Amenaza a la empresa familiar: la desafección

Jordi Tarragona expone los posibles motivos de la oposición de las nuevas generaciones a hacerse cargo del negocio familiar

La desafecció és uno de los demonios de la empresa familiar | iStock La desafecció és uno de los demonios de la empresa familiar | iStock

Esta historia es totalmente ficticia. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Está sacada del libro Ángeles y demonios de la familia empresaria. Manel ve con satisfacción cómo el negocio de metalistería que él fundó ha prosperado con sus dos hijos. Pero le preocupa la continuidad. Tiene cuatro nietos: Maria, de 32 años, es médico en el hospital; Joan, de 31, ha estudiado periodismo y hace de reportero freelance en Sudamérica; Anna es maestra como su pareja y nunca ha querido saber nada del mundo empresarial; y Alfons, de 27 años, ha estudiado ADE y lleva trabajando en la empresa desde que empezó bachillerato.

Alfons ha comunicado a la familia que el mundo de la empresa, ahora que lo conoce de verdad, no le atrae. Que las preocupaciones para pagar nóminas, atender pedidos y negociar con los bancos crea unas tensiones vitales y familiares que ha vivido y que no quiere para él. Dice que lo que realmente le gusta es el arte y la justicia social. Quiere vivir de la música gracias a la carrera de violín, que estudió por insistencia de su madre, colaborando con la ONG Música por la Paz; y si todo va bien, ganar un dinero extra con su otra afición: la pintura.

Manel no entiende qué ha pasado. "Han tenido de todo gracias al negocio. Sus padres y yo nos hemos dejado la piel para ellos y ahora nadie quiere saber nada del negocio. "Tendremos que venderlo o cerrarlo", le dice a su mujer. Esta le contesta: "Es natural, lo que quieren es ser felices y viajar para conocer mundo. No quieren tener que trabajar los sábados y casi no tener vacaciones, como nosotros y nuestros hijos. El mundo cambia".

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Esta breve historia nos presenta el quinto de los pecados capitales de la familia empresaria: la desafección, que crea desinterés por la empresa familiar. Aleja a los que no trabajan en ella, sobre todo a las personas de la siguiente generación. Las nuevas generaciones tienen un nivel de formación y conocimiento del mundo mucho más amplios que las precedentes. El abanico de posibilidades que tienen es incomparablemente más extenso. Es muy posible que su domicilio incluso esté en un continente diferente que el de la empresa familiar.

Las nuevas generaciones tienen un nivel de formación y conocimiento del mundo mucho más amplios que las precedentes; el abanico de posibilidades es incomparablemente más extenso

Todo esto, favorece la desafección respecto a trabajar en la empresa familiar y también a ser propietario. Y puede venir favorecido por una concepción de la vida en la que la felicidad se tiene que lograr sin sacrificio. Esta desafección puede verse favorecida por una transmisión centrada, quizás de forma inconsciente, en los inconvenientes de la empresa familiar. Si los eventuales continuadores han vivido enfados, preocupaciones, desvelos, mal humor y dedicaciones excesivas de los antecesores por la empresa en el día a día familiar, quizás se decantan por no ser empresarios. "¿Quién quiere esta forma de vida?", pueden pensar.

Los añadidos, es decir, los parientes por afinidad (o políticos) pueden ser portadores, quizás de forma inconsciente, del virus de la desafección. Este demonio se tiene que atacar cuando planta la semilla; hacerlo cuando ya ha crecido es muy difícil.

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