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Argentina, ¿entre el cielo y el infierno?

Avanza el desguace del Estado argentino. Segunda parte

El presidente de Argentina, Javier Milei, en un acto con VOX en Madrid | EP
El presidente de Argentina, Javier Milei, en un acto con VOX en Madrid | EP
Joan Queralt
Periodista y escritor
Buenos Aires
17 de Agosto de 2024

Con sus repetidas críticas y sus conocidos argumentos de que “el Estado es una organización criminal”, que “el dinero es un invento privado que se apropió el Estado”, que "el Estado es un pedófilo entrando en un jardín de infantes con los niños envaselinados y encadenados" y que “lo privado funciona y lo público no”, en sus ocho meses de mandato, el presidente de Argentina, Javier Milei, no ha cesado de apremiar la batalla cultural antiestatal y seguir con su faceta de topo agitador, siempre afín a la ultraderecha. Lo ha hecho a su manera, sin traicionar su condición de contradictorio en serie cuando, por un lado, amenaza con destruirlo y por otro encarga un ambicioso plan de refuerzo dotado de ingentes recursos para las fuerzas de seguridad y el aparato represivo, eje vertebral para la protección de todo Estado que pretenda resistir y perdurar, sea o no democrático.

 

El mismo contrasentido que cuando prometió echar a patadas a la casta y la convirtió en gobierno, proclamó que la economía tenía que estar exclusivamente en manos privadas y jamás se ha visto un Ejecutivo con un intervencionismo tan extremo y abrumador en la economía, o cuando auguró que el suyo sería el mandato de la libertad y millones de argentinos viven hoy atrapados en la pobreza -el 55,9% de la población es pobre y la indigencia ha llegado a cifras récord: 20,3%-.

 

La dimensión ideológica y el contexto global del experimento Milei

Un partidari de Milei durant la presa de possessió de Milei | EP
Un partidario de Milei durante la toma de posesión de Milei | EP

En esos ocho meses Milei ha viajado con frecuencia a EE.UU, donde, a diferencia de Argentina, se siente a sus anchas. Sabe que allí, en tierras norteamericanas, su discurso de defensa a ultranza del capitalismo más extremo y el ataque feroz a todo lo que huela a socialdemocracia, progresismo, defensa del medioambiente y de las minorías sexuales o raciales, son calurosamente aplaudidos. Necesitado del reconocimiento y de la admiración que no encuentra en su país, los elogios de Elon Musk y de otros empresarios del capitalismo digital y financiero alimentan su ego y su vocación de líder mundial. 

El 55,9% de la población de Argentina vive atrapada en la pobreza y la indigencia ha alcanzado cifras récord: 20,3%

Lo cierto es que su prédica anarcocapitalista, menospreciada por la clase política europea con la excepción de los sectores de la ultraderecha, confluye por el contrario “con el capitalismo digital que, en Silicon Valley por ejemplo, persigue nuevas formas de consumo y de participación y nuevas formas de acumular capital con activos intangibles, modificando la forma de trabajar y de vivir de todo el planeta”. Lo escribía Martín Burgos en el diario argentino Página/12 en un interesante artículo publicado el pasado 14 de julio bajo el título ¿Líder del nuevo capitalismo digital, tren fantasma hacia el abismo o ambas cosas? En él, el docente e investigador del Área Estado y Políticas Públicas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), abordaba esa necesidad de un nuevo discurso y de una nueva forma del Estado para esta nueva etapa del capitalismo, sucesora del capitalismo de bienestar (1930-1970) y del capitalismo neoliberal (desde 1971). “Con el discurso de Milei”, añadía, “la libertad económica surge como un mantra para descartar el Estado desde el Estado y con apoyo popular. Milei propone un discurso político para esta etapa del capitalismo, y el libertarismo se ofrece a crear esa nueva forma de Estado. Por eso, Musk quiere presentar a Milei como un revolucionario, en ruptura con el Antiguo Régimen del Estado de Bienestar. Las grandes firmas transnacionales de tecnología quieren trabajar sin el Estado, o por lo menos con otro Estado. Y Milei puede ofrecer un discurso para políticos dispuestos a asumir el mandato de las big tech. Un discurso de Estado mínimo, similar al siglo XIX, donde se pagaba por todo lo que se consumía: educación, salud, jubilación”.

De hecho, lo que sucede en Argentina forma parte de lo que el filósofo italiano Franco Berardi define como “un fenómeno de proporciones gigantescas que no puede explicarse con las categorías de la política porque hunde sus raíces en la mutación tecnoantropológica que la humanidad ha experimentado en las últimas cuatro décadas, y porque constituye la salida del hiperliberalismo, que ha hecho de la competencia (es decir, de la guerra social) el principio universal de las relaciones interhumanas”. Y es cierto. Milei se tiene a sí mismo por un guerrero, un cruzado en guerra Santa por mandato de las fuerzas celestiales. De ahí que actúe como un general que no hace prisioneros, viola la Constitución e incumple tratados de paz, treguas o acuerdos de alto el fuego sin un ápice de contrición. Porque está cumpliendo un designio superior, como el Terminator sin miedo que cree ser y como gusta definirse. El Líder que trae a la humanidad una nueva formulación de Estado, acorde al siglo XXI.

Voces críticas en un entorno de silencio 

Buenos Aires té 3,1 milions d'habitants | iStock
Argentina tiene 46,23 millones de habitantes | iStock

Marcando diferencias con el mundo político, económico e institucional del país, no todos los argentinos permanecen callados ante un proyecto que supone una incógnita de tan alto voltaje para el futuro colectivo. En el marco de la conferencia “Del Estado de derecho al Estado punitivo” que organizó el Instituto Fray Bartolomé de las Casas de Investigaciones Jurídicas, su director, el exjuez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni manifestó: “Estamos viviendo el desmantelamiento del Estado y en nuestro país lo vemos con toda claridad. Es un desmantelamiento que tiene por objeto convertirnos en factorías. El Estado ha perdido la capacidad de ser un ente que fomente la solidaridad y se va convirtiendo en un ente que fomenta el odio”. Hombre de luces y alguna sombra, erudito, de pensamiento progresista, procedente de la Iglesia más abierta y vinculado al arzobispo Jorge Bergoglio antes de su proclamación como Papa Francisco, a la vez que protagonista de un oscuro escándalo tras su salida de la Corte Suprema que manchó su trayectoria judicial, Zaffaroni no dudó en señalar que “de aquel trípode de libertad, igualdad y fraternidad, el Estado se ha olvidado del tercer elemento, ha renunciado a todo lo social, con una vuelta a aquella pretendida contradicción absurda de los tiempos de la Guerra Fría: derechos colectivos versus derechos individuales, cuando la realidad es que los derechos son conglobados”.

¿Hasta qué punto podrá llevar a cabo Milei el desmantelamiento del Estado en Argentina? ¿Hasta qué grado se lo permitirán los grandes poderes económicos locales y extranjeros que hoy lo aplauden?

Rodolfo Aguilar, secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado, ATE, el sector más directamente afectado por el proyecto antiestatal de Milei, advirtió que “el pueblo empieza a tomar conciencia de que cuando el presidente y su gabinete dicen que van a destruir el Estado en realidad están hablando de la destrucción de la gente misma. La destrucción del Estado es la destrucción de todos y todas”, un argumento que amplió el docente y diputado Leandro Santoro, del partido Unión por la Patria: “No se trata del desmantelamiento de las burocracias o de cambiar la lógica burocrática del Estado, que uno puede entender que es positivo e incluso compartir. Estamos hablando de los fundamentos éticos del Estado, de la protección social, de los límites a los más poderosos, de las funciones que el Estado cumple para evitar que la sociedad viva bajo la ley de la Selva. Y Milei y los suyos van en esa dirección. Hay una lógica darwinista en que el Estado se retire y la gente sobreviva de acuerdo a la capacidad que tenga para competir en el mercado”.

¿Una subversión institucionalizada?

El president d'Argentina, Javier Milei, durant l'octubre de 2023 | EP
El presidente de Argentina, Javier Milei, durante octubre de 2023 | EP

La singularidad del fenómeno argentino parece no conocer límites. Mientras a lo largo y ancho del planeta, miles de ciudadanos son perseguidos, y en el mejor de los casos cumplen larguísimas penas de prisión por sus intentos de acabar con sus respectivos Estados a través de distintas vías, no siempre violentas, incluso legales, en Argentina el gobierno -ministros de Seguridad y Justicia incluidos- exhibe pública y cotidianamente su firme objetivo de destruir el Estado desde sus propias instituciones; gozando no solo de la complacencia y el acompañamiento de los organismos judiciales sino también de la aprobación –entusiasta en algunos casos- de las élites económicas y políticas nacionales. Un gobierno, el de Milei, que no duda en condenar por terrorismo a los pacíficos manifestantes que salen a la calle a protestar por las políticas de ajuste salvaje que viene aplicando el Ejecutivo anarcocapitalista. 

En respuesta a esta sorprendente inacción institucional, un alto exponente de la justicia argentina (cuyo nombre obviaremos para evitarle la saña persecutoria del ejército de trolls a sueldo del oficialismo y algún tropiezo en su propio ámbito profesional) señala a VIA Empresa que ”por supuesto las manifestaciones de Milei son claramente un delito, y no solo un delito. Son lo que llamamos un supradelito. Es decir, un delito que está previsto en la Constitución, no ya en las leyes inferiores. Ese delito sería el atentar contra el orden constitucional establecido proponiendo su destrucción. Sería análogo a lo que en muchos países se define como delito de sedición. ¿Qué ocurre? En primer lugar que tenemos un poder judicial que, como es natural en todos los poderes judiciales, por su propia estructura está un poco dormido en sus reacciones, salvo, debemos decirlo, muy honrosas excepciones. Y, en segundo lugar, que está procediendo como procede normalmente el poder judicial, a la espera de que caiga su popularidad. Cuando eso ocurra, cuando se debilite su poder, los jueces irán a atacar la yugular de Milei. Pero antes se cuidarán".

"Hay algo, sin embargo, que hay que tener en cuenta a la hora de tratar la figura de Milei”, añade el juez. “Lo peor que podríamos hacer desde el pensamiento progresista es creer que estamos ante un idiota loco, ridiculizarlo o despreciarlo. No es así. Es una persona que encarna un plan, que trabaja y que no es ningún idiota. Y está rodeado de un equipo de comunicadores sociales muy eficaz que para mí representan lo mismo que fue Goebbels en el nazismo".

Está Argentina por ante el resto del mundo, al mostrar cuáles son las nuevas políticas del siglo XXI? O está solo a un paso del abismo?

"Le doy un ejemplo: cuando Milei dijo que había que destruir el Estado, inmediatamente este equipo que lo rodea le sugirió que podía haber cometido un delito y él se apresuró a hacer una aclaración diciendo que se estaba refiriendo a destruir el Estado ineficaz, el Estado que es un elefante que colisiona con el individuo. No el Estado de nuestra Constitución sino el Estado ineficaz, inútil, el Estado del Ancien Règime. Un simple adjetivo -solo quiero destruir el Estado ineficaz- que suavizaba su delito inicial en menos de doce horas, y que cualquier juez, aún un juez valiente, dentro de un saber jurídico tradicional, diría: ‘bueno, es razonable lo que quiso decir dentro de su condición y pensamiento liberal’".

En otras palabras, la célebre frase de “Desensillar hasta que aclare…”, que resumía la propuesta política de Perón cuando, en 1966, Juan Carlos Onganía accedió a la presidencia luego del golpe militar al gobierno radical presidido por Arturo Illia y el peronismo le pedía qué respuesta política debía seguirse. El panorama de incertidumbre debía aclararse y solo después se vería cuál era la mejor forma de continuar. También hoy, ante la incertidumbre generalizada provocada por el fenómeno Milei, el tiempo de las acusaciones y de la justicia no ha llegado.

El cielo o el infierno

Milei va prometre que en el 2035 l'Argentina tornaria a estar entre les primeres potències del món | Cedida
Milei prometió que en el 2035 Argentina volvería a estar entre las primeras potencias del mundo | Cedida

En su ya mencionado artículo ¿Líder del nuevo capitalismo digital, tren fantasma hacia el abismo o ambas cosas?, Martín Burgos se hacía eco de la pregunta que se formulaba en X el economista serbo-estadounidense Branko Milanović, especialista en economía de la pobreza y desigualdad económica: ¿Está Argentina por delante del resto del mundo, al mostrar cuáles son las nuevas políticas del siglo XXI? ¿O está solo a un paso del abismo?

Preguntas esenciales, dramáticas, sin respuesta en la Argentina actual. Subordinadas a otras cuestiones no menos trascendentes y también en el aire: ¿Hasta qué límite podrá llevar a cabo Milei el desmantelamiento del Estado en Argentina? ¿Hasta qué punto se lo permitirán los grandes poderes económicos locales y foráneos que hoy lo aplauden? ¿En qué medida podrá evitarlo el sistema político y en qué mesura serán irreversibles de cara al futuro del país los efectos del implacable proceso de desguace nacional? Y la pregunta quizá más acuciante: ¿Hasta dónde le dejará llegar el 53% de argentinos pobres, es decir, el 37% de los argentinos que hoy, ocho meses después de que Milei y su tropa libertaria entrasen en la Casa Rosada, ganan menos de 300.000 pesos mensuales (198 euros) y el 16% que gana menos de 500.000 pesos (331 euros)?

En este tablero de interrogantes se juega el futuro argentino.