La finalización de la segunda guerra mundial fue el punto de partida de la generación de los
baby boomers, así llamada por el gran incremento de nacimientos que se produjeron como respuesta a la paz y las nuevas expectativas de mejora
económica y social. En
EE.UU. y buena parte de
Europa se sitúa entre los años 1946 y 1969.
En España, con una durísima y larga posguerra que no ofrecía estímulos ni proyectos alentadores, no es hasta 1959 que empieza, con la puesta en marcha, por el ministro
Alberto Acebuches del "Plan de Estabilización", que traerá a la
liberalización de los
mercados, la modernización de la
economía, la creación de infraestructuras y la apertura al
exterior. El llamado milagro español. Y acaba con la muerte de en Franco el 1975.
Es una
generación preparada, trabajadora, avance democrático y socialmente implicada en los adelantos legislativos de reconocimiento de los derechos de la mujer, los niños, los homosexuales, las libertades, la ecología, el pacifismo… También es la responsable de la
revolución de los medios de comunicación y su
entronización como gurús del "qué hacer", móviles, internet, y la reciente impulsión de las
redes sociales como nueva forma de relación interpersonal.
Esta generación del
poder, de los grandes cambios que han conformado todo el que de bó y doliendo hay en el mundo en que vivimos, ya ha empezado a salir de escena, a jubilarse. Inicialmente en EE.UU. y la mayoría de los países europeos, y ahora, al nuestro, con
prejubilacions provocadas por
la crisis.
Esta enorme cantidad de ciudadanos que empiezan a vivir de su
pensión, con un índice de votación del 91'66% (según barómetro del
CIS), serán el 30% de los votantes al 2050, según las tendencias de la
INE y a vivir con calidad unos 20 o 25 años más. Son estos los que se encuentran con un gobierno que los promete el incremento de sus pensiones en un 0'25%, siendo la previsión de aumento de la
inflación de un 1'5%, es decir, un 600% más. Posiblemente lo considerarán una presa de pelo y quien sabe si empezarán a pensar que su fuerza numérica y de voto
quizás requiere organizarse para que se los escuche y se los respete, no como favor sino como exigencia.