La paradoja de la innovación

A medida que la implantación de las nuevas tecnologías se ha acelerado en el tiempo, la productividad global se ha reducido

¿Se pueden poner en el mismo saco la innovación y la productividad cuando analizamos sectores diferentes? | iStock
¿Se pueden poner en el mismo saco la innovación y la productividad cuando analizamos sectores diferentes? | iStock
Xavier Roig VIA Empresa
Ingeniero y escritor
18 de Enero de 2024

Las repercusiones del invento del señor Watt (la máquina de vapor) no se hicieron notar de manera universal, trascendental, hasta que se aplicó al ferrocarril. Probablemente porque su aplicación estaba ligada a la movilidad. El primer modelo de máquina de vapor se instaló en 1776, pero la primera locomotora a vapor no se inventó hasta el 1826. A lo largo de aquellos cincuenta años se innovó en fábricas, etc., pero el ferrocarril no empezó a expandirse hasta más tarde. El hecho demuestra que la aplicación práctica de los inventos no es radical y que, quizás, las últimas innovaciones (smartphone, internet, etc.) están lejos de tener una utilización plenamente madura. La electricidad se desarrolló a lo largo del último cuarto de siglo XIX pero, aunque parezca mentira, la aplicación general de la electricidad no se consumó hasta la década de los 1970 -yo he conocido la nevera de hielo-.

 

Actualmente, parece que la implantación de los inventos es más rápida. Den un vistazo al pasado. La década de los 1960-70 fue la de la generalización de los ordenadores en las empresas. Máquinas monstruosamente grandes y caras, se iban tirando pequeñas para ser utilizadas en la empresa media . Aquellos veinte años culminaron con la aparición del PC (personal computer) desarrollado por IBM e introducido comercialmente en 1981. A partir de aquel momento empezó la cuenta atrás de la muerte de las máquinas de escribir. La desaparición del papel carbón y del famoso typex que maquillava los errores. Podemos decir que a mediados de los 1990 la revolución en las oficinas estaba consumada. Solo 15 años, y todo gracias a una máquina que, cuando se sacó al mercado, todo el mundo pensaba que serviría únicamente para hacer cálculos complejos.

La cosa no se para aquí. ¿Han parado ustedes atención a que, cada vez más, el lanzamiento de nuevos teléfonos portátiles provocan menos expectación? Lógico. Todo aquello que se le puede poner a un teléfono móvil ya le ha sido puesto. Por ahora... El objetivo, en general, ha consistido en incorporarle al teléfono todo aquello que se puede poner en un PC. Y la transición ha sido rápida.

 

Entonces surge la pregunta: ¿va cada vez más deprisa la adaptación de la sociedad a los nuevos inventos o es que todavía hay mucho para ver y que no sabemos? La paradoja no se para aquí porque resulta que a medida que la implantación de las nuevas tecnologías se ha acelerado, la productividad global se ha reducido. ¿Que está pasando? ¿Cuanto más se inventa, cuanto más se innova, menos se produce?

A medida que la implantación de las nuevas tecnologías se ha acelerado, la productividad global se ha reducido

Entre el 1973 y hasta el 2003, la productividad occidental creció de media entre el 2% y el 2,5%. Por el contrario, entre el 2003 y el 2023, este crecimiento se ha visto reducido al 0,4%. Esto explicaría, en parte, la paradoja que plantea que las actuales generaciones rompan la tendencia que decía que cada generación vivía mejor que la anterior. Recuerden que un crecimiento anual de la productividad del 2,3% hace que se doble la productividad respeto la generación anterior. Ahora bien, ¿cómo medimos la productividad? La aparición de las nuevas tecnologías hacen que medir este factor sea cada vez más difícil. ¿Qué aporta a la productividad Google Maps? ¿Y las ventas por internet? ¿Y el email? ¿Y el Whatsapp? Sobre todo cuando estos productos son gratuitos, es decir, el consumidor no paga nada. Todo ello se hace difícil de analizar. ¿Cuánto tendríamos que ganar de más para pagar lo que todos estos productos y servicios cuestan si fueran comercializados a precios de mercado? Un sistema de navegación costaba mucho dinero antes de la aparición de Google Maps. Que lo pregunten a excursionistas y transportistas. Hay quien estima que estos servicios gratuitos tendrían un valor de mercado que superaría los 30.000 euros.

El mundo de los servicios es etéreo, e incluye el camarero de las Ramblas pero también el ingeniero aeronáutico que trabaja en Toulouse

Y aquí entramos en la importancia de los bienes manufacturados. Por muchos servicios que existan, al final la gente necesita cosas palpables, cuantificables. Yo puedo valorar el hecho que por el precio de un coche, tenga dos. Calcular la productividad, aquí, es fácil. Ahora bien, que el transportista me lleve un paquete en un día en lugar de llevar dos, ¿qué vale? Las tendencias reindustrializadoras no son ninguna banalidad. El mundo de los servicios es etéreo y, como hemos dicho otras veces, incluye al camarero de las Ramblas pero también al ingeniero aeronáutico que trabaja en Toulouse. Las contribuciones a la innovación son diferentes, evidentemente. Todo parece indicar que la innovación y la productividad de diferentes sectores no se pueden poner en el mismo saco. Ni mucho menos.