
En el edificio del SC Trade Center de Sant Cugat del Vallès, un espacio donde la modernidad y la eficiencia se respiran en cada rincón, nos espera Lluís Gutiérrez, gerente y administrador del grupo Gran Vida, y uno de los pesos pesados del sector de la dependencia. Su manera de acoger al equipo de VIA Empresa transmite la misma proximidad y serenidad que inspira su proyecto. Habla con pasión de su trayectoria al frente de 15 residencias repartidas por toda Catalunya, en que el reto es diario.
La filosofía que las guía ha llevado a Gran Vida a convertirse en el segundo grupo de residencias catalanas en número de centros, y el decimoctavo en número de plazas. Pero su modelo se aleja de las grandes macroresidencias gestionadas por multinacionales: el grupo defiende el centro pequeño y mediano, arraigado al pueblo y concebido para ofrecer proximidad y familiaridad.
De 17 plazas a 15 centros
El proyecto nace en 2009 con la compra casi anecdótica de una pequeña residencia de 17 plazas en el Eixample de Barcelona. El contexto no era fácil, con el paro por las nubes. “Muchas familias retiraban a sus padres porque necesitaban la pensión de jubilación para sobrevivir en aquel momento, fue durísimo. Pero también fue el inicio de un camino inesperado que, sin duda, no esperábamos que alcanzaría la magnitud que tiene hoy”, recuerda Gutiérrez. Ahora bien, la crisis abrió oportunidades, y en pocos años Gran Vida incorporó tres centros más.
Gran Vida es el segundo grupo de residencias catalanas en número de centros, y el decimoctavo en número de plazas
Hoy ya suma una quincena en las demarcaciones de Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona, con más de 585 plazas y una facturación anual de 15 millones de euros. Las previsiones de Gutiérrez son optimistas: “Esperamos cerrar el año superando las 600 camas”, dice. Sin embargo, insiste en que no crecerán por crecer: “Preferimos un crecimiento sostenido, y crecer para salvar. Muchos de nuestros centros eran proyectos con historia y arraigo local que estaban a punto de desaparecer por diversos motivos, y que hemos consolidado con inversión y acreditaciones públicas”. “Ya desde el primer día nos dimos cuenta de que el futuro pasaba por las residencias pequeñas y medianas. La gente busca calidez, trato humano y proximidad, no grandes complejos impersonales”, sentencia.
Tres criterios básicos para plantar la raíz
El grupo suele operar en poblaciones de entre 5.000 y 15.000 habitantes, en que a menudo emerge como la única residencia del municipio. Son buenos ejemplos Sant Feliu de Codines, l’Arboç del Penedès, Bigues i Riells o Figaró-Montmany. “Son territorios donde los grandes operadores no vendrán nunca, pero donde hay mucha gente mayor que necesita atención”, defiende Gutiérrez. Este posicionamiento hace que Gran Vida se dirija a un público objetivo sin competencia directa.

“El 60% de las residencias en Catalunya son pequeñas y medianas, pero casi todas son independientes y sufren presiones del proceso de concentración del mercado. Nosotros somos los únicos que hemos creído y apostado por este modelo de manera global”, afirma el gerente. Los criterios son claros: debe haber suficiente demanda (con la ratio del 5% de plazas sobre la población mayor de 65 años), disponibilidad de profesionales en el territorio y viabilidad económica a largo plazo.
Un sector con triple emergencia
A pesar de tener la hoja de ruta bien controlada, la realidad es que el sector de la dependencia en Catalunya se encuentra actualmente en una situación crítica, marcada por tres problemas estructurales que amenazan la calidad de la atención a las personas mayores: la infrafinanciación crónica, el absentismo laboral elevado y la falta de profesionales. Gutiérrez destaca que “el sistema está al límite”, subrayando que “sin una inversión pública real, el modelo actual es insostenible”.
Según la Associació Catalana de Recursos Assistencials (ACRA), la falta de recursos para la formación y retención de profesionales, así como para la creación de nuevas plazas públicas y concertadas, agrava esta situación. “En los próximos 10 años necesitaremos 100.000 nuevos trabajadores en las residencias, 20.000 de los cuales en Catalunya, o no podremos atender a las personas mayores. Sería el gran fracaso del estado del bienestar”, advierte en un comunicado Cinta Pascual, presidenta de ACRA.
Asimismo, según un informe de Pimec, Catalunya es el segundo territorio del Estado con más absentismo por incapacidad temporal (IT), solo por detrás de Navarra. La falta de profesionales formados es una problemática transversal que afecta al sector de la dependencia. Un informe de la Cambra de Comerç de Catalunya cifra el impacto económico de los cuidados informales a las personas mayores en 10.105 millones de euros, el 4,1% del PIB, y se calcula que se necesitarían más de 230.000 profesionales para cubrir cada hora de cuidado en el mercado laboral. Esta escasez de profesionales formados se ve reflejada en la dificultad de los centros para cubrir las plazas vacantes, y en la necesidad de formar continuamente al personal existente para mantener los estándares de calidad.
El grupo ha alcanzado la quincena de residencias con más de 585 plazas y una facturación anual de 15 millones de euros
“Catalunya tiene cerca de 62.000 plazas residenciales, con un déficit estructural reconocido por la Generalitat. El 75% son de titularidad privada y solo una de cada tres es concertada”, describe Gutiérrez. “La demanda no parará de crecer. Pero el debate no es solo de plazas, es de modelo. ¿Queremos macroresidencias en las ciudades o centros de proximidad que favorezcan los desplazamientos? Esta es la incógnita de futuro”, reflexiona.
La gerocultora, pieza clave e invisible del sistema
Más allá de las cifras, el motor real de las residencias son las gerocultoras: profesionales que acompañan a las personas mayores en las actividades básicas del día a día, como levantarse, comer, higiene, medicación, movilidad o, sencillamente, conversar. Todo ello asumiendo sueldos bajos (entre 1.100 y 1.300 euros netos mensuales, según el convenio estatal), jornadas exigentes y una elevada tasa de rotación.
Son mayoritariamente mujeres, con una formación que, a pesar de ser obligatoria y requerir el certificado de profesionalidad de atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones sociales, aún es insuficiente para cubrir toda la demanda. “Sin gerocultoras motivadas y cuidadas, no hay modelo que aguante. El futuro del sector depende de dignificar y priorizar su trabajo y condiciones, porque son ellas las que hacen posible el envejecimiento digno que defendemos”, subraya Gutiérrez.
Las personas como gran aprendizaje
Después de mucho tiempo remando por un proyecto propio, el aprendizaje que más destaca el directivo es que “para cuidar bien, primero nos tenemos que cuidar nosotros”. Su apuesta es por un clima laboral sin miedo a equivocarse, en que el error sea una oportunidad de aprendizaje. “Si un trabajador tiene miedo de equivocarse, nunca hará bien su trabajo”, asegura. “Por eso nosotros promovemos el salario emocional con pluses y flexibilidad horaria, siempre priorizando el sentido de la responsabilidad”, añade.
Gutiérrez: "Catalunya tiene cerca de 62.000 plazas residenciales, con un déficit estructural reconocido por la Generalitat. La demanda no parará de crecer"
Las anécdotas con usuarios y familias también le han dejado una convicción clara: “La mayoría llegan a la residencia con reticencias, pero al cabo de unos meses se dan cuenta de que ha sido la mejor decisión. El usuario se siente como en casa y la familia puede volver a disfrutar de él, sin sufrir”. De hecho, este es el lema que defienden: “Nadie le quiere como tú, pero nadie les cuida como nosotros”.
El grupo reivindica que la diferencia no es el tamaño, sino el espíritu. Un modelo pensado para pueblos y ciudades medianas, que aporta calidez y humanidad en un sector esencial para el futuro de la sociedad. “Nuestro sueño es que cuando alguien piense en envejecimiento digno, piense en Gran Vida. Que nos reconozcan no por el número de plazas, sino por cómo hacemos sentir a las personas mayores y a sus familias”, concluye Gutiérrez.