Las redes sociales o la nueva Gestapo

Las redes sociales como campo de batalla en tiempos de coronavirus

Las redes sociales son un campo de batalla. | iStock Las redes sociales son un campo de batalla. | iStock

Las redes sociales hierven estas últimas semanas con críticas a las decisiones que toman los otros, quejas donde se hace evidente que quién la hace sabe más y lo haría mejor, denuncias por conductas insolidarias que a buen seguro quién hace la denuncia no habría tenido nunca esta conducta o ataques de todo tipo contra la opinión e ideas de los otros.

"Es cierto que desde su creación las redes sociales han sido un reflejo del momento social que vivimos"

Es cierto que desde su creación las redes sociales han sido un reflejo del momento social que vivimos. Cuando aparecieron eran una herramienta minoritaria donde los pocos que participaban descubrieron un espacio donde poder expresar con total libertad lo que pensaban alrededor de cualquier tema sin más filtro que la propia vergüenza de un mismo. Poco a poco se fueron popularizando y varios colectivos vieron un espacio para proyectar su imagen personal o sus ideas con voluntad de poder influir. Deportistas que promocionan sus marcas y resultados, políticos que trabajan su comunicación pública, partidos que quieren ganar elecciones, movimientos sociales sin otros altavoces que aprovechan para compartir su mirada del mundo o empresas que aprovechan los carácteres de Twitter para compartir las actuaciones que hacen. Hasta la actualidad donde las redes se han convertido en un campo de batalla donde usuarios con nombres y apellidos conviven con usuarios anónimos y donde vomitar, criticar, enaltecer o simplemente pasear por allá se han convertido en las conductas mayoritarias.

Y de golpe llega la crisis del coronavirus, y qué podía salir mal con la situación que teníamos en las redes sociales? Pues todo. Ahora mismo cualquier manifestación de opinión que se aparte un poco de lo que a todos nos puede parece políticamente correcto recibe criticas (más o menos feroces), ataques personales, contra-opinión de presuntos expertos (habéis visto cuántos epidemiólogos, expertos en crisis sanitarias o interpretes de reales decretos tenemos en nuestro país?).

Cómo si de una serie de Netflix se tratara cada 2-3 días tenemos un nuevo capítulo. Hemos pasado por el capítulo 1: "Decretar un estado de alarma parece lo más adecuado"; tenemos que seguir por el capítulo 2: "Recentralización 40 años después: las medidas del gobierno en temas sanitarios"; continuando por el 3: "Las medidas (o no medidas) para salvar la economía".

Seguidamente, hemos vivido un capítulo 4 apasionante: "Yo soy la Generalitat y propongo, yo soy el Gobierno y hago lo contrario"; después ha venido el quinto: "Como montar y desmontar hospitales de campaña en 10 pasos: a ver quién gana?"; pasando por el sexto: "4 fases para el desconfinament que acaban con la fase 3 (no me salen los números, ah espera que la primera es la 0)".

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Hace poco pasamos por el séptimo: "Las familias son unas irresponsables", y recientemente parece que acabamos la primera temporada con el capítulo final excelente: "Los deportistas, el colectivo egoísta que nos hará volver al confinamiento total".

Y si una cosa se ha hecho evidente en todos y cada uno de los 8 capítulos de la primera temporada (tranquilos que está a punto de arrancar la segunda temporada con el capítulo "Que no os queda claro qué locales pueden abrir en la fase 0 del desconfinament? Pues mira que lo hemos explicado bien") es que la red está llena de aquellos maravillosos apuntadores que el teatro ha ido perdiendo. Apuntadores que parecen formados bajo los principios de la Gestapo o cualquier otro servicio de persecución de las libertades individuales, más orientados a criticar, denunciar y poner en evidencia las conductas ajenas que en mirar de responsabilizarse de las propias.

Apuntadores que son animados por los ámbitos públicos como por ejemplo la Policía Nacional que hace pocos días en su cuenta de Twitter animaba a sus seguidores a denunciar las conductas insolidarias de los otros cómo si ahora en este país ser insolidario fuera un delito, más allá de poder ser una conducta ética o moralmente reprobable. O animados por partidos políticos que juegan a ver quién sacará más rédito político de este conflicto, o por gobiernos (de todos colores) que parece que se saltaron las clases de comunicación para dedicarse muchas horas a formarse en "a ver como lo explico para que me critiquen poco aunque no quede nada claro y así después podamos criticar a quienes lo hacen mal y nosotros no ser culpables".

"Ahora quizás nos tocaría ser menos jueces, policías o simples hooligans y más autoresponsables"

Con toda seguridad este artículo, con un título provocador y contenido directo, será objeto de estos apuntadores (ya me lo imagino), pero quizás algunos de ellos podrán ver reflejada su propia conducta y se lo mirarán no a partir de la bilis que últimamente gastamos en las redes sociales sino con la voluntad de responsabilizarse de él mismo y dejar que el resto hagan lo mismo.

Cierro cómo he empezado, situando las redes sociales en el momento social que vivimos. Con toda seguridad si viviéramos en una sociedad donde se prime la autoresponsabilitat, donde no hubiéramos crecido pensando que siempre habrá un tercero que nos hará las cosas (por ejemplo el Estado) y que por lo tanto cuando no lo hagan como nosotros queremos lo podemos criticar, quizás tendríamos otros comportamientos, nos pondríamos todos menos a la defensiva y miraríamos de empatizar con las opiniones de otros. Opiniones sobre las que podemos no estar de acuerdo, pero igual que cuando pudimos superar movimientos de control como la Gestapo pudimos crecer con un espíritu crítico, de diálogo y debate pero a partir del respeto y la autoresponsabilidad, ahora quizás nos tocaría ser menos jueces, policías o simples hooligans y más autoresponsables.

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