Durante el tiempo de descanso, como las vacaciones de verano, muchos jóvenes tienen que elegir qué quieren ser de mayores, dónde quieren estudiar, a qué empresa se quieren proponer... y parece que todo depende de una sola decisión vital que nos marcará para siempre qué seremos de mayores. Pero, ¿y si ningún camino fuera incorrecto? ¿Y si todas las vivencias nos llevaran a seguir aprendiendo?
Hay quien dice que la vida es un conjunto de trenes que pasan y tú tienes que escoger a cuál te subes y cuál dejas pasar. Pero yo pienso que no es verdad. Los trenes no pasan: nosotros somos el tren, y vamos a toda pastilla disfrutando del paisaje. Si nosotros dejáramos pasar trenes, nos quedaríamos en la estación y no veríamos mundo, pero cada una de las decisiones nos lleva a visitar entornos increíbles y conocer gente diversa.
"Los trenes no pasan: nosotros somos el tren"
Muchas personas jóvenes eligen qué carrera estudiarán después de las PAU, y tienen la sensación de que su vida se decidirá con un clic en la web de acceso a la universidad. No es culpa suya, porque la sociedad se lo ha hecho sentir así. Parece que hay una carrera 'buena' y una 'mala'. Pero, ¿qué es elegir bien en un mundo cambiante donde, según un estudio del Observatorio Catalán de la Juventud, un 63,5% no acaba dedicándose al ámbito que estudió?
También yo elegí, hace años, un grado universitario. Quise estudiar Ingeniería Informática, pero acabé haciendo una especie del equivalente a Multimedia o Diseño de la época. Esto me frustró... y a la vez me abrió puertas. Quizás si hubiera estudiado filosofía, arquitectura o biología marina ahora sería otra persona. ¿Mejor? ¿Peor? No lo sé. Pero sí diferente. No era el camino previsto, pero sí uno lleno de aventuras diversas que no me hubiera imaginado que pasarían cuando elegí.
En otro universo hay una versión de mí que no conozco que seguro que es mejor de lo que soy ahora... o peor. Pero el duelo de no conocerla es más por FOMO que por el descontento de dónde estoy ahora mismo.
He tenido una vida increíble: He vivido en San Francisco y en Madrid, he trabajado en proyectos muy diversos para Japón o México. He trabajado para el gobierno de mi país, he dirigido una filial europea de una empresa de videojuegos en Barcelona, creé una startup tecnológica que revolucionó la publicidad para móviles. Quién sabe qué habría pasado si hubiera estudiado la ingeniería que yo quería, qué habría descubierto, o a quién habría amado. Pero no se puede vivir todo a la vez. Ni falta que hace. Lo que he vivido ya es mucho. Ya es suficiente.
Hace poco tuve que elegir entre dos opciones laborales apasionantes. Ninguna era incorrecta. Ninguna era evidente. Elegir duele de barriga, y no por el miedo a equivocarme, sino por el duelo anticipado de todo lo que dejaría de vivir, las vidas y personas que no conoceré. Pero es que no elegimos solo para buscar respuestas: más a menudo de lo que pensamos elegimos por miedo a perdernos el 'qué habría pasado'.
Vivimos en efecto mariposa inverso donde cada decisión que tomamos no desata solo una cadena de consecuencias, sino una infinidad de versiones alternativas de nosotros mismos. Pero solo vivimos una. Y quizás esta es la gracia: hacerla nuestra y quedarnos en paz sin pensar en el "qué hubiera pasado".
A todos los que ahora mismo estáis eligiendo qué estudiar, dónde trabajar, con quién compartir la vida o si cambiar de ciudad: no busquéis la opción correcta. Buscad vivirla intensamente. Porque ningún error es tan grande como vivir pensando que os habéis equivocado de camino.