El dinero en metálico, crónica de una muerte anunciada

Las ventajas que proporciona el pago electrónico y el auge de las monedas virtuales amenazan de hacer desaparecer los billetes y monedas, vistos cada vez más como una rèmora del pasado

"El dinero en metálico tendría que desaparecer, en el mundo actual es un problema". Lo apunta Jesús Palau, profesor del Departamento de Finanzas de Esade. Suena muy radical, pero la de Palau no es la única voz que lo reclama. "Habría que acabar con él porque no genera ningún valor añadido", relata Marc Cortés, director general de la consultora RocaSalvatella, especialista en la transformación digital de organizaciones y negocios. Y en el mundo bancario también lo verían con buenos ojos. "En los países más avanzados es donde menos dinero en efectivo se mueve", señala Emilio Vizuete, gestor de banca de empresas a Bankia y profesor de la Universitat de Barcelona (UB).

Por qué surgen tantos enemigos de los billetes y monedas? Porque comportan muchos más inconvenientes que ventajas. En primer lugar, las operaciones en metálico, como transacciones que se hacen de mano en mano, tienen una traçabilitat casi nula: no dejan un rastro que la autoridad financiera ni fiscal pueda perseguir y facilitan el fraude y el blanqueo de capitales. Esto no pasa con los sistemas tradicionales de pago electrónico, como por ejemplo las tarjetas de crédito , donde todos los movimientos sí que quedan reflejados. "Si todos los pagos se hicieran con este sistema, Hacienda registraría toda la información y controlaríamos mucho mejor el fraude fiscal", resuelve Palau.

Segundo problema: su carencia de valor añadido como barómetro de la actividad comercial. "El comprador saca el dinero del banco, paga a la tienda y el establecimiento los ingresa de nuevo, así que devuelven a su lugar de origen sin ofrecernos ninguna información de su recorrido", destaca Cortés. Las transacciones con tarjeta de crédito, en cambio, sí que dejan improntas mucho más claras, de las cuales se puede extraer información valiosa sobre sectores comerciales o hábitos de consumo.

Una cuestión de seguridad
Este escrutinio permanente, fiscal y de marketing , puede parecer excesivo y contrario al derecho a la privacitat, mucho más garantizado con el pago en efectivo. Pero hay otra cuestión más difícil de rebatir: la inseguridad. La presencia de dinero en metálico, al cajón del conductor del autobús o a la caja fuerte de un gran banco, es un imán para los delincuentes. La seguridad es precisamente lo qué ha empujado países como Suecia a plantearse seriamente acabar con la circulación de dinero en efectivo.

De momento lo han implementado en ámbitos como el transporte público -los autobuses de Estocolmo ya funcionan sólo con tickets electrónicos- con el objetivo principal de proteger los trabajadores del servicio. Un ejemplo similar, pero en el ámbito privado: la cadena de supermercados holandesa Marqt tan sólo permite el pago con tarjeta. Consideran que es "más seguro, limpio y rápido" que el sistema tradicional.

Dinero electrónico para todo
El dinero electrónico todavía tienen que superar un obstáculo: el pago de cantidades pequeñas. Cuando vamos a comprar el pan o el diario seguimos haciéndolo con monedas, puesto que la implantación de las tarjetas monedero nunca se ha consolidado. "A estos comerciantes no los sale por anticipado disponer de un TPV porque la comisión se le come el reduïdíssim margen de beneficio que tiene", destaca Vizuete. Pero este modelo tiene que cambiar, puesto que, como recuerda Cortés, "hoy las limitaciones de pagos de mínimos se han eliminado". Especialmente en las transacciones online, donde es habitual pagar 99 céntimos con tarjeta o paypal por una app o una canción a iTunes.

La implementación del pago con teléfono móvil, que todos los expertos aventuran que será el pan de cada día de aquí a muy poco tiempo (operadores tan poderosos como Movistar, La Caixa y Santander se han aliado para impulsarlo) puede romper reticencias con este tipo de pagos. "El valor añadido respecto a la tarjeta de crédito es la comodidad", resuelve Vizuete. Un móvil equipado con una aplicación wallet (monedero) vinculada a una tarjeta virtual de prepago recargable, y con tecnología contactless (tan fácil de implementar como colocar al aparato una pegatina que facilita la entidad bancaria) tiene que permitir pagar nuestros gastos diarios en un cerrar y abrir de ojos, con el mismo aparato con que mirábamos Whatsapp mientras hacíamos cola a la caja.

Las incertidumbres de las monedas virtuales
Se suele confundir dinero electrónico y virtuales pero estos últimos, que también pueden ayudar a enterrar el dinero en efectivo, son harina de otro costal. El Bitcoin es el ejemplo más conocido: una criptodivisa que ha aumentado espectacularmente de valor en los últimos años, a pesar de que también ha sufrido importantes problemas de seguridad. Los expertos divergen sobre el futuro que le espera a este tipo de monedas. "No hay ninguna autoridad financiera que lo regule, el sistema lo ve como un enemigo y siempre alertará de sus defectos para disuadir el uso" destaca Vizuete.

Desde RocaSalvatella son más optimistas. "Es una evolución disruptiva de la transacción electrónica, puesto que aporta una nueva manera de hacer las cosas ". Lo comparan con el cambio de paradigma que ha supuesto Whatspp para las compañías telefónicas, o los portales de Internet especializados en la investigación de pisos para las empresas inmobiliarias. Pero para conseguir una implantación masiva, monedas virtuales como el Bitcoin "tienen que ser muy fáciles de entender por los ciudadanos del que lo son ahora", dice Cortés.

Aún así, señala casos de éxito que muestran el alcance de estos nuevos modelos, en especial a países que "tienen un sistema bancario poco implantado". Por ejemplo a Kènia, con M-Pesa, o Zimbabwe, con EcoCash, las dos aplicaciones que básicamente permiten la transferencia de dinero entre particulares con el móvil, y que facilitan el pago electrónico a personas que hasta ahora estaban excluidas.

Desde el departamento de Finanzas de ESADE temen que la proliferación de estos sistemas virtuales "multipliquen las posibilidades de perder el rastro de las transacciones". Es decir, según el profesor Palau, que tampoco puedan ser fiscalizadas y sean un vehículo para el fraude. "En estos modelos, el más importante será siempre la transparencia y la traçabilitat". En caso contrario, el dinero en efectivo y las monedas virtuales acabarán teniendo muchos más puntos (negativos) en común que nos habríamos imaginado.
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