Ingeniero y escritor

Gestión pública: el paradigmático caso de la C-59 (continuación)

13 de Mayo de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

En 1870, los señores Ramalho Ortigao y José María Eça de Queirós comenzaron a publicar una serie de artículos en el Diario de Noticias de Lisboa. Unos artículos que se movían entre la ficción y la realidad. Hacían ver que se trataba de noticias reales cuando, de hecho, eran ficción. Las sucesivas piezas literarias, que iban construyendo la narración, conformaron el libro El Misterio de la carretera de Sintra, cuya lectura recomiendo vivamente.

 

Hace ya unos meses publiqué aquí mismo un artículo titulado Gestión pública: el paradigmático caso de la C-59. Ahora me veo en la obligación de darle continuación. ¿Tendrá final esta serie? Difícil asegurarlo. Tampoco me he atrevido a, ni siquiera, emular el título del famoso libro de Eça de Queirós y de Ortigao -literariamente no pretendo llegarles ni a la altura del zapato-. Entre otras cosas porque en el caso que nos ocupa de misterio no hay. Y porque, si bien en el libro de Sintra hay asesinatos y los afectados son unos cuantos, en mi caso el único asesinato es el provocado a la paciencia del contribuyente y los afectados son miles. Pero, sobre todo, hay una razón fundamental: los artículos de referencia que se iban publicando en el Diario de Notícias de Lisboa eran ficción. Estos que escribo yo aquí tratan de la realidad.

"Hace tiempo que advierto que la mala gobernanza debe tener consecuencias"

En el artículo anterior, les hablaba del cúmulo de fechorías concentradas en un tramo de carretera de 18 kilómetros que, en principio, se trataba de mejorar sin grandes aspavientos. El suplicio, decía yo, duraba años y, entre la población afectada, la burla era constante. La verdad es que el tema constituiría un elemento más de entretenimiento mediterráneo, ya se sabe -de hecho, la gente de la comarca me comentó el suceso que había tenido el artículo-. Pero, claro, este asunto tiene un punto irritante: y es que, a los malhechores en cuestión, quien les pone el asado en la mesa somos nosotros, y no podemos escapar.

 

La barra más sonada -ya lo denunciaba en el artículo anterior- fue dejar la obra colgada -que básicamente consistía en no terminar los aspectos ligados a la seguridad de la vía (pintar líneas y señalizar)- todo el mes de agosto de 2024 porque, señores míos, la empresa y los funcionarios se iban de vacaciones. Ahora se acerca agosto -otra vez- y como la obra no sólo no está terminada sino que, en muchos tramos, se ha tenido que empezar a rehacer los destrozos, me temo que los contribuyentes volveremos a sufrir, volveremos a luchar y volveremos a perder. Y es que en este tema, como en tantos otros, la administración catalana -como la española, pues no son nada más que una prolongación del hispanismo más rancio- demuestra una incompetencia feroz, recalcitrante.

Alguien se preguntará por qué me sorprende lo que pasa. Y tendrá razón. Hace tiempo que advierto que la mala gobernanza debe tener consecuencias. Y empiezan a acumularse los resultados. No sólo en el largo plazo -mala escuela, peor sanidad, prensa vendida, retroceso del catalán, etc.- sino en el día a día: cortes de luz, dinero de Europa que no se distribuye, falta de seguridad, justicia lenta y errática, correos que pierde paquetes, etc. Y saben qué les digo: que me alegro. Si las cosas nos funcionaran bien querría decir que el mundo es injusto. En qué nos diferenciaríamos los que lo hacemos mal de los que lo hacen bien. Aquí las cosas se hacen mal y, por tanto, los resultados no pueden -¡no deben!- ser buenos.

Ante todo este cúmulo de chapuzas uno se pregunta: ¿estamos capacitados para llevar a cabo las obras de infraestructura que necesita un país si, para reparar un simple trozo de carretera, demostramos una incompetencia de dimensiones tan colosales? Yo, personalmente, no dejaría en manos de los que gestionan esta obra ni la construcción de la caseta del perro. Todos estamos perplejos. ¿De verdad somos el mismo país que construyó el Túnel del Cadí?

"¿Estamos capacitados para llevar a cabo las obras de infraestructura que necesita un país si, para reparar un simple trozo de carretera, demostramos una incompetencia de dimensiones tan colosales?"

Total, las desgracias de la C-59 -que no son nada más que un muy pequeño ejemplo de incompetencia pública y, seguramente, poco graves comparadas con otras cosas que deben pasar en el país- continuarán flagelándonos hasta no se sabe cuándo. Y a los responsables de la fechoría no les pasará nada, claro. Ya lo ven, de misterio, nada. Simplemente la realidad de un país en decadencia. Continuaremos expectantes.