Crecemos, cierto. Pero ¿somos fieles a la realidad?

Este pasado 6 de febrero, la Agència per la Competitivitat de l'Empresa (Acció) de la Generalitat de Catalunya hizo público el tan esperado Análisis del ecosistema startup en Catalunya 2023. Del informe se desprendía que este año que acabamos de cerrar, el número de empresas emergentes en Catalunya se situaba por encima de las 2.100, una cifra sin precedentes que representaba un crecimiento del 4% en tan solo un año. Se trata, principalmente, de un ecosistema muy enfocado en la innovación y la tecnología, que superaba por primera vez los 20,600 trabajadores y que sobrepasaba los 2.100 millones de euros de facturación, es decir, un aumento del 14,5% respecto al año 2021.

La reacción de los medios y de las propias instituciones fue de verdadera exaltación. Porque indiscutiblemente estamos creciendo, y debemos sentirnos fuertemente orgullosos de esta realidad, especialmente cuando estamos, y seguimos estando, en un contexto global marcado por la inflación, la guerra en Ucrania y, recientemente, el retorno de la inestabilidad en el Oriente Medio. Un riesgo geopolítico, la fragmentación y la desglobalización que reflejan el entorno complejo e inestable en el que se mueve la economía internacional en los últimos años.

Ahora bien, sería necesario hacernos esta pregunta: ¿qué entendemos por startup? Lo planteo porque el análisis empresarial de Acció se enmarca justamente bajo el paraguas de compañías de hasta diez años.

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Quiero recordar que, hasta hace poco, nuestro marco regulatorio consideraba como startup a las empresas de nueva creación o edad temprana, no superando los tres años, que presentaban grandes posibilidades de crecimiento y comercializaban productos y servicios a través del uso de las tecnologías de la información y la comunicación. En definitiva, empresas jóvenes, escalables y tecnológicas.

Con la reciente entrada en vigor de la Ley 28/2022, de 21 de septiembre, de fomento del ecosistema de las empresas emergentes, esta definición ampliaba la vida de estas compañías hasta cinco años desde la fecha de inscripción en el Registro Mercantil, o hasta siete en el caso de empresas de biotecnología, energía, industria y otros sectores estratégicos.

 

"Crecemos, sí, pero quizás sería necesario corregir la terminología  startup y ajustar estas cifras a la verdadera realidad del ecosistema"

Dicho esto, y sin menospreciar el valor de los datos proporcionados por Acció, crecemos, sí, pero quizás sería necesario corregir la terminología "startup" y ajustar estas cifras a la verdadera realidad del ecosistema.

¿Por qué, en qué momento una empresa deja de ser una startup? ¿Existe una mayoría de edad en la que, si se alcanza, las empresas dejan de ser emergentes? ¿Podemos decir que una compañía de siete, ocho o nueve años, con una facturación consolidada y en aumento, sigue siendo una startup? ¿Cuáles son los parámetros que permiten designar a una empresa como emergente?

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Últimamente he leído que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) distingue entre empresas jóvenes (de 0 a 5 años) y empresas maduras (más de 6 años), y que bajo esta premisa, las startups son ese subconjunto de empresas jóvenes en los tres primeros años de funcionamiento (de 0 a 3 años).

Si nos enmarcamos, sin embargo, en el marco legislativo español, es perfectamente razonable pensar que las empresas de cinco (antes tres) años de vida ya no son recientes ni novelas, aunque puedan mantener el mismo espíritu y la misma capacidad de crecimiento.

 

"¿Podemos decir que una compañía de siete, ocho o nueve años, con una facturación consolidada y en aumento, aún es una startup? ¿Cuáles son los parámetros que permiten designar a una empresa como emergente?"

Podríamos decir que es como las personas, que no importa, que es como te sientes tú mismo, que la mentalidad de una empresa puede seguir teniendo la filosofía de startup, por su identidad, su cultura y evitar que no haya empresas con cinco, seis, siete años de antigüedad que aún se encuentren en fase de arranque, desarrollando producto o definiendo aún su modelo de negocio, al contrario. Se trata de ser coherente y definir unas mismas reglas de juego.

Fijémonos, por ejemplo, en la parte relativa a la inversión captada por las startups en Catalunya en los últimos cinco años: 5.276 millones de euros frente a los 1.594 millones del quinquenio anterior, un crecimiento superior al 231%. Y menciona Acció empresas de la magnitud de Wallapop (11 años, desde el 13 de noviembre de 2013, 253 millones de euros captados), Wallbox (9 años, desde el 22 de mayo de 2015, 199 millones de euros captados), TravelPerk (9 años, desde el 27 de febrero de 2015, 321 millones de euros captados), o Paack (9 años, desde el 28 de mayo de 2015, 186 millones de euros captados), por citar alguna de ellas. Todas ellas rozando la línea de los diez años.

¿Realmente podemos incorporar estas cifras al cómputo de capital captado por empresas emergentes? Soy de la opinión de que se ha hecho un retrato sesgado de la realidad del ecosistema startup catalán. Insisto, crecemos. Y lo hacemos de manera sostenida en el tiempo. Pero no olvidemos que en los análisis cuantitativos es necesario ser escrupulosamente objetivos y no mezclar churras con merinas.

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