¿Qué se ha hecho en Catalunya?

El ingeniero Alfred Vilanova explora a su reciente Fet a Catalunya las historias detrás de las principales invenciones, infraestructuras y adelantos surgidos del país

El supercomputador MareNostrum 4, en el Barcelona Supercomputing Center | ACN El supercomputador MareNostrum 4, en el Barcelona Supercomputing Center | ACN

La identidad catalana es indestriable de su industria, de su producción. La conxorxa entre modernismo e industria está imbricada con la identidad de la Barcelona contemporánea, con plazas, monumentos y palacios con el apellido de los grandes patrones del puente entre el XIX y el XX. Si bien el imaginario alrededor de las cosas hechas en el país está mucho más relacionado con la máquina de vapor, los telares y las colonias de obreros; y más adelante con la automoción y la exitosa petroquímica tarraconense, Catalunya hace siglos que cierra patentes. El más que reivindicado hub de la innovación en que se tiene que convertir la capital hace siglos que opera, si bien no alrededor de fibra óptica y supercomputació. Así lo recoge Alfred Vilanova en su reciente Fet a Catalunya: Històries curioses d'indústries, invents i emprenedors catalans (L'Arca, 2022). De los monumentos megalíticos a la estatua de Colón, del molino papelero al Mare Nostrum 4, el ingeniero industrial teje el hilo de la historia y el hecho catalán alrededor de las máquinas y estructuras que se han construido.

La vocación genealógica del volumen se constata desde la cabecera del primer capítulo. La revisión de las estructuras e invenciones de la Catalunya prehistórica se comienza con un sonoro L'home de Taüll: El primer català. El autor, de hecho, se detiene a explorar con detalle los ingenios catalanes –máquinas, pero también instituciones, colectivos que han contribuyeron al progreso económico y social del territorio– desde la prehistoria hasta antes de la revolución industrial. Vilanova dedica más de 100 páginas a recopilar las historias productivas de la Catalunya preindustrial. La Vía Augusta, de Elche a Perpiñán, como red de conexión comercial con el resto de Iberia; el alabado Consulado de Mar, suyo del primer tratado comercial de la historia –vigente fines hace pocas décadas a tribunales y contenciosos de todo el mundo– o la tarea del pionero de las indianes Esteve Casales y Guerau aparecen acompañados del tapón de corcho o la Coca de Mataró en un libro blanco de una inventiva de país que se revela milenaria.

Sobre los cimientos de la máquina de vapor de la fábrica de Jacint Ramon en la calle Sant Pau, instalada por Francesc Santponç, Vilanova explora la primera revolución industrial catalana con una narrativa capaz de ligarla con aquellas instituciones e infraestructuras que marcaban el progreso económico del país antes del ingenio de James Watt. De especial interés son las anécdotas e historias humanas de los industriales y comerciales que han quedado al recuerdo catalán –como mínimo finos hace no mucho–. El autor vehicula a través de la conflictiva vida del infame marqués de Comelles, Antonio López, las manchas de la historia industrial catalana con el tráfico de esclavos, la otra cara de las historias de éxito del país, desde el ferrocarril de Mataró o la fábrica de Can Girona al Vapor Aymerich, uno de los últimos del país; todos ellos con un foco valioso en el cruce de actividad empresarial y vida personal de los grandes patrones catalanes.

Las tres revoluciones industriales que han movido la actual Catalunya después de las primeras fábricas barcelonesas tienen sus propios espacios –si bien Vilanova deja la cuarto, la de la digitalización, la nube y la computación cuántica, cómo una cuestión de futuros detrás las decenas de torres de procesamiento del Supercomputing Center–. Los apellidos Pearson, March o Gelabert posan cara al interregno de modernidad que el mitjan siglo XX significó en un país estrangulado por la dictadura pero encara creador; todavía productivo. De los microcoches y las Olivetti, el autor ofrece un salto coherente hacia las TIC catalanas, una época de televisores, transistores y llamadas; pero también de gas y átomos. Vilanova complementa las especificidades técnicas de innovaciones cómo el Telesincro con las historias de sus creadores –en este caso los ingenieros Joan Majó, Joan Peracaula y Antoni Clavell–, confirmando que el tiempo y los chips no han hecho perder el carácter personal de la invención catalana.

Secretos y mecanismos

La misma premisa de hecho a es Catalunya el que lo hace lucir por encima de cualquiera otro libro de historia industrial. Como muchos de los volúmenes más interesantes sobre el país en su vertiente económica y empresarial, la obra de Vilanova se para allá donde la técnica y el negocio se unen con las historias personales de los grandes y pequeños nombres históricos. Todo un aparte dedica, por ejemplo, a reacciones adversas a la construcción de la Sagrada Familia –entre ellas la de George Orwell, que entre la multitud de rasgos a homenajear de lamentó Catalunya "el mal gusto estético" de la basílica–. Especialmente en la historia del Siglo XX, es llamativo cómo la apariencia de los aparatos y las estructuras toma una relevancia especial: donde las primeras imprentas eran monstruos hardwares, el moderno diseño de la Studio 40 de Olivetti aspira a ser elegante además de funcional, subrayado todo ello por otra máquina de escribir, la italiana Valentine, expuesta al MOMA por su diseño pero un fracaso en ventas.

Mirando hacia el futuro, Vilanova sigue el camino de unos inventos y construcciones catalanas que han hecho del país uno de los principales pilares industriales del sur de Europa para apuntar hacia un futuro brillante. "Catalunya no es uno Estado, ni es la sede de grandes multinacionales, ni tampoco de entidades financieras importantes, pero es indiscutible que tiene unos activos que hay que valorar", rumia el autor, que ve especial potencial en la transición hacia los modelo empresariales 4.0. La Canadenca, la Vía Augusta o el ferrocarril del Maresme de hace siglos son ahora el MWC, el Barcelona Supercomputing Center o las escuelas de negocios barcelonesas. El cierre de este Fet a Catalunya sugiere, con cimiento, que hay prous estructuras al país cómo para hacer otro de aquí a cincuenta años; un libro de innovaciones cuánticas, conectadas, autónomas; todas ellas con acento catalán.

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