Sanidad, la descomposición del sistema

Si alguna vez visitan Argentina, especialmente Buenos Aires, detectarán una cosa: todo está gastado y degradado. Tienen de todo, pero todo es viejo, exhausto y desbravado. Tuvieron de todo, fueron ricos, pero desde hace decenios viven de ir gastando aquello que existía. Hasta que nada funciona. Solo quedan las apariencias. Desde hace tiempo tengo la sensación que en Catalunya nos está sucediendo una cosa similar. Desde el fin de los gobiernos Pujol, los sucesivos ejecutivos han ido viviendo de las rentas. ¿Recuerdan cuando hace que se hizo la última gran obra pública de infraestructura? Me parece que fue el túnel de Bracons, que inauguró el presidente Montilla, pero que había iniciado el último gobierno Pujol.

Entre las cosas en que se empieza a notar la argentinización le toca el turno a la sanidad. Al sistema sanitario, yo diría. El público, pero también el privado. Son bastante indisociables, porque una de las cosas buenas de lo que tenemos (¿Teníamos?) es este sistema imbricado de público-privado que ha resuelto tantos problemas. Todo esto viene a cuento porque el asunto de la misteriosa falsa doctora -¿Por cierto, alguien nos podría dar la identidad?- destapada en Berga no es un hecho aislado. Al menos en cuanto a ella. Se ha ido descubriendo que la estafa venía de lejos y afecta varios centros. Para mí, este caso no es nada más que la fiebre, un síntoma que nos está diciendo que el sistema sanitario catalán está degradado.

No se reconoce que el sistema sanitario catalán está muy por encima de nuestras posibilidades

Las razones son diversas. La responsabilidad principal es de los gestores. El populismo que han practicado, y practican, tiene gran aceptación. Pero la población ayuda al deterioro. El populismo tiene gran aceptación entre nosotros, cómo lo tiene entre los argentinos. No se reconoce que el sistema sanitario catalán está muy por encima de nuestras posibilidades. No hay dinero para mantener un sistema que en otros países europeos -¿Recuerdan cuando hablaba de productividad?- sí que se pueden permitir. Aquí, esto no se quiere explicar. Y también se niega el principio de copago (el usuario paga una cantidad por cada visita) que se practica en el resto de la Unión Europea. No entiendo cómo nuestros socios han sido tan permisivos: yo no habría dado ni un euro de los fondos Next Generation sin obligar España a aplicar el copago en la sanidad pública. Creo que todo llegará. Mientras tanto, la población practica, cómo he dicho, el populismo latinoamericano más avanzado y se dedica a aplaudir los sanitarios. Eso sí, ni un euro de propina.

Los efectos son diversos. Nuestra gente, carísima de formar -el sistema de los MIR parece que es ejemplar- se va una vez acabados los estudios y las prácticas. Afuera se les paga mejor. Mientras tanto, nos llegan doctores de todo tipo. Unos de buenos. Otros con títulos dudosos. Algunos no correctamente homologados. Otros, de universidades de estética Juan Carlos I, es decir, títulos perfectamente comprados. ¿Pruebas? No tengo. Pero si se dan títulos comprados en España -nosotros que, más o menos, estamos vigilados-, ¿Cómo no se dan en países herederos avanzados de nuestra habilidad social estafadora? ¿La misteriosa médica falsa, solo hay una? Miren, la ley de probabilidades no acostumbra a bajar la guardia: cómo ella hay más, seguro.

Yo no hubiera dado ni un euro de los fondos Next Generation sin obligar España a aplicar el copago en la sanidad pública

La realidad no se puede esconder por más tiempo. El servicio se ha degradado. Digan lo que digan los que mandan. Solo lo tienen que preguntar al usuario. Colas, retrasos, y, en muchos casos, el médico no habla nuestro idioma. Todo ello, un desastre. El doctor Josep Maria Via es uno de los profesionales que colaboró a crear e implantar aquello que ahora utilizamos. Estuvo en posiciones de gobierno cuando todo se creó. Él hace un resumen que pueden encontrar aquí -una explicación mucho más profesional de lo que yo aquí expreso como mero opinador. Viene a decir que el sistema se tiene que renovar, que vivir de las herencias comporta la inexorable degradación. Según mi punto de vista, la pregunta, pero, continúa siendo clave: ¿Hay gente capaz en los gobiernos actuales para hacer aquello que, hace años, hicieron otros cuando mandaban?

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