Trasmediterránea, el nuevo viaje de una firma histórica

La firma centenaria en manos canarias pasará a ser medio italiana después de la compra de activos y las rutas entre Barcelona y las Balears por parte de Grimaldi

Un barco de Trasmediterránea, en una imagen de archivo | iStock Un barco de Trasmediterránea, en una imagen de archivo | iStock

El pasado 14 de abril se publicó una noticia que no tuvo una gran trascendencia más allá de las páginas de economía, pero que tiene su interés desde el punto de vista histórico. El caso es que la naviera italiana Grimaldi, propiedad de la familia homónima, adquirió las rutas históricas de la compañía Trasmediterránea, una firma ahora en manos de un grupo canario. La transacción implicó que las rutas entre Barcelona y los diferentes puertos de las Balears pasaran a manos de la empresa italiana con sede a Civitavecchia. La importancia de la operación reside en que estas son algunas de las rutas originales de la compañía Trasmediterránea, una empresa fundada en Barcelona en 1916, detrás de la cual estaba el magnate mallorquín Joan March.

Formalmente, Trasmediterránea se había fundado con un capital social de 100 millones de pesetas a partir de la fusión de varias navieras catalanas y valencianas: la Compañía Valenciana de Vapores Correos de África, la Ferrer Peset, la Línea de Vapores Tintoré y la Sociedad Navegación e Industria. Poco tiempo después, el presidente sería Ernesto Anastasio Pascual, un hombre de confianza de March, que sustituía al primer ejecutivo inicial, José Juan Dómine. Desde buen comienzo, se ganó la etiqueta de empresa catalanista por una medida que tomó pocos días después de iniciar las actividades, consistente en rebautizar algunos de los barcos que había recibido de las navieras fundadoras con nombres muy arraigados a la tierra, como por ejemplo Jacint Verdaguer, Joan Maragall o Roger de Flor.

Los primeros años de la compañía estuvieron caracterizados por un fuerte crecimiento, fruto de la adquisición de varias empresas marítimas de toda la península, pero sin duda, la operación más emblemática fue la compra de La Isleña Marítima (1918), una empresa muy tradicional de Palma. La transacción estuvo diseñada por el propio Joan March, que consiguió arrebatar la firma a la burguesía local usando sus reconocidas habilidades financieras. En 1921, la sede de Trasmediterránea se mudó a Madrid y precisamente en aquel momento empezaría un periodo de explotación de rutas (Balears y norte de África) en régimen de monopolio inusualmente largo, de 1921 a 1998. Entremedias, un proceso de nacionalización de la compañía en 1978 a través de una oferta pública de adquisición, que el Estado lanzó a los accionistas de la firma. La oferta estaba condicionada a que el Estado llegara a conseguir el 54% del capital, pero muy buena sería la propuesta o muchas ganas tendrían los accionistas de dejar de serlo, que cinco días antes de vencer el plazo la administración pública ya se había hecho con el 60% del capital.

A inicios de la década de los 90, la compañía continuaba con vida gracias a las constantes inyecciones de capital por parte del Estado 

La nueva titularidad de la empresa no consiguió mejorar la precaria situación del negocio, que ya durante el primer año tuvo que afrontar amenazas de huelgas de los trabajadores en medio del convencimiento de que después de 60 años de vida Trasmediterránea naufragaría. Los peores augurios no se cumplieron, porque, a inicios de la década de los 90, la compañía continuaba con vida gracias a las constantes inyecciones de capital por parte del Estado, que la había integrado dentro de la cartera de Patrimonio Nacional. Con el cambio de siglo, la situación se modificó radicalmente, porque sus gestores consiguieron transformarla en un negocio que ganaba dinero.

Acciona se lleva el pastel

Y de aquí, a hacer el viaje inverso y volver a manos privadas, circunstancia que se produjo en 2002, bajo el gobierno Aznar. A pesar de que las expectativas del gobierno pasaban por obtener 315 millones de euros por la naviera, a la hora de desembolsar se encontraron con la sorpresa de que la mejor de las ofertas presentadas apenas superaba los 250 millones. La propuesta ganadora fue la del consorcio que lideraba Acciona, con un precio de 258 millones de euros. En el paquete vencedor también estaba el millonario ibicenco Abel Matutes Juan, la CAM, el grupo Aznar y la naviera canaria Armas.

Precisamente la presencia destacada de Matutes en el consorcio ganador desató la polémica atendida su relación con el partido del gobierno. Las suspicacias no eran gratuitas, porque el anterior presidente de Trasmediterránea, Josep Maria Trias de Bes Serra, había afirmado que durante su mandato (que finalizó en diciembre de 1999, dos años y medio antes de la privatización) había preparado la compañía para que volviera a manos privadas y que un buen candidato para comprarla sería Abel Matutes. Por cierto, la salida de Trias de Bes de la empresa tuvo secuelas judiciales, porque el expresidente fue acusado de haberse quedado un cuadro propiedad de la compañía (El gran canal de Venecia, de Eliseu Meifrèn), circunstancia que él negó con rotundidad. La obra estaba valorada en seis millones de pesetas.

Las necesidades perentorias de caja de la empresa canaria Armas, fuertemente endeudada, han motivado la venta de rutas a Grimaldi 

Con el paso de los años, Acciona fue aumentando su participación en Trasmediterránea, hasta totalizar más del 90% del capital. Pero en 2018 cambiaron de política de inversiones y optaron por centrarse en el negocio de las infraestructuras y las energías renovables, de forma que transfirieron la totalidad de sus acciones a uno de los inversores que habían aparecido ya desde el momento de la privatización, la naviera Armas. La transacción se valoró en unos 260 millones de euros.

Y volvemos al punto donde empezábamos este artículo, la venta de las rutas tradicionales de Trasmediterránea a Grimaldi, según parece por las necesidades perentorias de caja de la empresa canaria, fuertemente endeudada, precisamente desde la deglución de Trasmediterránea, una presa demasiado voluminosa para la firma. De hecho, la compra no solo incluye las rutas mencionadas, sino que en el paquete también hay un buen puñado de activos, como embarcaciones, terminales y oficinas. Se da la circunstancia que tanto comprador (Grimaldi) como vendedor (Armas) son empresas familiares. Estaremos atentos a los siguientes viajes corporativos de esta compañía ya centenaria.

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