María Martí era una joven pastora de cabras de Queralbs (Ripollès). Con el tiempo, se casó y se fue a vivir a Planoles, donde formó su familia. Décadas más tarde, y a pesar de que los descendientes se han ido dispersando por el territorio, Cal Tià sigue siendo la finca familiar y es el lugar al que los nietos y bisnietos vuelven con frecuencia. "María Martí, como muchas personas de montaña, era firme, trabajadora y con un corazón muy grande", recuerda a la ACNJoan Miquel Jaume, uno de los nietos y cofundador de la bodega. "Este vino es un homenaje a ese tipo de personas que, de forma silenciosa, trabajan y luchan por conservar el territorio", añade. Con un coupage de riesling y garnacha blanca, el vino se está empezando a comercializar en el Ripollès y la Cerdanya.
De color amarillo pálido, el vino Maria Martí tiene un aroma floral intenso, con presencia de frutas blancas y cítricos, y sutiles notas exóticas. Aunque hay alguna experiencia vitivinícola en la zona, el Maria Martí es el primer vino regulado del Ripollès que sale al mercado y que ya se puede encontrar en establecimientos y restaurantes. La uva con la que se elabora nace en Planoles, a 1.200 metros de altitud, en una finca familiar de cerca de una hectárea flanqueada por el Puig de Dòrria, el Pic del Collet de les Barraques y el Puigmal.
El María Martí es el primer vino regulado del Ripollès que sale al mercado
La iniciativa familiar comenzó en 2018, con el objetivo final de elaborar un vino de montaña "de calidad". En ese momento, Joan Miquel Jaume y sus hermanos y familiares se empeñaron en hacer crecer viñedos en unos terrenos familiares donde antiguamente pastaban vacas. Jaume explica que siempre han sido aficionados al vino y el objetivo era llevar adelante un proyecto "singular, joven, pequeño y vinculado a la tierra" que los llenara.
Una apuesta "arriesgada"
Lo primero, relata, fue encargar estudios geológicos de los diferentes terrenos y escoger los que tuvieran más horas de sol. Con su voluntad de hacer un vino singular, en 2019 plantaron 2.300 cepas con una apuesta poco común para un vino de montaña: riesling y garnacha blanca. "El riesling es una apuesta segura, una variedad de ciclo corto, y luego escogimos la garnacha blanca, una variedad autóctona y más mediterránea". La apuesta por la garnacha blanca, explica, también fue por una cuestión de "viabilidad" del proyecto. "Nos permitía hacer más litros de vino y también le daba estructura y amplitud en boca". Dos aspectos que, según Jaume, pueden ofrecer un coupage "que realmente guste al público". Todo el proceso en la viña es ecológico y están en proceso de certificación.
Siempre han sido aficionados al vino y el objetivo era llevar adelante un proyecto "singular, joven, pequeño y vinculado a la tierra"
La familia se muestra muy orgullosa del vino que han logrado. Aunque insisten en que hay que ir "paso a paso", y comprobar que el vino "gusta" y se posiciona bien en tiendas de alimentación y restaurantes, tampoco ocultan la intención de que en el futuro el proyecto siga creciendo en el territorio. "Tenemos varias ideas en mente, tal vez plantar otras variedades, tal vez continuar con las mismas y ampliar terrenos", explica Joan Miquel Jaume. "No se sabe, pero está claro que el proyecto evolucionará".