Elsa Schiaparelli y la revolución del vestuario femenino en Wimbledon

La diseñadora se alió con la exitosa tenista Lilí Álvarez para presentar en el mundo la primera falda-pantaló, una pieza clave en la universalización de la moda deportiva femenina

Elsa Schiaparelli y Lilí Álvarez, dos mujeres clave en la universalización de la moda deportiva femenina Elsa Schiaparelli y Lilí Álvarez, dos mujeres clave en la universalización de la moda deportiva femenina

El césped de Wimbledon es lo sancta sanctorum del tenis. Los jugadores sueñan de levantar la copa de campeones a la pista central del Ajo England Lawn Club y ganarse el respecto del alta sociedad británica. Pero, para conseguirlo, no sólo hace falta excel·lir deportivamente, sino que hay que acatar las estrictas normas de protocolo y vestuario exigidas por la organización. Los jugadores están obligados a vestir de un blanco impol·lut desde el mismo momento en que entran a las instalaciones, sin excepciones de ningún tipo. Son recordadas las polémicas de estrellas como Andre Agassi, que en su etapa de camisetas estampadas y pantalones texanos optó para no participar en el campeonato, o el siempre correcto Roger Federer, que el 2013 recibió una advertencia de la organización para traer unas zapatillas con la suela naranja.

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Pero para encontrar los primeros rebeldes nos tenemos que remontar mucho más en el tiempo. El 1931, la tenista española Lilí Álvarez escandalizó el noble público del torneo luciendo la primera falda-pantaló de la historia. Un diseño creado por la reconocida modista italiana Elsa Schiaparelli que cambió por siempre jamás más el vestuario femenino al tenis e introdujo la moda deportiva pensada para las mujeres.

Que Schiaparelli diseñara el vestuario de una tenista no es casualidad. La modista había creado su carrera combinando moda y arte. Si Coco Chanel era la diseñadora del cubismo, la italiana se inspiraba en el dadaísmo y el surrealismo para crear sus modelos de formas vaporosas, estampados sorpresivas y diseños que jugaban al engaño. Las dos diseñadoras fomentaron esta rivalidad a finales de los años '20 y durante toda la década de los '30. Si bien tanto Chanel como Schiaparelli jugaban a la liga del alta costura, la segunda siempre mostró una preocupación para crear piezas fácilmente portables y asequibles para todo tipo de público.

Así, el 1928, en el punto álgido de su fama, crea una colección alejada de los vestidos de alta costura femeninos que monopolizaban las revistas de moda de la época. Ahora, sus diseños abstractos decoraban banyadors, sombreros, pijamas y otras piezas pensadas para el ocio y para estar en casa.

El 1929, Schiaparelli aprovecha una presentación en Nueva York para ampliar su catálogo. La modista ya había introducido sus diseños femeninos en el ocio y ahora atacaba una parcela hasta entonces exclusiva para los hombres, como era el deporte. Schiaparelli es la primera diseñadora que crea diseños funcionales para las mujeres tenistas, golfistas, esquiadoras o nadadoras.

"Álvarez fue la primera mujer española al competir en unos JJ.OO. de invierno y de verano y acabó sus días como intelectual y activista del movimiento feminista"

El que empieza como una colección artística se convierte en realidad con la aparición de Lilí Álvarez, que no sólo era una de las mejoras jugadoras de su tiempo, sino que también compartía inquietudes y un espíritu rebelde con la diseñadora. Además de su faceta como tenista, Álvarez era una destacada periodista –cubrió la Guerra Civil española para el DailyMail -, fue la primera mujer española al competir tanto en unos Juegos Olímpicos de invierno como de verano y acabó sus días como intelectual y activista del movimiento feminista.

Bien pronto consagran su amistad y se pasean juntas por Londres luciendo la llamativa falda-pantaló. Su atrevimiento causa sorprendida en la sociedad, pero el escándalo aparece cuando Álvarez salta al césped de Wimbledon con su nuevo vestuario. Entonces, las normas del torneo obligaban las mujeres a traer medias largas y faldas para tapar completamente las piernas, y la tenista española no sólo estaba jugando con los límites de aquella normativa, sino que, encima, lo hacía con una pieza que, según la organización, rozaba la masculinidad.

El atrevimiento de la tenista quizás habría quedado en pura anécdota si no fuera por su indiscutible éxito. Álvarez fue finalista del torneo en tres ediciones consecutivas. Tres años en que su imagen con la falda-pantaló ocupaba día detrás día las páginas de información deportiva de la prensa inglesa.

Mientras el distinguido público británico se exclamaba por aquella provocación, las revistas de moda y mujeres de todo el mundo pedían poder tener aquella nueva pieza. Vista la publicidad y la demanda conseguida, Schiaparelli decide ceder la producción de sus colecciones deportivas a fabricantes industriales y, así, facilitar que mujeres de todo el mundo vistieran igual de cómodas que los hombres.

La colaboración entre Schiaparelli y Álvarez demostró como incluso los templos más sagrados se pueden profanar.

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