Aromas con 150 años de historia

Pocos comercios pueden enorgullecerse de soplar 150 velas, una por cada año de historia y A Hace falta Gaspar es uno de ellos. Esta perfumería de Igualada, uno de los establecimientos más antiguos de la ciudad con un siglo y medio de vida, tiene sus orígenes en una barbería del mismo nombre que el tío del pintor modernista Gaspar Camps fundó el 1865. Su sobrino, Josep Camps, heredó el negocio y, junto con su mujer Agustina, amplió los productos que se ofrecían para acabar convirtiendo la barbería en perfumería.

"La gente traía el cabello que se cortaba y mis abuelos hacían pelucas, postizos, bigotes y barbas por los Pastorcillos y por las obras de teatro que se hacían al Ateneo Igualadí. Algunas veces, incluso, maquillaven los actores", recuerda su nieta y actual propietaria, Maria Castelltort. El señor Papitu, como lo conocían, introdujo nuevas marcas y diversificó el negocio que pasó después en manso de su única hija Maria Camps que dedicó toda su vida a despachar perfumes, colonias a granel —que se pesaban con balanzas a onzas—, brillantina y jabones. Hoy en día es su hija, Maria Castelltort, quien encontramos detrás el azulejo de este establecimiento.

Dos reformas que han mantenido vivos sus orígenes
"Tanto mi abuela como mi madre eran tenderas de raza y de por vida", afirma la Maria que no cogió las riendas del negocio inmediatamente. De hecho, pasó 18 años trabajando a las oficinas de la fábrica Vives Vidal de Igualada antes de dedicarse plenamente al negocio familiar.

Durante esta última etapa, A Hace falta Gaspar ha vivido dos reformas —una al 1996 y otra diez años después— que han permitido ampliar el local manteniendo el estilo original, como lo demuestran sus porticons de madera verdes, todo un recuerdo de su pasado y de sus orígenes centenarios. El paso del tiempo sí ha modificado, en cambio, los hábitos de consumo y, por lo tanto, las estrategias de venta.

De los perfumes a granel a la apuesta por la perfumería y cosmética nicho
"La cosmética y la perfumería de ahora no tiene nada que ver con la de entonces —recuerda Maria Castelltort—, antes la gente no tenía este espíritu ni conciencia del lujo porque el poder adquisitivo era menor y no se iba en busca de la marca como por ejemplo". En un mercado como el actual, copado por múltiples puntos de venta y con una oferta de marcas y productos muy diversa, A Hace falta Gaspar ha sabido encontrar su lugar en el mundo de la llamada perfumería y cosmética nicho, es decir, en marcas más desconocidas por el gran público y con un circuito de venta más exclusivo, que se han erigido en todo un símbolo del lujo discreto.

Malin Goetz, Etro, Annick Goutal y Serge Lutens, por ejemplo, son algunas de ellas. Es en este ámbito donde la figura del pequeño comercio cobra importancia, puesto que es el encargado de darlas a conocer a sus clientes. "Tengo productos que no tienen las cadenas y marcas que no tiene nadie en la ciudad como Shiseido, Annayake y BioCol y que vendemos en exclusiva. Este es nuestro valor diferencial con el cual podemos competir con las grandes cadenas de perfumería. Además, también ofrecemos bisutería y complementos como camisoles o fulares", afirma Castelltort.

Apuesta por el trato personalizado y diferenciado como valor competitivo
La clientela de este establecimiento centenario es muy diversa, de todas las edades, y mucha proviene otros puntos de la comarca. A pesar de la fuerte competencia que suponen las grandes cadenas de perfumería, Castelltort reconoce que los clientes jóvenes valoran y reclaman cada vez más la atención que ofrecen tiendas como la suya. "Ahora la gente empieza a pedir y buscan aquel trato que no reciben a las cadenas de cosmética y perfumería y que sí puede ofrecer el pequeño comercio. Se valora el asesoramiento personalizado, el trato de tú a tú y la buena predisposición para resolver cualquier problema que pueda surgir", concluye.