Del poder al voto

08 de Enero de 2014
La finalización de la segunda guerra mundial fue el punto de partida de la generación de los baby boomers, así llamada por el gran incremento de nacimientos que se produjeron como respuesta a la paz y las nuevas expectativas de mejora económica y social. En EE.UU. y buena parte de Europa se sitúa entre los años 1946 y 1969.

En España, con una durísima y larga posguerra que no ofrecía estímulos ni proyectos alentadores, no es hasta 1959 que empieza, con la puesta en marcha, por el ministro Alberto Acebuches del "Plan de Estabilización", que traerá a la liberalización de los mercados, la modernización de la economía, la creación de infraestructuras y la apertura al exterior. El llamado milagro español. Y acaba con la muerte de en Franco el 1975.

Es una generación preparada, trabajadora, avance democrático y socialmente implicada en los adelantos legislativos de reconocimiento de los derechos de la mujer, los niños, los homosexuales, las libertades, la ecología, el pacifismo… También es la responsable de la revolución de los medios de comunicación y su entronización como gurús del "qué hacer", móviles, internet, y la reciente impulsión de las redes sociales como nueva forma de relación interpersonal.

Esta generación del poder, de los grandes cambios que han conformado todo el que de bó y doliendo hay en el mundo en que vivimos, ya ha empezado a salir de escena, a jubilarse. Inicialmente en EE.UU. y la mayoría de los países europeos, y ahora, al nuestro, con prejubilacions provocadas por la crisis.

Esta enorme cantidad de ciudadanos que empiezan a vivir de su pensión, con un índice de votación del 91'66% (según barómetro del CIS), serán el 30% de los votantes al 2050, según las tendencias de la INE y a vivir con calidad unos 20 o 25 años más. Son estos los que se encuentran con un gobierno que los promete el incremento de sus pensiones en un 0'25%, siendo la previsión de aumento de la inflación de un 1'5%, es decir, un 600% más. Posiblemente lo considerarán una presa de pelo y quien sabe si empezarán a pensar que su fuerza numérica y de voto quizás requiere organizarse para que se los escuche y se los respete, no como favor sino como exigencia.