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¿Por qué hay que aprovechar las ayudas Next Generation?

La administración pública tendrá que invertir, anualmente, un 2% del PIB para la transición energética, que corresponde a las ayudas Next Generation recibidas en los últimos tres años

La UE se fijó unos objetivos determinados que terminaban en 2050 con un nivel de emisión neta de CO2 equivalente a, aproximadamente, cero| iStock
La UE se fijó unos objetivos determinados que terminaban en 2050 con un nivel de emisión neta de CO2 equivalente a, aproximadamente, cero| iStock
Xavier Roig VIA Empresa
Ingeniero y escritor
Barcelona
09 de Noviembre de 2023
Act. 09 de Noviembre de 2023

Como con todas las cuestiones, hay un movimiento que intenta que la evolución hacia las energíasrenovables sea más rápida de lo que es, si no inmediata. En general se trata de disparates que, ante cualquier tema, demuestran unos niveles de inconformismo elevados. Quizás son necesarios para dejar la balanza equilibrada ante los inmovilistas. Vayan ustedes a saber. A pesar de todo, se hace difícil encontrar hoy en día algún inmovilista respecto a este tema. Ya está todo masticado. Y hay que dar las gracias a aquellos que, como el progresismo alemán, supo intuir hace décadas hacia donde iba el futuro.

 

Hacer la transición no es, ni será, ninguna broma ni ninguna cosa fácil. Hay estudios que cifran las necesidades de inversión alrededor del 2,5% del PIB mundial durante unos 20 años aproximadamente. Si tenemos en cuenta que hay países donde estas inversiones serán difíciles de llevar a cabo -entre otras razones, porque son pobres- resulta que muchos de nosotros tendremos que poner el 4% del PIB. Esto es mucho dinero. Como se calcula que la inversión será mixta (50% dinero público y 50% inversión privada), resulta que a la administración pública le toca invertir anualmente alrededor de un 2% del PIB (unos 26.000 millones de euros actuales) que, mira por donde, corresponde a lo que se ha recibido de las ayudas NextGeneration en los últimos tres años (unos 79.000 millones de euros constantes concentrados, principalmente, en los años 2021-2023).

A la administración pública le toca invertir anualmente alrededor de un 2% del PIB

Hasta ahora el dinero recibido ha sido en forma de subvenciones a fondo perdido, quiero decir que no se tienen que devolver. Por cierto, me sorprende leer constantemente que la economía española es de las que más crece en la zona euro. Y que los que escriben esto sean especialistas económicos. Cualquier economía crecería más que las de los alrededores si fuera la única que recibe un 2% del PIB en ayudas durante tres años. Pero bien dejémoslo aquí porque no parece que informar correctamente sea el objetivo de nuestra prensa.

 

A partir de ahora la misma cantidad estará disponible en forma de préstamos. Es decir, un total de 83.000 millones de euros, constantes, que se tendrán que devolver. Este dinero ya ha sido solicitado por el gobierno en el último mes de junio -¿ustedes han leído algo de esta importante operación?-. Durante los próximos tres o cuatro años habrá dinero para poder continuar invirtiendo en energías renovables, pero se tendrá que devolver. En total podemos decir que habremos superado los primeros 7 años de los 20 que se requieren para cerrar el ciclo. Ahora bien, ¿y los 13 años que quedan?

Una posibilidad es que el gobierno se endeude internamente -no externamente, puesto que vamos sobrepasados-. Esto quiere decir que las familias tendrían que tener dinero en el banco para poder colocar deuda que, al parecer, tiene buena aceptación. Siempre teniendo en cuenta que, además, los particulares tendremos que poner dinero para financiar la mitad de lo que se requiere para la transición -por ejemplo, poniendo paneles en los tejados, cambiando de coche, o poniendo bombas de calor, etc.-. Tendrán que impulsar una manera de estimular el ahorro. Que la gente no gaste consumiendo y guarde el dinero en el banco. Esto penalizará el consumo, está claro. Menos dinero en el bolsillo para gastar (¿malgastar?).

La segunda posibilidad consiste en estimular las empresas para que inviertan en equiparse energéticamente y, como consecuencia, renunciar a buena parte de los beneficios y, por lo tanto, no distribuir tantos a final de año. Haría falta, pues, ofrecer ventajas fiscales para promocionar las instalaciones industriales de energía renovable. O se podría implantar, de una vez, la reducción de impuestos a la reinversión de beneficios. Ahora sería el momento. Al fin y al cabo, estamos hablando de que el gobierno de turno tendría que invertir. Esta manera de hacerlo -renunciar a recaudar a favor que el empresa correspondiente invierta- es un camino. Una vez más, sin embargo, esto significaría reducir dinero disponible para el consumo.

Y la tercera, la más fácil, es evidente: aumentar la presión fiscal y obtener dinero de los ciudadanos y de las empresas. Esta vía parece inevitable y se tendría que hacer siguiendo las recomendaciones que, des de hace años, llevan haciéndole a España los organismos internacionales: aumentar los ingresos indirectos mediante el IVA. Porque no parece posible que la presión fiscal sobre los privados (IRPF) pueda aumentar. En cualquier caso, nuevamente, esto significará menos dinero para gastar.

No parece posible que la presión fiscal sobre los privados (IRPF) pueda aumentar

Lo que demuestra esta deseada transición energética es que pasar de tener un elemento A, que todavía funciona, a tener uno B significa pasar a tener dos elementos A y B (por ejemplo, la caldera antigua que todavía funciona y la nueva) aunque el elemento A lo retiremos y no lo usemos más. Porque como la materia no se crea ni se destruye, el elemento B se tiene que pagar. Y me parece que esta parte de la película no se explica bastante bien. Nos tendremos que gastar dinero en adquirir cosas que, sin la emergencia climática, no compraríamos. Y esto es un gasto extra que se tendrá que pagar.

Por lo tanto, las familias tendrán que reestructurar sus gastos. Dejar de gastar en unas cosas para poder hacer frente al gasto provocado por la transición energética. El sistema financiero será clave para imaginar productos financieros que nos hagan el gasto más soportable -por ejemplo, un préstamo que no haga subir el gasto doméstico sino que sustituya lo que se paga de electricidad; es el caso de los paneles solares la producción de los cuales no sale gratis los primeros siete u ocho años, sino que se paga en forma de regreso del préstamo como si fuera la compañía eléctrica que te continúa suministrando electricidad-.

Como cuando se cierra una puerta se abre otra, tendríamos que aprovechar la oportunidad por reeducarnos. ¿No nos preocupa tanto el medio ambiente y el futuro del planeta? Pues dejemos de hacer gastos innecesarios -por ejemplo, rellenar tanta terraza de bar- y apostemos por el futuro de nuestros hijos. Será el momento de ver si nuestra verborrea -a menudo puro postureo- nos lleva a algún lugar útil.