Septiembre. Vuelven las reuniones, los objetivos, las prisas y esa sensación de que el calendario pasa por encima. Y entre todo este ruido, muchas direcciones hacen algo que parece lógico, pero que es un error estratégico: ponerse a apagar fuegos sin revisar si la hoja de ruta aún sirve.
Es como si después de un largo viaje, te limitaras a comprobar si el coche tiene gasolina y no miraras si aún vas hacia el destino correcto.
"El problema no es tener mucho trabajo. El problema es tener mucho trabajo y no saber si está sirviendo para avanzar o solo para mantenerse en movimiento"
El problema no es tener mucho trabajo. El problema es tener mucho trabajo y no saber si está sirviendo para avanzar o solo para mantenerse en movimiento. Y aquí es donde hay que hacer una parada consciente (aunque parezca que no hay tiempo ni para respirar).
- De la inercia a la estrategia: una decisión real
Muchas personas al frente de equipos arrancan septiembre en “modo ejecución”. Se retoman temas pendientes, se abren proyectos nuevos y se planifican objetivos. Pero, ¿cuándo se decide cuáles son los temas importantes y cuáles son los que simplemente arrastramos por inercia?
Guiar con sentido no es correr más. Es saber dónde sí y dónde no poner la energía. Y esto implica atreverse a dejar de hacer cosas. O, al menos, hacerlas diferente.
- El peligro de sostener con la cabeza saturada
Si tu cabeza está llena, tus decisiones también. Y esto se nota. Se ahogan prioridades, se delega poco y se comunica sin claridad. Cuando no hay espacio mental, se tiende a reaccionar, no a actuar con intención.
La saturación no es una medalla. Es un freno. Y sostener un equipo desde este lugar es como intentar hacer girar una rueda cuadrada: se mueve, pero ¿a qué precio? - Retomar no es continuar como si nada
Una vuelta a la rutina no debería ser solo una reanudación. Es una oportunidad para reajustar. Para revisar si aquello que funcionaba en abril aún funciona en septiembre. Y, sobre todo, para detectar qué ha cambiado en tu entorno, en tu equipo y en ti misma.
Las personas que impulsan equipos con sentido son las que se hacen preguntas. Y las más valiosas no son las de gestión, sino las de fondo: ¿A qué le decimos sí cuando decimos que sí a todo?
- No hace falta un cambio gigante, hace falta claridad
Muchas direcciones no se mueven porque piensan que el cambio debe ser enorme. Que, si no hay una gran transformación, no vale la alegría. Y no es así. Lo que realmente transforma es la coherencia: decir, hacer y decidir en la misma dirección.
Y esto, muchas veces, empieza con un “¿qué dejamos de hacer?” o con un “¿qué necesitamos entender antes de decidir?”
- Cuando sostener un equipo se vuelve solitario
Hay una cosa que no sale en ningún KPI aunque se nota en cada reunión: la soledad de estar al frente. Sobre todo cuando hay que mantener el rumbo con un equipo diverso, con necesidades diferentes, ritmos desiguales y expectativas cruzadas.
Y es justamente aquí donde aparece el valor de mirar las fortalezas reales de tu equipo. No las que pone en el CV, sino las que sostienen el día a día. Las que, si no se aprovechan, se pierden.
- Estrategia es escuchar antes de decidir
Escuchar de verdad. No solo las opiniones, sino también los silencios. Las tensiones que no se han verbalizado. Las ideas que no se atreven a salir. Guiar con criterio no es solo hablar claro, es saber escuchar profundo.
Y no solo escuchar al equipo. Escucharte a ti. ¿Qué necesitas para sentir que estás impulsando con coherencia y no solo reaccionando a la urgencia?
- Impulsar con intención, no con urgencia
Septiembre puede ser una carrera o puede ser un punto de inflexión. Y aquí no hay que hacer un “reset”, sino un reenfoque. Mirar tu rol y tu equipo con ojos nuevos.
No hace falta tenerlo todo claro. Solo hace falta la claridad suficiente para dar el siguiente paso con sentido. Y esto no lo da una agenda llena, sino un espacio para pensar (y sentir) diferente.