Qué eres, una cabeza o un líder?

Mandar no tiene nada que ver con liderar, y tu empresa se puede resentir si no entiendes la diferencia. Nuria Chinchilla distingue entre dos conceptos que están muy lejos de ser sinónimos

Qué distingue una simple cabeza de un auténtico líder? Es la diferencia entre ordenar o convencer, manipular o empatitzar, ser visto con desconfianza o ser ejemplar. Entre tener empleados que se pasan la jornada laboral mirando el reloj, buscando ofertas laborales y malparlant de tú a tus espaldas, o disfrutar de un equipo cohesionado, interdependiente y dispuesto a darlo todo. Saber distinguir entre mandar y liderar, en definitiva, es vital porque el proyecto empresarial salga adelante. Para conseguirlo, nos dejamos guiar por Nuria Chinchilla, doctora en Ciencias Económicas y Empresariales profesora de la IESE Business School y una de las voces más autorizadas del país en el ámbito del liderazgo de personas y de organizaciones.

Las tres escaleras de liderazgo
Chinchilla distingue entre tres tipos de líderes:
  • La simple cabeza, atrapado en el poder formal, que sólo sabe motivar con el clásico binomio de palo y zanahoria.
  • El líder ejecutivo, con capacidad de visión de negocio . Es el típico emprendedor, pero para dirigir una empresa hace falta algo más. Hay que dar el salto al tercer nivel.
  • El líder trascendente. Ocupa este tercer nivel y distingue el auténtico liderazgo. Todo aquello que hace trasciende a los demés, es un líder personal que permite que las personas de su equipo se desarrollen completamente.

De coercitivo a afectivo
El primer tipo de líder –lo simple ninguno- es mecanicista y coercitivo, voz a las personas como simples máquinas que puede utilizar para conseguir algo. El segundo es psicosocial y manipulativo, hace que sus trabajadores aprendan a desarrollar determinadas capacidades pero sin ir más allá. El tercero es humanista y afectivo. "Voz a su personal como essers libres y no manipulables, y consigue que hagan aquello que hace falta simplemente porque ellos quieren hacerlo" destaca Chinchilla.

De la transacción a la confianza
La cabeza mantiene una relación muy superficial con su equipo, puramente transaccional. Sus trabajadores son dependientes, esperan a recibir órdenes y se limitan a cumplir los mínimos. En siguiente nivel de liderazgo, la relación de la cabeza con los trabajadores empieza a ser transformadora. "Pero sin empatía ni humanismo, construir héroes o malvados entre su personal", apunta Chinchilla. El auténtico líder establece relaciones de confianza con los trabajadores, puesto que estos confían plenamente en sus capacidades e intenciones. Y genera interdependencia en su equipo; los trabajadores son conscientes que sus acciones tienen un impacto en los compañeros.

Mandar o liderar
Una confusión habitual es denominar líderes a aquellos que tienen poder. "Un directivo es poderoso dentro de la empresa, pero esto ni mucho menos lo convierte automáticamente en un líder" dice la doctora.

La cara visible de la empresa
Los trabajadores siguen a su líder porque lo identifican con la empresa y con su misión. "Al final de todo, la empresa se resume en tu cabeza, él es la cara que pones a tu puesto de trabajo" dice Chinchilla. Es quien te hace trabajar 11 horas en el día o bien quién permite que llegues a casa a una hora decente; quién te mujer flexibilidad o quien te pandilla; quién te dirige por objetivos o quienes sólo te exige presentisme. Según la experta en liderazgo, un 60% de los abandonos de la empresa se deben de a que el trabajador huye de su cabeza. "Tiene que ser exigente pero justo y razonable en cada caso. La justicia sin comprensión es pura opresión" añade.

Ganar y perder liderazgo
Hacer de líder es ponerse a la palestra ante los trabajadores, porque con cada decisión que tomes, la gente juzgará si eres justo y competente. "Con cada decisión, estamos ganando o perdiendo autoridad" apunta Chinchilla. Naces líder, o te conviertes? "Ves a niños y niñas que de muy pequeños se intercambian cosas, con una visión innata de los negocios, y otros más dispuestos a ayudar al otro, a ser empáticos; pero nadie nace siendo generoso" apunta Chinchilla. Se nace con potencial de liderazgo , pero se tiene que hacer fructificar. El proceso para llegar al tercer nivel de liderazgo es del todo aprendido, y hay que tomar decisiones que a menudo son difíciles.

Aprender a ser un líder
Para la profesora de IESE, hacen falta dos pasos clave. En primer lugar, formarse a través del método del caso, un instrumento de aprendizaje que te pone en situación, te enfrenta a casos prácticos para anticipar cuáles son las consecuencias de tus actos como líder. Y en segundo lugar, el entrenamiento de la nueva habilidad, la práctica en el día a día. "Pronto descubres que con un liderazgo real puedes llegar a muchos más lugares, y rompes con la creencia que la única manera de hacer las cosas es como tú las hacías" dice Chinchilla.

El liderazgo se puede delegar
Un emprendedor puede tener grandes competencias estratégicas pero estar carecido otras aptitudes que lo hagan ser un buen líder. "La cuestión es si está capacidad para adquirirlas, o si le sale más por anticipado delegar". Es decir, contratar un especialista en dirección de personas porque haga este trabajo.

Un líder dentro y fuera de la empresa
La primera condición del líder es ser ejemplar, tanto en la manera de trabajar y de tomar decisiones, como en la forma de vivir. La persona es la misma en todas partes, al trabajo y fuera de ella. No es posible ejercer relaciones de confianza, positivas, estables y constructivas a la empresa y no hacerlo en casa, como padre, como madre o como amigo. El liderazgo, por lo tanto, no es una chaqueta que se puede ponerse o dejar a la percha según convenga. Cómo dice Chinchilla, "si instrumentalizas a tu pareja y a tus hijos, también lo harás con tus empleados".
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