VSI: más allá de los indicadores económicos

El Valor Social Integrado servirá a un grupo de empresas para calcular el valor social de su actividad para superar los resultados puramente económicos

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El ámbito social gana cada vez más peso en las empresas. Por eso, y del mismo modo que las compañías calculan cuál es su impacto económico o resultados financieros, el Grupo Empresarial de Economía Social Clade propone que se mida qué impacto social tiene la actividad de una compañía a través del llamado Valor Social Integrado (VSI). Se trata de calcular el valor económico y social que genera una organización durante un periodo. Con esta voluntad se está aplicando la metodología en un estudio en que han participado Abacus, Escola Sant Gervasi, Fundació Blanquerna, Lavola y Sudara . Una de las conclusiones a las cuales se llega es que el valor social integrado multiplica por 135 el resultado económico.

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El doctor de la Universidad de Deusto y miembro de GEA Counting –entidad impulsora del valor social integrado–, José Luis Retolaza, explica que cada vez son más las empresas que apuestan para calcular este valor. Hace ocho años sólo trabajaban con una empresa y el 2017 ya eran 52. Actualmente colaboran con más de 200 entidades que contabilizan el valor social y apunta que hay un interés creciente. "Dicho esto, 200 empresas comparadas con los millones que hay en el Estado, no deja de ser un porcentaje insignificante", reconoce.

El presidente de Clade, David Cos, afirma que cada vez está más claro que la información no financiera de las empresas "tiene que ganar terreno" y "tiene que acabar pudiendo ser auditable". Según dice, se trata de un tema de responsabilidad "pero que supera de lejos las clásicas memorias de responsabilidad social empresarial que tienen un componente importante de subjetividad". "Creemos que este es un juego que no se vale y que si queremos construir un mundo mejor cada día tenemos que jugar con sistemas más rigurosos como el valor social integrado", defiende.

Cuerpo cree que la regulación en este ámbito acabará llegando y que este método de cálculo se irá extendiendo en todo el mundo empresarial, pero admite que será un camino lento.

En este sentido, apunta que la sociedad es de todos y que todo el mundo tiene su parte de responsabilidad, incluido el mundo empresarial. "Se tiene que poder medir el impacto de las empresas en la sociedad", afirma.

VSI de 453.350 euros

A la hora de hacer los cálculos, Clade diferencia entre el valor social de la actividad productiva y el valor social específico. El primero es el que genera la actividad económica de la compañía y corresponde a las transferencias salariales, el abono de impuestos y cotizaciones, las compras a los proveedores o las inversiones en empresas. Este valor será superior cuanto mayor sea la empresa y su volumen de facturación.

En cambio, el valor social específico, vinculado a la misión social de la compañía, depende en parte del tipo de actividad que hace. Por ejemplo, una empresa dedicada a la educación o al ámbito social generará un valor social específico mayor. También influyen la organización de la empresa, la igualdad salarial entre hombres y mujeres, la formación profesional, la generación de ocupación estable o el compromiso social con el entorno. En el cómputo final también se tiene en cuenta el regreso a las administraciones públicas por parte de la entidad.

Partiendo de estos parámetros, los resultados revelan que las cinco empresas participantes han generado un valor social integrado bruto de 453 millones de euros en el último ejercicio, siendo 327 millones el valor social específico. Por ejemplo, Abacus generó 145,3 millones de euros de VSI. Desde esta compañía, Imma Pérez explica que participan en el proyecto porque creen que medir el valor social específico "es una buena oportunidad para destacar que es posible tener un proyecto colectivo con un alto impacto social y que a la vez tenga un impacto económico". "Cuando se genera un impacto social, se genera un impacto económico", asegura.

Las universidades también se suman al VSI

En la misma línea, la responsable de la cátedra de responsabilidad social corporativa de la Universitat Pompeu Fabra, Sílvia Ayuso, argumenta que las universidades están en parte financiadas por la sociedad y que el cálculo del valor social los permite saber qué parte se devuelve a la sociedad. "Hacer esta medición y monetització permite calcular de alguna manera el regreso de valor que genera esta inversión que hace la sociedad en estas instituciones", declara. Además, cree que en un futuro este valor puede servir para establecer rankings y conocer cuáles son las universidades que más aportan.

Ayuso reconoce que el cálculo es todavía complicado porque "no hay un método estandarizado", aunque apunta que hay indicadores que son fáciles de calcular como por ejemplo el número de publicaciones que genera, la dedicación de recursos a proyectos concretos o valores tangibles en la formación de los estudiantes.

Desde la Fundación Blanquerna, Judit Martín puntualiza que en primera instancia puede parecer que una fundación privada tendría que obtener un valor social menor pero afirma que han podido comprobar que no es así. "Sólo el valor que ha salido ya nos ha dado suficiente confianza: generamos y devolvemos valor a la sociedad", dice. Además, considera que el siglo XXI "pide mirar las organizaciones desde una perspectiva diferente", más allá de las tradicionales métricas económicas. "Las organizaciones captan los recursos pero también transforman y dan más valor hacia fuera", resume la encargada de la responsabilidad social corporativa de la entidad.

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