El sector de las colonias y del ocio educativo se encuentra ante un reto normativo de gran alcance: la obligación de cumplir con el registro horario digital de la jornada laboral. Sin embargo, su aplicación directa y sin matices en ámbitos con dinámicas singulares, como las colonias y las actividades de ocio educativo, plantea dificultades que requieren un tratamiento específico. La negociación colectiva debe ser el espacio para abordar esta cuestión, de forma que evite que se regule de manera transversal en un real decreto genérico que no contemple la particularidad del sector.
Las colonias no responden a la lógica laboral de una oficina o de una línea de producción. El trabajo de los equipos de monitores y monitoras se desarrolla en un entorno de convivencia, con actividades que se suceden a lo largo de todo el día e incluso de la noche, con la finalidad de garantizar la seguridad, la educación en valores y la cohesión del grupo. En este contexto, resulta clave distinguir entre dos tipos de tiempo dentro de la jornada laboral: los de alta intensidad y los de baja intensidad.
Los periodos de alta intensidad son aquellos en los que la totalidad del equipo de monitores está activamente implicado en la realización de talleres, actividades deportivas, excursiones o dinámicas educativas. Se trata de momentos en los que el esfuerzo físico y mental es máximo y donde la atención a los menores debe ser continua y simultánea. En cambio, los periodos de baja intensidad se producen cuando una parte del equipo descansa, mientras otra permanece a cargo del grupo. Estos tiempos de vigilancia o disponibilidad, aunque forman parte de la jornada laboral, tienen una naturaleza diferente y no pueden medirse con el mismo criterio que los de dedicación plena.
La dificultad surge cuando se pretende aplicar un registro horario digital rígido a esta realidad. Los sistemas convencionales de fichaje, pensados para entornos estables con horarios claros de entrada y salida, resultan impracticables en colonias donde la jornada se fragmenta entre alta y baja intensidad, donde las pernoctaciones son habituales y donde, además, la conectividad digital no siempre está garantizada por desarrollarse en entornos naturales o rurales. Imponer un sistema de control sin adaptación generaría más carga burocrática que soluciones, desviando la atención de los profesionales de lo que verdaderamente importa: el cuidado y la educación de los menores.
"Los sistemas convencionales de fichaje, pensados para entornos estables con horarios claros de entrada y salida, resultan impracticables en colonias donde la jornada se fragmenta entre alta y baja intensidad"
Ante este escenario, el sector reclama un reconocimiento de su singularidad. No se trata de eludir la normativa laboral ni de renunciar a la transparencia en el tiempo de trabajo, sino de contar con un marco que recoja adecuadamente su dinámica específica. La solución más adecuada es la inclusión de las colonias en el decreto de jornadas especiales, una herramienta jurídica ya existente que permite adaptar la regulación de sectores con características extraordinarias.
De esta manera, se garantizaría que el registro horario se ajusta tanto a los tiempos de alta intensidad como a los de baja intensidad, reflejando con rigor la realidad laboral sin sacrificar la esencia pedagógica y social de las colonias.
Reconocer esta singularidad supone un acto de justicia laboral y, a la vez, una apuesta por la calidad de un servicio educativo que complementa la escuela, fomenta valores comunitarios y contribuye a la conciliación familiar. La normativa debe avanzar hacia un modelo que proteja a los trabajadores sin imponerles herramientas ineficaces, que garantice la transparencia en la gestión del tiempo de trabajo y, al mismo tiempo, que respete la singularidad de los servicios prestados.