'Coach' especializada en bienestar laboral

La pasión y un buen sueldo no repelen el burnout

25 de Octubre de 2025
Andrea Franco | Andreafrcoaching

“Con el trabajo que tienes no puedes quejarte”, “cobras un pastón, los dolores de cabeza están incluidos en el sueldo”, “qué suerte que te guste tanto lo que haces”. Estas frases, que a menudo se dicen con buena intención, esconden una idea tan extendida como peligrosa: el síndrome del trabajador quemado, o burnout, solo afecta a personas que odian lo que hacen, tienen malas condiciones o trabajan en ambientes de trabajo tóxicos.

 

Pero la realidad es que el burnout también impacta a profesionales comprometidos, brillantes y bien valorados. El síndrome del trabajador quemado no siempre tiene que ver con si puedes pagar la hipoteca o hacer el viaje de tus sueños, ni con tu cargo dentro de la empresa; sino con cómo vives el trabajo. Y, a veces, lo que parece un privilegio se convierte en una prisión de barrotes invisibles.

"El 'burnout' también impacta a profesionales comprometidos, brillantes y bien valorados"

Trabajar en un trabajo que te gusta, bien pagado o con prestigio no te hace inmune al estrés, la presión o la desconexión interna. De hecho, muchas veces genera el efecto contrario: hace que cueste mucho más reconocer qué está pasando y pedir ayuda porque:

 
  • Cuando el trabajo es parte de tu identidad, poner límites parece falta de compromiso y responsabilidad.
  • Cuando tienes buenas condiciones, el malestar se vive con culpa.
  • Cuando has llegado lejos, verbalizar que estás mal parece un fracaso.

Esta paradoja genera un tipo de sufrimiento silencioso, pero devastador, que se vive como una losa en personas que creen que deben pedir permiso para poder quejarse. Personas que se sienten obligadas a agradecer lo que tienen por mucho que se estén rompiendo por dentro: “Sé que lo tengo todo y que no puedo quejarme, pero hace una temporada que no me encuentro bien”. “¿Por qué me siento así, si en realidad no me falta nada?” Y así perpetúan la frustración, la soledad y el sentimiento de culpa, hasta que no pueden más.

El problema no es que te guste tu trabajo, el problema es idealizarlo hasta tal punto que pierdas la perspectiva. Porque que te guste lo que haces, no significa hacerlo a cualquier precio. El sentido no lo compensa todo. Un trabajo que te gusta, bien pagado o con prestigio no excluye el exceso de presión, las jornadas eternas, las expectativas irreales ni la fatiga emocional. Y romanizar estas conductas hace que se disfrace de compromiso lo que en realidad no son más que formas de evitar el tormento y la insatisfacción:

  • Trabajar hasta tarde como norma.
  • Estar siempre disponible.
  • No delegar nunca porque nadie lo hará tan bien ni tan rápido.
  • Asumir más responsabilidades de las que te corresponden.
  • Ambicionar sin fin porque nunca es suficiente.

¿Cuál es el impacto en la empresa?

Más allá de la repercusión del burnout en el ámbito personal, también tiene un impacto para la empresa:

  • Se pierde talento en lugares clave.
  • Se generan dinámicas de sobreexigencia que se contagian al equipo.
  • Se normaliza la saturación y esto tiene un efecto expansivo.
  • Se toman decisiones sin perspectiva y energía.

Un error muy común es creer que una persona que está quemada no puede ser funcional, y no es cierto. Una persona quemada puede seguir trabajando; pero ya no lidera, no crea, no inspira… Solo sobrevive. Ahora bien, ¿qué medidas se pueden tomar? A escala individual:

  • Identificar qué está pasando y por qué.
  • Trabajar no en tenerlo todo, sino en tener suficiente.
  • Aceptar el proceso.
  • Redefinir qué significa éxito, compromiso y bienestar para ti.

Pero ojo, porque no podemos individualizar el problema y delegar toda la responsabilidad en la persona como si pudiéramos desconectar su experiencia de las variables externas que la condicionan. El burnout no es solo una cuestión de poner límites personales, también tiene que ver con contextos, culturas y expectativas externas.

"El 'burnout' no se soluciona con una baja médica por ansiedad y una receta de Lexatin"

Por eso la solución pasa también por políticas en el ámbito organizacional y social:

  • Evaluar la cultura interna (¿se normaliza el exceso?, ¿hay cultura del feedback?, ¿cómo es la comunicación?)
  • Formación en liderazgo y herramientas para su gestión no solo funcionales sino también emocionales.
  • Diseñar entornos de trabajo más humanos: conciliación, ritmos sostenibles, reconocimiento, autonomía, entre otros.

Y, en clave cultural, necesitamos desprogramar creencias heredadas sobre el alto rendimiento, el sacrificio como virtud y la realización como deber y empezar a hablar de trabajo desde una perspectiva más real, más consciente y más humana.

El burnout no se soluciona con una baja médica por ansiedad y una receta de Lexatin. Requiere revisar con profundidad qué papel juega el trabajo en nuestra vida y cómo queremos que sea este futuro laboral que construimos. Porque ya no vivimos en una época en la que esperamos jubilarnos después de 40 años creciendo en la misma empresa. Y tampoco un trabajo es sinónimo de estabilidad emocional, vital o económica. Necesitamos una nueva ecología del trabajo: más flexible, más justa y más humana. Pero sobre todo más consciente.