Nueve curso económico que se inicia con el balance en blanco de este 2015 recientemente estrenado y, sin duda, peligroso. No es para dormirse, sino para agudizar la cautela y la prudencia , dado que las cosas de la economía siguen funcionando bajo dos diferentes ópticas que difícilmente se funden en una sola dimensión: la macroeconomía aporta datos favorables en España cómo son la inflexión en el consumo, la venta de automóviles a niveles anteriores a la crisis, una cierta fluidez del crédito, el descenso espectacular de la factura del petróleo (un 50% menos con tendencia a la baja), la creación de más de 250.000 ocupaciones con nuevas cotizaciones en la Seguridad Social, y una ligera subida en la demanda de mano de obra. Todo ello resulta bastante alentador como para cerrar en 2014 con un crecimiento del PIB por encima del 1,2% frente al estancamiento de los vecinos de la zona: Francia, Italia, Portugal, etc.
Por otro lado, la óptica microeconómica, de mayor incidencia social, no sólo no percibe tales mejoras, sino que penaliza el optimismo exageradamente electoralista del gobierno de Rajoy . Lo cual no deja de ser una distorsión perceptiva, aunque lógica, en una sociedad harta de fallidos "brotes verdes" o de engaños de apariencias positivas, y ha endurecido su escepticismo hasta límites peligrosos. No hay que abrirse fácilmente a las propuestas ajenas, pero tampoco cerrarse en la negación de toda viabilidad de un proceso de salida de la crisis. Los síntomas son claros, el clímax del consumo interior da señales de una revitalización con expectativas aparentemente reales. Otra cosa es que tal sintomatología pueda incidir en el ánimo de las capas medianas y bajas de la sociedad, que son las que han soportado mayormente el sobrepeso de la crisis y el durísimo castigo fiscal requerido.
habrá paciencia para soportar los últimos latigazos de la economía que despierta? Las dudas se fundamentan en la fatiga de las clases medianas y obreras, y en el agotamiento de los tres millones reales de parados. Y es que hoy casi se encuentra una explicación en la paz social reinando si una buena parte de los oficialmente parados no obtuvieron otras ganancias en la economía B o sumergida en la cual se mueven en algunas regiones de España determinados sectores y autónomos .
Esta es la cuestión, la sostenibilidad de un statu quo como guía, y su capacidad de reincorporación al mercado de trabajo bajo las premisas de su instalación oficial y cotizada. La Seguridad Social certifica estos incrementos de nuevos cotizantes, y las perspectivas oficiales de creación de puestos de trabajo (se habla de una real posibilidad de 500.000 nueces, no de los 800.000 a los cuales se refirió el ministro De Guindos el 1 de enero), como lógica consecuencia de este crecimiento del PIB el 2015 entre el 1,8 y el 2% según estimaciones de la Banca y de los institutos de análisis económicos más serios.
La mayor dificultad, en todo caso, radica en la capacidad regenerativa del tejido empresarial: no hay creación de puestos de trabajo sin inversores, y no existen inversores sin emprendedores que asuman el riesgo y la iniciativa de gestión. Por este motivo en los años 80, cuando Felipe González cometió la osadía de prometer en plena crisis 800.000 nuevos puestos de trabajo, Juan Rosell –actual presidente de CEOE- y Joaquín Trigo –actual director del Instituto de Estudios Económicos- contestaron con un libro bastante más realista titulado Crear 80.000 empresarios.
La dinámica económica, si bien parte de un marco de referencia oficial del gobierno, que es quien tiene que crear las condiciones porque los empresarios arriesguen en su inversión; se genera a partir del empresario que emprende. En consecuencia, es él quien crea los puestos de trabajo, y no el G overn, que después se anota los beneficios sociales resultantes. Y a los empresarios quién los persuade no son las buenas palabras ni los sueños, sino el dictamen de la realidad económica y sus perspectivas.
Todo esto anunciaría una determinada esperanza, si en el horizonte no surgiera el problema griego, por un lado, y Francia con su estancamiento por la otra. El de Francia es un mal profundo y estructural que traerá años resolverlo ante la apatía demostrada para aplicar las medidas recomendadas por la UE. Esta sostenibilidad del sistema francés, su exagerado sobrepeso, lo cual puede constituirse como obstáculo irremediable.
El de Grecia es diferente. Sus males son endémicos, como bien saben los empresarios españoles que allí invirtieron con casi un general fracaso. O el que es peor, un desengaño absoluto como años ha me refería el propio Colomer Munmany, de Vic, y su pésima experiencia. "Los griegos tienen otra mentalidad, claramente oriental y nunca tuvieron que acceder a la Unión Europea", me confesó en los años 80 el ex Primero Ministro del Gobierno francés y exvicepresident de la Comisión Europea, Raymond Barre. Ahora todo puede hacer crisis, si gana Syriza las elecciones del 25 de enero. Sería un grave problema para la UE; una muy peligrosa experiencia para los griegos agobiados por las deudas; y un indicio inquietante para España, con la perspectiva a la puerta de Podemos . Este sí que es un viaje en Itaca, pero con todos los inconvenientes a la vez.