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Spoonik: de la clandestinidad a la cresta

Jon Giralbo y Jaime Liberman pasan de la importación de calzoncillos a la cúpula del Hesperia

Los nombres de Jon Giralbo y Jaime Lieberman son conocidos por el proyecto empresarial Spoonik, pero hubo una época en que la asociación de estos dos nombres evocaba la presencia de calzoncillos y clandestinidad. Procedentes de Colombia y México, respectivamente, y con formación de abogado y fotógrafo, los dos empresarios se conocieron en Barcelona el 2001, y en la capital catalana montaron un negocio de importación de ropa interior masculina. Aquella empresa, exitosa, no les apagaba la sed de hacer algo relacionada con la gastronomía y, según explican, vendieron el negocio para apuntarse en la prestigiosa escuela de cocina Mey Hofmann, una experiencia que les arraigó definitivamente a la ciudad y que después los catapultó en prácticas a establecimientos como el Celler de Can Roca

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Pero viendo las dificultades de trabajo en el mundo de la gastronomía, los dos emprendedores decidieron abrir el restaurante en el comedor de su casa: era 2013 y reformaron los bajos para acoger los primeros comensales bajo el nombre de Spoonik Club. En pleno crac, ellos explican que este espacio clandestino nació como "posibilidad de autoempleo" en un momento de crisis económica que no favorecía el acceso al desarrollo profesional en otros espacios. Todo sucedía en la casa privada de Jon cerca de la plaza Lesseps donde reinaba la magia y una experiencia gastronómica diferenciada. El concepto era "comer en casa de un chef", explican. Desde entonces, en esta bonita casa han ofrecido cenas y acontecimientos privados con la presencia de los cocineros y de un equipo acompañándolo de la experiencia.

Salto a la restauración

El éxito de aquella experiencia y el savoir faire adquirido les dio fuerzas para abrir en 2016 un nuevo establecimiento bajo el nombre de Spoonik Restaurante en el número 28 de la calle Bertran, donde los socios cogieron todavía más popularidad y nombre. Como una gran bola de nieve, les llamó a la puerta la oportunidad de gestionar el restaurante del Hesperia Tower, Evo, que Santi Santamaria había dejado vacío durante siete años tras su muerte. Según explican, habiendo probado sus propuestas en el Spoonik Restaurante, el grupo inversor Hesperia les fue a buscar y aquella experiencia fructificó en la Ovnew, abierto el pasado mes de abril. El nombre de este establecimiento es un juego de palabras que sigue la filosofía espacial de su nombre originario, consagrado en la nave Spoonik, pero en versión ovni, y especialmente en referencia a la icónica nave extraterrestre que tiene el hotel del Hospitalet en su cúpula.

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En paralelo, los socios repensaron la situación del Spoonik Restaurante, puesto que los compromisos del Ovnew no los dejaban atender al 100% este establecimiento originario en la calle Bertrana, así que decidieron reconvertir el Spoonik Restaurante en un establecimiento de "comer latinoamericano para llevar", con streetfood y arepas en alianza con la cervecera San Miguel, y dónde hay una apuesta que "se sale de lo normal", de aquí su nombre. Durante todo este proceso de rodaje de los dos nuevos establecimientos, el clandestino Spoonik Club ha estado cerrado unos tres meses, y los propietarios han decidido que abrirá algunas temporadas el año y para acontecimientos concretos.

Un millón de euros de inversión

Según detallan los propietarios, actualmente, el grupo Spoonik está integrado por los establecimientos Spoonik Club, Anormal y el restaurante del Hesperia Tower: Ovnew. Con datos de 2018, cuando el grupo estaba integrado por Spoonik Restaurante y Spoonik Club, y en la segunda mitad del año con Anormal, tenía una inversión total de un millón de euros. Durante el 2018, este grupo tenía creados 25 puestos de trabajo y registró una facturación, entre Anormal y los dos restaurantes Spoonik, de 1,2 millones de euros.

Neurogastronomía

En el plano gastronómico, los cocineros denominan su cocina "neurogastronomía", en una experiencia que alcanza todos los sentidos y que obliga el comensal a vivir todos los aspectos de la comida: desde los ingredientes, hasta la iluminación, el sonido y la puesta en escena. Es una propuesta gastronómica donde pasan cosas, una gastronomía de la experiencia. Concretamente, la filosofía de Spoonik consiste en la creación de experiencias que van mucho más allá de la comida y que también buscan "implicar y estimular" los comensales desde sus cinco sentidos. Por eso defienden que su especialidad es una experiencia 360 grados guiada por la originalidad de platos con una premeditada puesta en escena.

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A nivel gustativo, la carta combina gustos y colores de la cocina colombiana y mexicana con toques mediterráneos. La vocación es ofrecer una experiencia sensorial completa o lo que ellos han bautizado como "neurogastronomia", orientación que fue reconocida con el premio Nacional de Hostelería en la categoría de Innovación el 2017. Su plato estrella es el llamado Oda al maíz, una sugerencia que rinde homenaje a uno de los alimentos más importantes de la cultura latina. De hecho, sus platos son transversalmente un canto a esta gastronomía.

Pero a pesar de su excelencia, todavía tienen muchos retos: el principal pasa por "acceder a nuevos tipos de comensales", como los millennials y los centennials, con una experiencias a la altura de sus expectativas y necesidades de consumo multicanal, de forma que todo esto les provoque una satisfacción por encima de la de comer y beber. Para ellos, como para el mundo de la alimentación en general, todavía es un enigma saber como comerán los gastrónomos del futuro, y eso que vienen del espacio.

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