Veterinaria de la Escola Agrària del Solsonès

¡Los payeses dicen basta!

16 de Julio de 2025
Alba Reguant | VIA Empresa

Deberíamos empezar a tomar conciencia de que detrás de las explotaciones agroramaderas hay personas, hay familias y hay sentimientos.

 

Me explico.

A los agricultores y agricultoras se les acusa de contaminar, de ser los principales causantes del cambio climático y ahora, también, de provocar los incendios de este año (cuando son los primeros interesados en que no se queme ni una hectárea y son los primeros en llegar para apagarlos). Al mismo tiempo, se les exigen prácticas medioambientales muy estrictas que encarecen los costes, mientras importamos sin escrúpulos alimentos que no han aplicado la misma normativa (pero como han dañado el medio ambiente de otro continente no importa, como si el mundo no fuera una unidad medioambientalmente hablando), etcétera.

 

Hasta aquí parece un debate televisivo de unos a favor y los otros en contra, sin más consecuencias, como quien defiende el Barça o el Madrid.

Lo que no queda claro a la sociedad, a los políticos y tampoco a las administraciones es lo siguiente:

  • Producir fruta por debajo del precio de coste es desmotivador y frustrante para quien la trabaja.
  • Estar pendiente cada tarde de los incendios de tu alrededor provoca miedo, angustia e insomnio.
  • Ver quemar tu cosecha, tu casa, cobertizos, maquinaria... Es triste y genera un sentimiento muy fuerte de impotencia.
  • Matar 34 vacas y 14 terneros de tu explotación por un resultado dudoso de tuberculosis (caso real y actual en el Solsonès) causa rabia y a la vez depresión para quien cuidaba cada día a estos animales.
  • Y por último, recibir la persecución de la administración y los medios por el solo hecho de defender tu tierra y tu profesión puede llegar a provocar la muerte.

Esta semana nos despertábamos con la trágica noticia del suicidio de David Lafoz, agricultor de Aragón y activista agrícola. Los grupos de WhatsApp, el Instagram iba lleno... Pero en los principales medios de comunicación, nada.

Se suicidó después de publicar: “Lo siento por despedirme de esta manera tan cobarde, pero no aguanto más presión, no aguanto estar discutiendo cada día con gente, no aguanto más inspecciones de Hacienda y de trabajo, no aguanto trabajar 18 horas para no vivir”.

"La Administración debería estar al servicio de la sociedad para garantizar su estado de bienestar y no hacer exactamente lo contrario"

La frase y la imagen ponían los pelos de punta. Pero más de punta se los ponen la no respuesta de la clase política y de la Administración ante esta desgracia en la que es evidente que tienen responsabilidades.

La Administración debería estar al servicio de la sociedad para garantizar su estado de bienestar y no hacer exactamente lo contrario. Los agricultores deberían poder hacer su trabajo sin estar siempre en el punto de mira, ni siempre juzgados, ni siempre señalados.

No deberíamos olvidar, por enésima vez que lo repetimos, que todos comemos como mínimo tres veces al día y que sin ellos tener un plato en la mesa sería más caro y sobre todo menos sostenible (teniendo en cuenta que algunos piensan que la solución es importarlo todo).

"Ser agricultor o agricultora es más que un trabajo, es más que una profesión, y este sentimiento y esta pasión no se puede entender hasta que no la ves"

Además, la agricultura vive toda esta situación de persecución rodeada de unas suculentas ofertas que te proponen lo siguiente: quédate en casa que nosotros te instalamos placas solares y tú, sin hacer nada, ya tienes un sueldo asegurado. Un sueldo sin hacer nada, sí, pero ni alimento para tu país, ni trabajo para tus hijos e hijas de allí donde se había alimentado todo tu árbol genealógico. Muchos agricultores lo rechazan y no se lo agradecemos lo suficiente.

Ser agricultor o agricultora es más que un trabajo, es más que una profesión, y este sentimiento y esta pasión no se puede entender hasta que no la ves o la vives de cerca. ¡Es por eso que hay (solo hay que mirar las estadísticas de Francia) quien prefiere perder la vida antes que tener que dejar de hacer lo que les da!

Si no les entendemos, si no empatizamos con ellos y vemos que no son solo un número de explotación, sino que son personas, tan apasionadas por lo que hacen que no cuentan la jornada laboral (si no, no habría ninguna), nos quedaremos sin payeses. Y sin ellos, también sin territorio, medio ambiente, alimentos y recursos naturales.

Está en nuestras manos cambiar el enfoque, pero si nos descuidamos mucho habremos llegado tarde.