Ingeniero y escritor

El desprecio hacia el sector agrícola

22 de Agosto de 2023
Act. 22 de Agosto de 2023
Xavier Roig VIA Empresa

En un artículo anterior, donde analizaba el misérrimo precio al que se pagaba la uva, decía que la sociedad catalana ha cogido el vicio de pagar con buenas palabras y con solidaridad lo que se debe pagar con dinero. Se aplaude a los sanitarios desde el balcón de casa, pero no se quiere soltar ni un euro -el copago sanitario- para mejorar su situación, algo que está destruyendo el sistema -ya se sabe que a golpe de aplauso no se pone el asado en la mesa.

 

Con el campesinado tiene lugar un fenómeno similar. A todo el mundo se le llena la boca de las bondades del mundo rural, de los beneficios de la vida natural, ... Se envía a las criaturas a ver cómo se crían las gallinas, se les educa a golpe de verbosidad de km 0, se realizan programas de TV3 sobre las maldades de los mercados financieros y la bondad de la economía arraigada en la tierra, etc. Todos los tópicos bienpensantes del país. Ahora bien, cuando se trata de traducir la palabrería en dinero, todo el mundo hace lo que los actores de teatro llaman “mutis por el foro”.

Cuando se trata de traducir la palabrería en dinero, todo el mundo hace aquello que los actores de teatro dicen “mutis por el foro”

Hace tiempo que digo que nuestro campesinado está mal pagado. Que la gente del país disfrutamos de unos productos de primerísima calidad que no pagamos al nivel que corresponde. Ahora se está poniendo el grito en el cielo por la subida de precio del aceite de oliva. Mal. El bajo precio del aceite de oliva que se ha pagado aquí hasta ahora es una vergüenza. También hay que decir que el campesinado ha vivido de lo que podríamos llamar “comodidad cooperativa”. Es decir, llevar el producto a aquellos que compran a raudales. Sin preocuparse de promocionar la calidad de lo que hacen.

 

Siempre me ha gustado visitar los mercados. Los de productos frescos pero también los supermercados. Dicen mucho de dos cosas: cómo es el consumidor local y dónde está ubicado el productor -tanto local como internacional. Por ejemplo: se suele acusar a Italia de comprarnos aceite y embotellarlo como aceite italiano. Esto es falso. El razonamiento es más sofisticado. Italia ha creado una imagen de marca para todo lo que es comida. Tiene un glamour gastronómico equivalente al francés. Con objetivos distintos: Francia es la cocina sofisticada; Italia es la "semplicitano". Cada uno tira por dónde puede. Entonces, Italia compra aceite en España y la embotella. Pero no engañan a nadie. Si van a un supermercado extranjero -mejor lejano, de otro continente- y se acercan a los estantes del aceite, observarán la "dictadura" italiana. Los aceites italianos ocupan la mayoría de los estantes y están agrupados, como lo está la pasta. Ahora bien, detectarán, entre ellos, dos gamas de precios de aceites: unos elevados y otros no tan elevados -aunque caros. Los elevados todos ellos tienen la descripción “product of Italy”. Mientras que aquellos que no son tan caros tienen la descripción “product of EU”. ¿En qué se parecen? En el que ambos fueron embotellados en Italia. Y esto, para el consumidor internacional, es suficiente garantía. Aquí, con un patrioterismo ibérico que puedo, nos cabreamos y decimos “nuestro aceite de oliva es mejor que el italiano o el francés”. Mentira. Es tan bueno como el de ellos. Por eso ellos, que tienen la capacidad internacional de venta que nosotros no tenemos, se atreven a comprárnoslo y embotellarlo, tratándolo como si fuera de casa.

¿Que no tiene derecho a beneficios el campesino? ¿No tiene derecho a disfrutar del excedente de lo que produce?

Debemos aprender mucho de los de fuera. Sobre todo de Italia y Francia en temas de comida. Nuestra industria agroalimentaria es buena y tiene una fortaleza relativa -ocupa el 25% de la industria catalana. Pero la cadena comienza débil: se pretende siempre estrangular al campesino. Se prostituye la cadena de sistema de valor añadido. Y esta no es una buena estrategia. No se puede aceptar que debido a que un estudio del Departamento de Agricultura diga que los costes de producción de uva son de 0,50 euros el kilo, inmediatamente se acepte este precio como el de compra. ¿Que no tiene derecho a beneficios el campesino? ¿No tiene derecho a disfrutar del excedente de lo que produce? Debemos acostumbrarnos que no sólo empresarios, asalariados y funcionarios tienen derecho a gastar un dinero, mucho o poco, que lo sobran.

Lo que han empezado a aplicar algunos distribuidores –“producto de precio justo”- debería ser la norma. Y nosotros, el público, deberíamos dejar de practicar la estrangula pobres haciendo ver que guardamos buenas intenciones morales que no pasan de palabrería.