Ahora se podría empezar a reducir la jornada laboral

En el artículo precedente comentaba muy por encima un fenómeno nuevo: la inteligencia artificial aplicada a procesos productivos. Desde que aparece un invento hasta que su aplicación acontece útil y productiva, pasan decenios. Quiero decir que la revolución tecnológica que hemos vivido desde la aparición del ordenador personal (PC) hasta ahora, que todo parece evolucionar menos rápidamente -hace unos años que los teléfonos móviles ya no incorporan más facilidades-, tendrá efectos que todavía están por ver. Desde que Watt ingenió la máquina de vapor hasta que se aplicó en la industria de los telares y en el transporte (máquinas de tren) pasó casi un siglo.

Ahora, la aplicación de esto que denominamos inteligencia artificial (conocida como AI, internacionalmente) nos da miedo. El señor que hacía ir la locomotora se lo denominaba, en inglés, "ingeniero" porque se le tenía por una persona que realizaba una tarea nueva y, por lo tanto, compleja de entender para la mayoría de la población. Del mismo modo que los trabajadores que, en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, hacían ir ordenadores estaban muy muy pagados. La AI parece que amenaza puestos de trabajo sensibles que, dicen, requerían ingenio y análisis humano. Esto es mentira. Si lo puede hacer una máquina, no debe de tratarse de trabajo tan dependiente del hombre.

Estos días ha aparecido la noticia que en Grecia han hecho un retroceso enorme en este sentido. Se ha promulgado una ley que autoriza que se trabajen jornadas de más de 40 horas semanales. Desconozco los detalles, pero antes de la Gran Recesión visité Grecia muchas veces. Por trabajo. Aquello era un desmadre. Allí aprendí lo que realmente quiere decir vivir muy por encima de las mismas posibilidades. Solo les explicaré una anécdota: el metro de Atenas era gratis, si querías. El pago se hacía en unas máquinas, pero después no había control de acceso. Ni tampoco había revisores. Cuando comenté la sorpresa con gente local, me respondieron, muy seriamente, que los griegos eran muy civilizados y no había que verificar que el viajero compraba el ticket. Aquella enorme fiesta que pagaba el déficit público -y la Unión Europea- mezclado con una economía mal diseñada -el turismo ocupa el 20% del PIB- ha llevado a un país de una productividad bajísima. Y ahora se tienen que adoptar medidas que, a mí me parece, son contra natura, viajan aparentemente en el sentido diametralmente opuesto a cómo se tendría que ir.

Si lo puede hacer una máquina, no debe de tratarse de trabajo tan dependiente del hombre

La aplicación de grandes adelantos tecnológicos, la aplicación de la AI y los excelentes resultados que obtienen las empresas tendrían que llevarnos a una seria reducción de las horas de trabajo, manteniendo, si no subiendo, salarios -sobre todo en el caso español-. Estamos en un punto similar al de hace 150 años, cuando se empezó a aplicar la jornada de 40 horas. La Revolución Industrial lo permitía. Ahora la Revolución Tecnológica lo tendría que hacer posible. Francia hizo un primer paso en 2002, pasando de 40 horas a 35 horas semanales. Y el país continúa estando en primera línea productiva. Mediante la mejora de los procesos productivos y después de un periodo de transición, Europa tendría que ser capaz de empezar -con más o menos exigencia dependiente del país- a aplicar la jornada de cuatro días laborables. ¿Por qué no? Se trata, en definitiva, de repartir más equitativamente los beneficios que las empresas obtienen gracias a una Revolución Tecnológica que, al final, y cómo lo fue la Revolución Industrial, es de todos.

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