido muy importante, es lo que nos ha permitido seguir siendo. Llevar la innovación en un mercado que no innovaba. Mucha gente se quedó por el camino cuando ya no se tenían que iluminar las casas", apunta Anglès.

La innovación sumada a la calidad del producto. A pesar de producir grandes cifras, el proceso continúa siendo muy artesanal. Se mira cada vela una por una, sin renunciar en la tecnología como apoyo. Y esto los ha permitido llevar sus productos en todo el mundo y por los clientes más especiales, cómo un restaurante de Singapur que los encargó una vela de 200 kilos.

Més informació
Cóndor, la ropa infantil hecha en Catalunya que triunfa de China a Estados Unidos
Dylunio, los estands catalanes que se han visto en las mejores ferias del mundo
Hoy Destacamos
Lo más leido