La avellana: radiografía de un sector en lucha

Asegurar la viabilidad económica de las explotaciones y conseguir más notoriedad entre los consumidores son los dos grandes retos del sector de la avellana en el Camp de Tarragona

Primer plan de avellanas del Campo de Tarragona | Cedida Primer plan de avellanas del Campo de Tarragona | Cedida

El pasado 10 de septiembre, los campesinos de la avellana volvieron a salir a la calle. Después del 2018, un año nefasto por la mala cosecha y los precios bajos, el sector se esperaba una cotización al alza durante la campaña de este año, pero finalmente no fue así: la Llotja de Reus marcó precios por debajo de los previstos, más bajos que los de competidores como Italia y Turquía. "La media de precios en estos países es de unos dos euros la libra de avellana, pero nuestra media es de 1,55 euros. Este precio tan bajo no es viable para el campesino: es muy por debajo del precio de coste", explica Rafel Español, responsable nacional del sector de los frutos secos de la Unió de Pagesos. De hecho, las cifras del Observatori Agroalimentari de Preus del Departament d'Agricultura de la Generalitat dejan claro un dato: los frutos secos catalanes son los más baratos de Europa en los mercados.

Después de la protesta, la Llotja de Reus emitió un comunicado donde se defendió de las críticas de los sindicatos y aseguró que su rol es neutral, que el precio que fija es orientativo y resultado de un consenso entre los operadores del sector, en un proceso marcado por la "ley de la oferta y la demanda". También lamentó la actitud de la Unió de Pagesos, poniendo "por enésima vez" en entredicho su actividad, y denunció que se ha ofrecido al sindicato la posibilidad de estar en la mesa de precios pero lo ha rechazado, "optando por la dinámica de la crítica pública, que perjudica a la imagen del sector y del producto". Desde la Unió de Pagesos aseguran que estuvieron un tiempo yendo a la mesa de precios, hasta que se dieron cuenta de que sus aportaciones no servían para nada porque todo estaba ya acordado entre las empresas comercializadoras.

La eterna lucha por los precios

La de este mes de septiembre es la última de las grandes protestas protagonizadas por los campesinos de la avellana, pero no la única. Desde los años 80, la tensión entre los comercializadores, la administración y los sindicatos afecta continuamente a este cultivo. La gran industria agroalimentaria y las empresas comercializadoras están en el punto de mira por los bajos precios que se pagan a los productores. "No puede ser que el comercio cada vez gane más y los campesinos cada vez estamos más ahogados", asegura Rafel Español. En los últimos años, se había conseguido que una sesentena de jóvenes agricultores se incorporaran a la avellana, pero desde la Unió de Pagesos explican que el futuro del sector en el Camp no está asegurado. "Sólo quedan unas 400 familias como profesionales. Si esto sigue así, se acabará", sentencia Español. La situación contrasta, en cambio, con la de Francia: en 1986 no cultivaban avellanos, pero ahora ya ocupan más superficie que en España. O con la de Italia, Turquía, Estados Unidos o China, donde la avellana no para de crecer.

Protesta dels pagesos de l'avellana el 10 de setembre a Tarragona | ACN

Protesta de los campesinos de la avellana el 10 de septiembre en Tarragona | ACN

Precisamente Italia es un claro ejemplo de un país que vende productos elaborados a partir de su avellana y que da más valor al producto local que al producto exterior. "Si aquí lo hiciéramos así, gastaríamos nuestra avellana en cuatro días. Y el consumidor tendría un producto de proximidad y bueno, con menos cuota ambiental y menos contaminación por el transporte", asegura Español. Desde la Unió de Pagesos también recuerdan que los campesinos de la Unión Europea son los que producen con más calidad, porque los tratamientos están muy restringidos y tienen que trabajar muy bien. "Por eso se encarece el producto, porque en el resto de lugares no tienen estas restricciones", explican. Comprar avellana local es, también, una manera de asegurarse la conservación y cuidado del territorio. "Pero para conseguir esto los gobiernos tienen que creer en nuestra avellana y apostar por ella, y hacer buenas políticas agrarias. Y nuestra agroindústria tiene que pensar algo más en el país y no tanto en sus beneficios", explica Español.

Comprar avellana local es, también, una manera de asegurarse la conservación y cuidado del territorio

Un cultivo emblemático del Camp

La avellana no es un cultivo cualquiera en el Camp de Tarragona. Para entender su impacto, es necesario remontarse a finales del siglo XIX, cuando la filoxera empezó a arrasar la viña catalana. En aquel momento, y también por culpa del retroceso de otros cultivos como el olivo, el algarrobo y el cereal, el avellano se convirtió en la mejor alternativa para salvar las explotaciones agrícolas en un territorio donde se adaptaba perfectamente por las condiciones climáticas. El éxito de la avellana convirtió a la ciudad de Reus en el centro más importante de exportación de frutos secos de todo el Estado español. Una parte muy importante de la actividad agraria de las comarcas del Baix Camp, el Alt Camp y el Tarragonès giraba en torno a la avellana, y lo hacía con un modelo basado en pequeñas explotaciones agrícolas y familiares.

Pese a los altibajos, el siglo XX fue el siglo de oro de la avellana en Catalunya. Hasta que llegó un punto de inflexión: la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986. Turquía, el principal productor mundial de avellana, tenía un acuerdo preferencial con la CEE que le permitía la entrada de sus productos. La competencia de la avellana turca, con un precio de producción muy inferior a la catalana, hizo caer el sector en una crisis de donde ya no volvería a salir.

La época de la "guerra de la avellana"

La llamada "guerra de la avellana", liderada por la Unió de Pagesos, fue la primera gran consecuencia de la crisis. Fueron años de asambleas, marchas lentas de tractores, crema de neumáticos y cortes de carreteras. Años de boicot a las grandes empresas importadoras que compraban avellana turca, o del incendio que arrasó toda la planta de la empresa Borges en Reus. Pero mientras el Menja avellanes de Els Pets se convertía en un himno de las protestas de los productores de frutos secos, empezaba otro fenómeno: la pérdida continuada de superficie de plantación de avellano.

En Catalunya, donde se concentraba el 95% de la producción del Estado, la superficie dedicada al avellano cayó a menos de la mitad en 30 años; en 1986 había 33.000 hectáreas; en 2016, un total de 10.000

En el año 1986, España tenía un total de 35.000 hectáreas dedicadas a este cultivo. En 2016, la cifra ya había bajado hasta 13.000. En Catalunya, donde se concentraba el 95% de la producción del Estado, la superficie dedicada al avellano cayó a menos de la mitad en 30 años; en 1986 había 33.000 hectáreas; en 2016, un total de 10.000. Actualmente, 9.000 de estas hectáreas se concentran en el Camp de Tarragona, y 1.000, en las comarcas de Girona. Con la "guerra de la avellana" se consiguió que las instituciones comunitarias establecieran una cierta protección de estos frutos secos a través de ayudas económicas, y alargaron la supervivencia de algunas explotaciones hasta la actualidad.

Poner en valor la avellana local

La otra gran lucha del sector de la avellana durante estos años ha sido conseguir que se valore más el producto local y potenciar el consumo en Catalunya. En noviembre de 2018, el Departament d'Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació presentaba en Reus el "Plan estratégico para la valorización de la avellana", un documento con tres objetivos: mejorar la presencia de la avellana en los territorios donde se produce, establecer nuevos canales de valorización y contribuir a mantener el cultivo, el paisaje y la estructura social que está vinculada a ella. Este plan surgía como una de las medidas impulsadas por el Grupo de Trabajo de la Avellana, creado en 2016, y definía 37 acciones diferentes para impulsar la avellana del territorio.

Una de las primeras medidas que nacieron del plan fue la creación de la iniciativa "Tiempo de avellana", que este año llega a la segunda edición y se celebra entre el 5 y el 24 de octubre. Es una propuesta del Departament d'Agricultura y del Grupo de Trabajo de la Avellana para hacer más visible el producto entre los consumidores, y consiste en varias actividades por el territorio. "El objetivo es concienciar que aquí tenemos avellanas y que están muy buenas. En muchos lineales de supermercados hay avellanas, pero si nos fijamos en la procedencia, vemos que no son de aquí", explica Tina Veiga, técnica de la DOP Avellana de Reus, una de las entidades vinculadas a la iniciativa. La meta final es conseguir un consumo consciente, más sostenible, que permita conservar el territorio y hacer viable el trabajo de los productores.

La iniciativa 'Temps d'avellana' vol donar més visibilitat al producte | ACN

La iniciativa 'Tiempo de avellana' quiere dar més visibilidad al producto, proveniente de un sector en lucha | ACN

Precisamente durante la presentación del "Tiempo de Avellana", se anunció que las cinco principales cooperativas de la avellana del Camp de Tarragona constituirán una asociación de organizaciones de productores para lograr el reconocimiento de Circunscripción Económica, una figura de alcance europeo. "Con esto se quiere conseguir unir el sector y crear líneas de actuación que sirvan por todo el territorio y sean de obligado cumplimiento en todo el mundo", asegura Veiga. La iniciativa también tiene que permitir que el sector pueda ir más unido en acciones de promoción o investigación.

La DOP Avellana de Reus también trabaja para conseguir que la avellana que no se consume entera como snack se pueda certificar con el sello de la denominación de origen. Cuando lo apruebe la Unión Europea, productos como la pasta de avellana, la harina o la avellana molida, que se utilizan en la elaboración de pasteles o turrones, podrá llevar el sello de la DOP. "Quizás entonces la DOP podrá crecer, porque tendrá más producto que se puede certificar. El consumo de snack es un porcentaje muy pequeño", explica Veiga. Actualmente, sólo un 1,75% de la avellana que se produce en la provincia de Tarragona se certifica con el sello de la DOP.

Un futuro incierto

De momento, el futuro de la avellana en el Camp de Tarragona todavía es difícil de pronosticar. Las acciones de promoción o la Circunscripción Económica pueden dar más impulso a la avellana local, pero sin unos buenos precios para los campesinos, la lucha no se acabará nunca. "Si no se arregla esta cuestión de los precios no habrá productores, y por lo tanto, no habrá producto ni nada a promocionar", aseguran desde la DOP Avellana de Reus. De todos modos, la buena producción en otros países europeos como Francia e Italia hacen prever que el futuro de la avellana puede ser positivo si se apuesta por el sector. "Nos lo tenemos que creer todos. No sólo el campesino. Nuestras empresas también", asegura Rafel Español.

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