Una OPA condenada al fracaso

17 de Octubre de 2025
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Diecisiete meses, decenas de campañas y casi un centenar de protestas después, la oferta del BBVA para adquirir el Banc Sabadell ya tiene respuesta. Solo un 25,47% de los más de 195.000 accionistas de la entidad catalana han considerado aceptable la propuesta de una acción ordinaria de nueva emisión del banco vasco por cada 4,8376 acciones del catalán. Un dato que ni soñaba el más optimista de los sabadellenses.

 

Todo parte de una premisa: la OPA planteada por Carlos Torres, presidente del banco vizcaíno, nació destinada al fracaso. Desde el inicio, el dirigente planteó la compra con un sentido estratégico y la publicitó con más promesas que hechos. Pero sobre todo, su gran error fue escoger una fórmula que menospreció el sentimiento del empresariado catalán.

En toda esta quimera ideada por Torres ni siquiera hubo cabida para el precio. Desde La Vela nunca consideraron relevante que otras operaciones hostiles del sector ofrecieran primas de control alrededor de un +40%. Con los sueños de tamaño, rentabilidad futura o volumen de activos ya era suficiente, pensaban. Conviene subrayar que gran parte de esta OPA se ha producido con una prima de signo negativo -a menudo de dos cifras- que el BBVA solo se esforzó en corregir a última hora, fruto de un ataque de aritmética. Resulta irónico que aquella prima haya caído alrededor del 0% el mismo día que la oferta de Torres se ha desvanecido definitivamente. Una metáfora del auténtico valor de la propuesta.

 

Sin embargo, no hay que olvidarse del camino recorrido. La OPA no solo ha sido hostil por nomenclatura, sino por la contrariedad con la que se ha topado el BBVA. A priori, la integración perseguía crear un banco más competitivo en Europa. Así lo repitió a bombo y platillo Torres. El resto le fue completamente indiferente: nunca le perturbó el abrazo entre patronales y sindicatos para unirse en contra de su propuesta; tampoco la de la totalidad de partidos políticos. Ni siquiera el fantasma del precedente frustrado entre Unicredit y BPM. El presidente del banco vasco solo atendió a los vistos buenos de los reguladores.

Durante el proceso, el BBVA confundió determinación con imprudencia. Ignorar las advertencias de los riesgos de acceso a crédito por parte de las asociaciones empresariales representó una temeridad. Especialmente, si se aspira a absorber el principal banco de las empresas catalanas. Torres fue incapaz de seducir a ninguna patronal, sindicato o lobby durante sus visitas a Catalunya. Ni en Esade, ni en la Cecot ni en la Reunión del Cercle d'Economia consiguió amarrar ningún apoyo. Y en la recta final, el único argumento a exhibir fueron advertencias: "Si fracasa la OPA, las acciones del Sabadell caerán". Todo ello, justificaciones débiles ante una OPA destinada al fracaso.

Sin embargo, el día después es tan importante como el ayer. Tras este magro 25,47% de aceptación, Torres buscará salvar el cargo y el BBVA su credibilidad en bolsa. Será momento, también, de recomponer el plan estratégico y encontrar nuevas fórmulas de ganar cuota de mercado en el estado español, ya sin el Sabadell en la ecuación. Pero de todos estos interrogantes, el más difícil de responder se enmarca en Catalunya. Después de diecisiete meses de desprestigio, ¿será capaz el BBVA -antiguo Unnim y CatalunyaCaixa- de reparar su relación con el tejido empresarial catalán? ¿O no quedará nada después de este tsunami en forma de OPA?