En los años 60 las personas con discapacidad intelectual a menudo pasaban la vida encerradas en casa. Sin ocio ni posibilidad de trabajar, incluso a veces eran escondidas por vergüenza. Décadas después la situación es totalmente diferente y es gracias a proyectos cómo Sant Tomàs.
Fue el 1967 cuando un grupo de siete familias con hijos con discapacidad de Osona decidió unirse para crear una asociación que atendiera sus hijos para mejorar su bienestar. Casi sesenta años después, atienden más de 2.000 personas, dan trabajo a unas 330 personas con discapacidad y gestionan un presupuesto de más de 26 millones de euros. Una historia de éxito que aspira a transformar y mejorar la vida de este colectivo.
Gorgals: "No había ningún servicio"
"En aquellos tiempos no había ningún servicio, normalmente las familias tenían los hijos con discapacidad en su casa y los cuidaban cómo podían", explica Ricard Gorgals, director del àrea de empresa social de Sant Tomàs. Un hecho que marcó el proyecto fue, desde bien pronto, la implicación de toda la sociedad civil de Osona.
Desde su nacimiento y hasta principios de los 90, Sant Tomàs fue una entidad dedicada exclusivamente a la atención de personas con discapacidad. Y haciéndolo a través de todo su ciclo de vida: desde la atención precoz, una escuela de educación especial, centros ocupacionales y de día, residencias, viviendas, acogida y mucho más. Además, opciones de ocio. "Todos estos servicios estructuran la vida de la persona y ayudan a la familia, que sabe que su familiar está bien y alguien se está ocupando", añade Gorgals.
Y, muy importante, "saben que alguien cuidará de ellos cuando ya no estén".
El primer contrato laboral
A partir de los 90, Sant Tomàs dio un paso más y se adentró en el mundo laboral. Con el mismo objetivo de mejorar la vida de las personas con discapacidad y ofrecerles oportunidades. Así, el 1992 firmaron el primer contrato laboral: "Las primeras actividades eran manipulados y servicios industriales a terceros".
Y poco a poco se fueron añadiendo nuevos servicios: jardinería, limpieza, lavandería o cocina. "Al principio, lo hacíamos para nosotros mismos. Y una vez lo dominas, te ves con corazón de llevarlo al mercado", explica el responsable. Gorgals reconoce que al principio "costaba mucho" convencer a empresas y ayuntamientos de contratar un servicio llevado a cabo por personas con discapacidad: "Tenías que demostrar que lo podías hacer bien y a un precio razonable".
Atender la discapacidad, el objetivo
Pero con su buen trabajo y organización se ganaron la confianza de muchas instituciones hasta el día de hoy, que trabajan por una cincuentena de instituciones y administraciones públicas, una quincena de escuelas y con más de ochenta empresas. Todo ello sirve para mantener la parte asistencial de Sant Tomàs y dar trabajo a personas con discapacidad según sus necesidades y capacidades. Y es que funciona cómo una Fundación sin ánimo de lucro donde se reinvierten todos los beneficios.
Además, tienen una bolsa de trabajo para ayudar personas con discapacidad a insertarse en el mercado laboral encomendero en empresas: "La sociedad ha avanzado mucho y es cada vez más abierta, también las empresas".
El chocolate y las patatas
Pero la crisis de 2008 afectó de pleno algunos de los servicios que ofrecían y los ingresos cayeron. "Hicimos la reflexión que hacía falta algún producto propio", recuerda Gorgals. Y empezaron a hacer chocolates y otros snacks, que vendían sobre todo en tiendas y restauración de Osona.
Y el 2022 pusieron en marcha el negocio de las patatas fritas de bolsa Sant Tomàs. En su primer año de vida han elaborado 8.000 kilos de patatas a través de 70.000 bolsas que han vendido en más de 330 puntos de venta de Catalunya y Andorra. "Nos gusta que el producto esté en el mercado y la marca sea la propia entidad, que se diga Sant Tomàs, porque nos ayuda a explicar nuestra historia", detalla.
Al inicio se hicieron un lugar en el comercio de proximidad de Osona: "Nos abrieron las puertas de forma extraordinaria, estamos muy agradecidos". Después entraron a Bon Preu, que tienen la sede central en la comarca. Y ahora también están en espacios cómo Ametller Origen. Primero en establecimientos de Osona y ahora al resto del país.
Orgals: "El producto se tiene que defender solo y lo tienen que comprar porque es bueno"
"En Osona hemos vendido mucho, porque la gente nos conoce. Fuera también ha ido bien, pero tenemos que hacer mucho esfuerzo comercial", reconoce el director del área de empresa social. Una cosa que tienen clara es que más allá de su tarea social, quieren hacer un buen producto: "El producto se tiene que defender solo y lo tienen que comprar porque es bueno y competitivo".
De hecho, destaca que siguen una producción artesanal, utilizando productos de calidad. "Y producimos según encargo, porque queremos que el consumidor se coma las patatas acabadas de hacer", enfatiza. Y, además del buen producto, hay la historia y el proyecto de Sant Tomàs.
Un proyecto de vida
Una historia que ha mejorado el bienestar de miles de personas con discapacidad de la comarca de Osona y sus familias, desde que son muy pequeños y hasta el final de la vida. Atención, ocio y trabajo, los pilares fundamentales. Para ayudarlos a desarrollarse en todos los sentidos de la vida. "Un mundo de posibilidades", resume Ricard Gorgals, que empezó por la iniciativa de siete familias osonenques preocupadas por sus hijos.