Los Juegos Olímpicos ya no son lo que eran. La mutación del COI

Los miembros del comité de los Juegos entran en una carrera a contrareloj para continuar con la celebración

Ana Peleteiro, deportista española a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 | Europa Press Ana Peleteiro, deportista española a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 | Europa Press

Hace escasos días cayó el telón del Juegos Olímpicos celebrados a Tokyo este 2021, denominados 2020 para seguir el ciclo olímpico. Una edición atípica, no solo por la demora de un año en la celebración, sino porque se han organizado todavía en época de pandemia, con todo el que esto significa: cantidad mínima de público en directo, controles constantes a los atletas, restricciones a los medios de comunicación, etc. Pero durante esta quincena olímpica también se ha producido un hecho que merece la pena destacar y que ha pasado casi por alto para la mayoría de espectadores no iniciados.

El pasado día 21 de julio el COI escogió Brisbane como sede de los Juegos de 2032 de una manera muy diferente a como se habían elegido otras ciudades organizadoras, porque los miembros de la entidad con sede en Lausana tuvieron que votar sí o no a una única candidata, la ciudad australiana. Por cierto, Brisbane fue una de las ciudades derrotadas por Barcelona en la lucha por los Juegos del 1992, junto con París, Amsterdam, Belgrado y Birmingham. En esta elección para 2032, el terreno de juego fue una pregunta muy lacónica a cada uno de los miembros del COI para que expresaran su decisión: "¿Acepta usted escoger Brisbane como sede de los Juegos de la XXXV Olimpiada 2032?", y las respuestas se decantaron por el sí de manera agobiante, para mostrar un marcador final de 72 a 5, con tres abstenciones de miembros díscolos. Encara suerte de este resultado, porque al parecer no existía plan B.

Esta carencia de candidaturas no es del todo nueva, porque probablemente poca gente lo recuerde, pero los Juegos de 2024 y 2028 fueron otorgados literalmente a dedo a París y Los Angeles, respectivamente, únicas candidatas definitivas. Las otras ciudades que se habían mostrado interesadas, como Roma, Hamburgo o Budapest fueron borrándose por problemas diversos, ya sea económicos o de apoyo popular. A los franceses los hacía gran ilusión celebrar unos Juegos en 2024, porque supondrán el centenario de la última ocasión en qué fueron sede olímpica, mientras que hay que suponer que a los californianos ya les estaba bien este reparto digital.

Como vemos, todo aquel festival de ciudades candidatas dándose golpes de codo ante las televisiones del mundo entero para conseguir los Juegos ha pasado a la historia. El último recuerdo que permanecerá de aquella época será la frase "Madrid is eliminated" que pronunció Jacques Rogge, presidente entonces del COI después de que el empate a votos entre Madrid e Istambul generara una gran confusión por culpa de un medio español, que había interpretado que el empate entre las dos ciudades significaba que Tokyo había quedado tercera, cuando en realidad era justo al revés. Hasta el mítico "Madrid is eliminated" muchos españoles todavía esperaban llevarse los Juegos.

Los Juegos que acabamos de ver por televisión habían supuesto unas inversiones superiores a los 13.000 millones de euros

¿Y por qué pasa todo esto? Pues porque el mundo ha cambiado y el COI intenta adaptarse para mantener vive su lucrativo negocio. Las malbaratadores luchas a muerte entre ciudades candidatas ya no son un plato de buen gusto para los espectadores en medio de un mundo en crisis, y sobre todo, ya no existe el afán de los ciudadanos para que su ciudad sea sede de unos Juegos. De hecho, en los casos donde se ha llevado a cabo un referéndum ciudadano para decidir, el resultado habitual ha sido la negativa a financiar un acontecimiento tan sumamente caro. Por ejemplo, los Juegos que acabamos de ver por televisión habían supuesto unas inversiones superiores a los 13.000 millones de euros.

Eso llamado "espíritu olímpico" es siempre un buen reclamo, pero si el negocio no funciona, se acaba el invento y los miembros del COI de ninguna de las maneras querrían un desenlace así. Según las cifras que ellos mismos publican, sus ingresos fundamentales son por televisión, gracias a la venta de los derechos de retransmisión de los Juegos en todo el mundo. Esta partida supera el 70% del total, y son el verdadero pilar de su contabilidad. Para posarlo en contexto, en un club como el Barça, esta fuente de ingresos se queda en el 30%. Siguiendo con la cuenta de explotación del COI, a mucha distancia hay los sponsors (18%) y otros ingresos (el 9% restante). De todo este volumen, la media anual del cual puede bordear los 1.400 millones de dólares (1.192 millones de euros), un 10% lo retiene el mismo comité por gastos de gestión, mientras que el 90% (que en el periodo 2013-2016 llegó a los 5.000 millones de dólares -4.257 millones de euros-) se inyecta al movimiento olímpico, incluyendo la organización de los Juegos y el desarrollo de los deportistas.

Es fácil pensar que la preservación de un negocio tan fabuloso sea la prioridad del COI, y por lo tanto arriesgar a organizar una selección entre candidatas que genere rechazo o, peor todavía, que remita a un referéndum entre los ciudadanos y se pierda, resulta poco rentable para el olimpismo. La comodidad con la carencia de contestación ciudadana ha acabado empujándolos a una aproximación hacia regímenes con carències democráticas.

Hemos visto incluir en el programa olímpico el skate, el surf, la escalada, el baloncesto 3x3 o incluso, el golf, para poner algunos ejemplos

Otro de los factores que han marcado la evolución de los Juegos, en este caso en la vertiente deportiva, es cierta carrera alocada para incluir nuevas disciplinas que aporten audiencia en unas retransmisiones que a menudo no desprenden toda la adrenalina que las nuevas generaciones exigen. Así, hemos visto incluir en el programa olímpico el skate, el surf, la escalada, el baloncesto 3x3 o incluso, el golf, para posar algunos ejemplos. El resultado ha sido desigual y seguramente algunos deportes han tenido una vida corta dentro de los Juegos.

La singularidad de los miembros del COI y de los comités nacionales asociados, con un buen contingente de miembros de casas reales, también provoca que el olimpismo sea un mundo aparte bastante alejado de la realidad. En este sentido, hay que hacer mención al caso del Comité Olímpico Español, que además de estar presidido por Alejandro Blanco Bravo, alguien que no sabe inglés y que plagió su tesis doctoral, lleva cierto tiempo con una relación incestuosa con una secta considerada de extrema derecha, como es Nueva Acrópolis. Un día de estos habría que sacar tiempo para explicar esta historia tan deliciosa. Nos vemos en París 2024.

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