Estábamos todos enfeinats
enterrando Twitter –que si no tiene modelo de negocio, que los directivos pliegan, que la juventud prefiere Snapchat– cuando
de repente una pandilla de tarats deciden inmolarse en un aeropuerto en Bruselas. No tengo nada
en contra que la gente se inmole en nombre de Dios, pero considero que un acto tan trascendente como este se tendría que hacer en la más estricta intimidad y no rodeado de desconocidos.
Y como nosenteramos? Pues por Twitter. –Pero si yo iba con el coche hacia el trabajo y lo sentí a la radio del coche… Nada, Twitter. Cómo ya pasó
en los atentados de París, víctimas y testigos
informaron del que pasaba con tuits, fotos y Periscopes, que las radios recogían en el momento.
La historia del terror y de las catástrofes es también la historia de los medios:
los atentados de la 11S del 2001 en Nueva York los explicó la tele en directo –todos recordemos qué tele mirábamos mientras pasaba–, los de la 11M del 2004 en Madrid los explicaron radios y televisiones quedaban la versión oficial, mientras webs y SMSdaban la real.
Los envíos masivos de SMS conformaron una proto-red social con impacto en unas elecciones.
Los
atentados al metro de Londres de julio del 2005 significaron un punto de inflexión en la manera de explicarlos: la gente estaba atrapada al metro, los medios no podían acceder para informar. La BBC
empezó a recibir fotos hechas con el móvil y correos electrónicos que confirmaban las explosiones de bombas al metro. Por primera vez las informaciones generadas por los usuarios eran más importantes que las de los medios.
10 años más tarde, en noviembre del 2015,
vivimos los ataques en París en primera persona vía Twitter y Facebook con el testigo en directo de los rehenes de la sala Bataclan: los medios sociales no nos trajeron sólo la información objetiva del que pasaba, sino la angustia y el miedo de quien nos lo explicaba.
La meta información era tan importante como la información.
Y anteayer
nos enteramos del que pasaba en Bruselas por Twitter en el mismo momento que seenteraban radios y teles.
A Twitter los testigos nos explicaron el que pasaba, las organizaciones gubernamentalesdieron la información oficial y nosotrosabocamos nuestra indignación, nuestra solidaridad y nuestros miedos.
Pero este golpe la angustia de los testigos
nos llegó en forma de vídeo en directo a Periscope y esto no es trivial. Numerosos usuarios pusieron en marcha sus móviles y mostraron en el mundo que pasaba intercalándose ellos mismos narrando los hechos. El directo de la tele –en tercera persona– nos trae al lugar del atentado mientras que un Periscope nos trae el atentado a la sala de estar, al trabajo, en la habitación o al wáter. El terror global debe de ser esto.