La automatización mentirosa

El profesor de la Universidad de Karlsruhe Matteo Pasquinelli demuestra la gran dependencia de la mano de obra que tiene y ha tenido históricamente cualquier proceso de autonomía productiva

Qué efecto tiene la robotització sobre las relaciones entre capital y trabajo? | EP Qué efecto tiene la robotització sobre las relaciones entre capital y trabajo? | EP

El sentido común de época está establecido: la automatización acabará por sustituir la mano de obra humana. La robotització fabril, la digitalización de las oficinas, la aplicación del machine learning y la inteligencia artificial a los espacios hasta ahora dominados por el trabajo asalariado supondrá un cambio disruptiu en las relaciones entre el mundo laboral y la empresa. El debate, pues, asume esta premisa, parte de ella o bien para exigir una republicana renta básica universal y una estructura social que supla la función del salario o bien ofreciendo competencias digitales a las personas que sean apartadas del trabajo para que asuman nuevos cargos – más especializados, se aduce, de más calidad y menos precarios. Asumir esta como la base de los conflictos – qué hacer cuando hacen falta menos trabajadores – esconde una realidad que la contradice: la automatización tecnológica vive sobre unos cimientos humanos. "Hay un trabajo invisible que permite que la IA haya llegado donde ha llegado", argumenta el profesor de la Universidad de Karlsruhe Matteo Pasquinelli. "La producción social constituye la lógica interna de la inteligencia artificial".

En una reciente ponencia en Caixaforum Macaya, de la mano de la Fundación "La Caixa", el profesor expone un planteamiento sencillo, pero que contradice el cimiento material de buena parte del pensamiento tecnológico alrededor del trabajo. "La automatización nunca sustituye completamente a la mano de obra, solo la desplaza hacia otras tareas, otros lugares", establece Pasquinelli, seguidor de una línea de reflexión que hace ya tiempo que se establece alrededor de la cuestión laboral contemporánea. Los académicos Mary Gray y Siddhart Suri ya lo establecían a su ensayo del 2019 Ghost Work, que toma el mismo ponente como referencia central: "Más allá de algunas decisiones básicas, la IA no puede funcionar sin la intervención de los humanos". Humanos, además, en condiciones cada vez más deplorables, en cuanto que las estructuras productivas y de consumo se construyen sobre los pies de barro de una automatización incapaz de sostenerlas por sí misma.

Pasquinelli: "Desgraciadamente, la historia de la automatización no es una de menos trabajo, sino de más. Es una cuestión de explotación, no de técnica"

"Cuando la IA cae, miles de empresas gritan los trabajadores para hacer silenciosamente su trabajo", establece Pasquinelli, que constata cómo la fuerza de trabajo del mundo de la autonomía tecnológica permanece a merced de las lógicas del capital – unas lógicas que, como mucho, se ven agravadas por el advenimiento de las máquinas. Los algoritmos no aprenden lo suficiente ni bastante rápidamente, y son centenares de trabajadores, a menudo del sur global, casi siempre en malas condiciones laborales, los que hacen su tarea por ellos. El académico pone el ejemplo de Imagenet, un banco de imágenes dedicado al machine learning para la identificación visual. Una base de datos de más de 14 millones de archivos ordenados en 20.000 categorías diferentes enseña el algoritmo a diferenciar qué es qué – qué imágenes asociar a unos u otros conceptos. "Esta fuente de información está editada durante muchos años por una mano de obra invisible desde la India, por trabajadores anónimos y mal pagados".

"El modelo viene prefabricado, y se impone sobre los ciudadanos", alerta el profesor, que usa, de hecho, referencias económicas clásicas para explicar, todavía hoy, cómo las tecnologías se aplican a cada vez más aspectos de la vida y el ser social. De la mano de Smith y Marx, Pasquinelli confirma que son las relaciones de propiedad y poder, el modo de producción, el que determina la invención tecnológica. "Cualquier máquina y herramienta es una base para la repetición de una tarea previa", recuerda. Esto, pues, implica que las tecnologías se desarrollan asumiendo una relación social entre capital y trabajo que se mantiene en su aplicación y que, por lo tanto, se reproducirán con su uso. "Desgraciadamente – lamenta Pasquinelli – la historia de la automatización no es una de menos trabajo, sino de más. Es una cuestión de explotación, no de técnica".

'Video killed the radio CEO'

Los algoritmos no reparten pizzas eléctricas. Las demandas de formación en competencias tecnológicas y digitales para los trabajadores manuales que sean sustituidos por los procesos de automatización parte de la asunción que serán, de hecho, estos los trabajadores suplantados – una noción que de la mano de Alan Turing, Pasquinelli pone en entredicho. "La IA no sustituye los puestos de trabajo, de hecho multiplica los trabajos precarios. Lo que sustituye es a los gestores". La automatización, tal como se plantea, no es la alternativa al labor, sino al management.

"Lo que realmente hace la automatización no es sustituir al trabajador individual, sino al gerente en la forma de gestión algorítmica"

El ponente hace uso de uno de los símbolos de la nueva economía digital para fundamentar su argumento: los riders. Uno de los ejemplos paradigmáticos de la gestión algorítmica y la economía de plataformas cómo son las plataformas de delivery, sean de alimentos, de retail o de cualquier tipo de logística, es la prueba que el camino marcado por la IA la llevará a suplir los cargos intermedios, y no los trabajadores manuales – mucho más precarizados por las estructuras que se establecen, reclama Pasquinelli. "Lo que realmente hace la automatización – añade – no es sustituir el trabajador individual, sino el gerente en la forma de gestión algorítmica".

Como establece el mismo profesor, muchas de las grandes reflexiones alrededor de la automatización al Siglo XX ya habían pensado en el rol de la gestión algorítmica. El mismo Turing, vuelve Pasquinelli, ya declaró un gran peligro que "los amos rechazaran ser desbancados" por los procesos de automatización, y su "reacción" a estos.

El fantasma de los cuidados

La automatización de procesos, la aplicación de la robótica a la producción y el advenimiento de la inteligencia artificial son solo el último eslabó de una cadena de innovaciones tecnológicas implementadas sobre el trabajo a parecido de las necesidades del modo de producción. La "cristalización de las repeticiones ya existentes" en el trabajo, lejos de ningún tipo de progreso social, ha servido históricamente, argumenta Pasquinelli, para profundizar brechas y hacer todavía más significativa la división del trabajo. La misma "idea utópica del sujeto autónomo", describe, nace de la iteración de sociedades con profundas raíces coloniales y esclavistas. Las académicas Neda Atanasoski y Kalindi Borde denominaban este fenómeno como "humanidad subrogada". "Las fantasías de automatización completa extienden la historia de uno sujete la libertad del cual es posible solo por el efecto subrogado de esclavos, siervos, mujeres y, más tarde, trabajadores de industria y servicios", recuerda el ponente.

"La automatización mecánica debería liberar a la humanidad para realizar nuevas creatividades"

Se puede trazar una genealogía de este fenómeno hasta los mismos inicios de la sociedad industrial – un árbol que explica en buena parte muchas de las desigualdades que han acompañado el proceso de adaptación tecnológica del modo de producción. Durante los dos siglos de evolución económica precedentes a la sociedad de la información, además, estos procesos han invisibilizado sistemáticamente tareas que han sido racialitzades y feminizadas – expulsando a los márgenes y la precariedad principalmente a mujeres y personas no blancas.

La de género es una brecha especialmente marcada por los procesos de automatización, en cuanto que la mano de obra dedicada a los trabajos de cuidados ha sido profundamente afectada por la entrada al mercado de muchas de las soluciones tecnológicas que se aplican. Pasquinelli recoge, de hecho, el testigo de la investigadora Ruth Cowan, que reconocía en la popularización de enseres como planchas y aspiradoras una dinámica similar a la que se aplicaba en los trabajos de plataformas. El cambio de los estándares de limpieza del hogar, por ejemplo, asociado a estos enseres convirtió, razona el ponente, "los trabajos de cuidados en el confinamiento de la mujer al culto a lo doméstico; un trabajo más feminizado y solitario". La exigencia, como con los riders, se hizo mucho más grande, y la automatización en ningún caso sustituyó el trabajo de las mujeres a sus hogares – si de caso lo hizo más arduo y alienando, en cuanto que, de nuevo, cristalizaba una dinámica de las tareas domésticas por ella misma sesgada.

Un horizonte humano

"Tenemos que ser más activistas, entender cómo se construye la tecnología", afana el profesor, en busca de una solución a esta cadena de reproducción de desigualdades a la otra cara del progreso tecnológico. Un cambio de paradigma que convierta la tecnología en una herramienta por la liberación – y no por la constricción – de las fuerzas productivas requiere, si de caso, un paso atrás, "un nuevo diseño o invención cultural".

Una nueva dinámica que la técnica pueda reproducir. Estudios cómo los mencionados a lo largo de la ponencia, según Pasquinelli, son una más de las herramientas para llegar a este fin, en cuanto que hacen que "la historia de la ciencia y la tecnología sea consciente de que los sesgos existen", y abren la puerta a introducir "la dimensión social y feminista" del análisis de los algoritmos y la inteligencia artificial – y el conjunto de la tecnología aplicada a la producción. Si estas reproducen las dinámicas sociales, serán estas dinámicas las que se tendrán que cambiar primero. El objetivo final es, así, una "automatización real"; una que no dependa de la subrogación de otro. "La automatización mecánica tendría que liberar a la humanidad para realizar nuevas creatividades", concluye el investigador.

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