Ideología sanitaria

Una de las características de los países políticamente atrasados -cosa que al final deriva en ser, también, económicamente atrasados- es que se aplican criterios ideológicos para los temas técnicos. He vivido, incluso, discusiones de por dónde tenía que pasar una línea ferroviaria. Y el dilema se planteaba basándose en posicionamientos ideológicos derecha-izquierda. Los últimos años la falta de información sobre lo que hace el gobierno de la Generalitat es notoria. En primer lugar, porque estamos distraídos con noticias más deslumbrantes -el Procés, por ejemplo- y, en segundo lugar, porque nuestro periodismo hace tiempo que se vendió al poder -político y económico-. Como que en nuestro país las élites económicas son reducidas, el periodismo vive dependiente, en general, del poder político. ¿Hay excepciones? Sí. Pero los medios generalistas van generalmente por aquí.

La sanidad catalana cuenta con una tradición privada casi secular. En casa tenemos contratada una mutua y la mayoría de conocidos, también. Y el tema viene de lejos. Cuando yo era pequeño, casi todo el mundo que conocía, tenía una mutua privada. Ricos y no tan ricos. Porque las cuotas no eran elevadas. Era aquel principio que, antes, aplicábamos los catalanes: si el estado no lo hace, lo haré yo. Y como la sanidad pública en España no se instauró hasta el año 1942, y era muy precaria, la gente en Catalunya optaba por la mutua privada.

Con la recuperación de la Generalitat, se fijaron una serie de objetivos bastante ambiciosos. Una buena asistencia primaria, hospitales comarcales, etc. Y todo aliñado por un exigente sistema formativo de los médicos que garantizaba la buena marcha de los sistema. Lo hizo gente que reunía dos características: eran buenos profesionales y, importantísimo, conocían la historia médica del país y no renegaban. Diseñaron un sistema público de gran categoría profesional, de una gran eficiencia. Para hacerlo breve, se quiso aprovechar la infraestructura sanitaria privada para integrarla de alguna manera en la red pública. Porque solo fusionando los dos ámbitos -público y privado- se podía llegar a tener un sistema sanitario bueno y sostenible. El éxito del sistema fue reconocido por países que pedían ayuda en Catalunya para diseñar o mejorar su manera de trabajar.

Més info: ¿Quién pone orden en un hospital?

En los últimos veinte años, el sistema se ha visto sometido a tensiones en ocasiones, olvidado en otras y, últimamente, maltratado. Quiero decir que, a menudo, los agentes que lo han sometido a tensiones han sido externos, como por ejemplo las crisis económicas que nos recuerdan permanentemente que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Esto ha comportado ajustes económicos no deseados, pero inevitables. Olvidado lo ha estado mucho tiempo. Y cuando digo olvidado quiero decir que no se han llevado a cabo las acciones que se requerían para mantenerlo. Se ha hecho con dejadez. En este sentido, los gobiernos posteriores a la época Pujol han actuado bajo el conocido y catalanísimo principio de "qui dia passa, any empeny” (quien días pasa, año empuja". Quiero decir que tanto en educación como en sanidad se ha ido viviendo de rentas. De aquello que, hace más de treinta años, se diseñó e implementó: una sanidad de primera línea. Esta dejadez ha llevado a la degradación que actualmente conocemos.

Actualmente hemos entrado en la tercera fase: el maltrato del sistema. No es pasivo sino que se llevan a cabo acciones que, intencionadamente, persiguen desmontar el sistema. Y esto solo tiene sentido si se proyecta una ideología anti-sistema. Como decía al comienzo, hemos prestado poca atención a las cosas que hace el gobierno de la Generalitat. Y las hace sin mesura. No tiene un pacto estable y solo ha perseguido eternizarse en el poder y en las sillas -es decir, en los sueldos-. Los gobernantes catalanes están ahora sujetos a los caprichos del PSOE unas veces, de los Comunes otras y de la CUP otras veces. El mismo consejero de salud va esparciendo a diestro y siniestro que sus actuaciones se ven a menudo forzadas a dejar contentos a los Comunes y a la CUP. ¡Grandes socios a la hora de cargarse el país! (a modo de ejemplo, en Sant Cugat el gobierno municipal ERC-PSOE-CUP ha dejado un agujero de 25 millones).

Una manera de dejar contentos los anti-sistema es renegar de la iniciativa privada en el ámbito sanitario para hacerlo todo público -hubiera sido coherente que esta gente no se hubiera vacunado de la covid-. Ni que el sistema acontezca insostenible o se hunda, no importa. ¿Colaboración con empresas? Ninguna. Típico del dogmatismo más tercermundista.

"¿Colaboración con empresas? Ninguna. Típico del dogmatismo más tercermundista"

El tema no es nuevo. Ya hace años que el lobo empezó a enseñar las orejas. Miren, si no, este enlace del blog del Dr. Josep M. Vía, un experto del sector que conoce el sistema público, puesto que ha formado parte. Pero ahora nos enteramos que muchas de las prestaciones sanitarias que ejecutaba la iniciativa privada, pasarán a ser públicas. Así lo ha anunciado la Generalitat. Esto no se entiende si no se reniega públicamente del sistema de mercado en el que vivimos. Esta medida hará el sistema más caro y, por lo tanto, más insostenible. Y la prestación, todos la sabemos, se deteriorará. Ah, y, de paso, que es lo que se busca, se cargarán una red de servicios sanitarios privados -generalmente pequeñas o muy pequeñas empresas, gabinetes de rehabilitación....- que entrarán en crisis. Y todo esto se ha hecho sin consultar a los expertos del sector, ni a los interesados, etc. Populismo en estado puro.

Hace años que el sistema sanitario público catalán se va degradando. Y las cosas no suceden por casualidad. Insisto que unos malos gobernantes, sostenidos por una prensa vendida, pueden hundir un país. Y esto nos está sucediendo a nosotros. ¿Quieren una buena noticia, pero? Vivan el presente sanitario con alegría, porque el que vendrá será peor.

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