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Monetizar la rabia: hay negocio detrás de las emociones

Un recorrido por las habitaciones de la rabia y la destructoterapia con una inflexión en la estrategia de Elon Musk en X (Twitter)

En las sesiones de destructoterapia los participantes pasan por fases de liberación, destrucción de objetos y, finalmente, relajación | iStock
En las sesiones de destructoterapia los participantes pasan por fases de liberación, destrucción de objetos y, finalmente, relajación | iStock
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Directora de VIA Empresa
Barcelona
13 de Enero de 2024

En una primera instancia, la ira se ha concebido históricamente como una emoción negativa, una emoción que nos puede llevar hacia lugares o situaciones desagradables. Es un mecanismo de defensa que aparece ante situaciones adversas o frustraciones. La injusticia, las desigualdades y las crisis son los principales agitadores de esta emoción en nuestra sociedad; despiertan la rabia de la ciudadanía, aunque en el fondo, también impulsan su activismo. Un estudio publicado por la revista Global Environmental Change -que encuestó a 1.046 noruegos adultos- ilustraba cómo la ira es la emoción más fuerte y mejor relacionada con el activismo y, en el caso en el que se centraba el estudio, la que más impulsa la acción climática.

 

La estrecha relación entre la economía y las emociones no es nada nuevo. De hecho, el premio Nobel de Economía del 2017, Richard Taler, explica en su teoría de la Psicología de la economía, que las emociones juegan un papel muy importante en la economía y también a la hora de invertir. También desde la vertiente de la oportunidad de negocio, las emociones acontecen muchas veces la materia prima de muchas empresas, que las utilizan para dar un servicio a sus clientes. Para la alegría y la diversión nos sobran ejemplos, pero para la rabia tampoco nos faltan. La rabia también se puede monetizar y puede acontecer la piedra angular de un modelo de negocio.

 

La crisis financiera del 2008, que sacudió Tokyo económicamente, con una tasa de paro muy elevada para su economía y la caída de Bolsa más grande de su historia (de un 42%), sirvió como excusa y antecedente para que un quiropráctico japonés, Katsuya Hara, creara un nuevo modelo de negocio -las rage rooms- que con los años se ha ido expandiendo por otros muchos países, como Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Canadá, Australia y también en nuestro territorio.

Con The Venting Place crearon una habitación de la rabia: un lugar donde los japoneses -especialmente los "trabajadores estresados", según anunciaban- podían "aliviar sus frustraciones lanzando tazas, platos y otros objetos frágiles a las losas de hormigón". Cada taza rota tenía un coste de 2,20 dólares y se podían escoger otros objetos de cerámica, como por ejemplo platos grandes, por 11 dólares el plato.

¿Contener la rabia o vivirla y soltarla?

A pesar de que el concepto se creó en 2008 no es hasta el 2019 que coge popularidad a escala mundial. En España, la primera habitación de la ira se creó en Tenerife, en La Laguna, de la mano de la empresa de ocio Tenerife Trending Topic. Una experiencia antiestrés en la que los participantes podían destruir el mobiliario de una habitación durante 30 minutos con un bate de béisbol o una maza.

La empresa, pero, ya no existe porque, como otras muchas habitaciones de la rabia, tuvieron que cerrar a raíz de la pandemia de la covid-19. Ahora bien, una vez hemos podido mirar la pandemia desde el retrovisor (manteniendo las mascarillas en la guantera), estas experiencias han vuelto a resurgir, con más fuerza que nunca, por todo el mundo. Y lo han hecho evolucionando el concepto inicial y añadiendo nuevas modalidades.

En Catalunya, la primera habitación de la rabia se inauguró en Vilanova i la Geltrú, en el 2019, y tuvo más suerte que su competidor en Tenerife: todavía está en funcionamiento. La empresa Axerum, que ofrece diferentes actividades de ocio y de team building en sus instalaciones, cuenta con una habitación "para romper cosas". Una terapia para el estrés que puede ser compartida -pueden entrar hasta 4 personas a la misma sesión- e incluye material de protección para los participantes. El precio inicial de la experiencia es de 25 euros, pero éste se puede incrementar en función de los materiales extra que el cliente quiera añadir, como televisores, congeladores, microondas, platos, botellas, etcétera. "¿Alguna vez has querido destrozar algo después de un largo día de trabajo?", anuncian en su página web. El público objetivo es el mismo que escogió la japonesa The Venting Place en el 2008, pero los objetos con los que descargar la rabia y el estrés han ido evolucionando.

El mismo modelo ha seguido la empresa Megagamecornellà, en Cornellà de Llobregat, con la Stress room, en la que ofrece paquetes de objetos para destrozar, e incluso la posibilidad de llevar objetos personales que el cliente tenga cruzados.

Una tendencia muy parecida están siguiendo muchas empresas de experiencias de team building, que entre en su abanico de actividades están incluyendo también la destructoteràpia. Son sesiones acompañadas por música y guiadas por un terapeuta en las cuales los participantes -compañeros de trabajo- pasan por diferentes fases de liberación, destrucción de objetos y, finalmente, relajación. Entienden que después de la devastación (y del esfuerzo físico) viene la relajación, y que la ira compartida -como el resto de emociones- tiene algo que une a las personas y, por lo tanto, a los equipos.

En la destructoterapia se entiende que, después de la devastación (y del esfuerzo físico), viene la relajación, y que la ira compartida -como el resto de emociones- tiene algo que une a las personas

De hecho, la hipótesis de la catarsis de la ira sostiene que si la gente es capaz de expulsar su frustración y rabia de una manera segura, ésta disminuirá o, incluso, se canalizará hacia una acción o estado positivo. La rabia -según veíamos que publicaba Global Environmental Change- es un fantástico motor para el activismo, pero también lo puede ser para otros muchos campos. En el deporte, por ejemplo, aporta una explosión de energía y más precisión. Hay varios estudios -que han analizado temporadas de la NBA o de la liga de hockey de EE.UU. (NHL)- que demuestran que aquellos jugadores tanto de baloncesto como de hockey que han recibido una falta antes de hacer un tiro, son después más precisos en su lanzamiento. También hay otro estudio -liderado por los investigadores Heather Lench y Linda Levine- que apunta que la rabia bien gestionada puede acontecer una chispa para la creatividad: después de pedir a un grupo de personas que resolvieran unos anagramas muy complicados, observaron que aquellos que se habían quedado en la frustración -rabia mal gestionada- habían fracasado o abandonado la prueba muy pronto, y aquellos que habían sentido ira, se habían continuado esforzando y, por lo tanto, habían conseguido mejores resultados.

Son ejemplos que responden al lado bueno de una emoción inicialmente negativa y que vuelven a poner al foco en el beneficio de la gestión de las emociones. De hecho, volviendo a la perspectiva empresarial, en el ámbito de las digital health, se están aplicando terapias para gestionar la ira que incorporan realidad virtual. En este caso, el paciente no se encuentra propiamente en una habitación de la rabia virtual, pero sí ante diferentes situaciones que ponen a prueba su gestión de la ira y control de la agresividad.

Que hay negocio detrás de las emociones no es ningún misterio, tampoco, para los amos de las redes sociales ni para los usuarios que las utilizamos. De hecho, no hace falta que mencione a Elon Musk ni Twitter, ahora X, para que todos relacionamos rápidamente la emoción que alimenta esta red social, emoción que se monetiza -a golpe de tweets- para hacer rentable su negocio. Otro debate es el objetivo que hay detrás de esta estrategia. Ya lo dijo Josep M. Ganyet hace unos meses en VIA Empresa: "El de Musk no es que vivamos mejor en un futuro en Marte, sino que es el de convertir rabia en dinero en Twitter y de vender más coches Tesla, todo ahora y aquí, en la Tierra."