Barcelona y la "extinción" computacional

La convergencia entre superordenadores, inteligencia artificial y Big Data se presenta como la tendencia tecnológica del futuro en un momento de cambio de paradigma en la ciencia y la industria

El superordinador Madre Nostrum 4, al Barcelona Supercomputing Center | ACN El superordinador Madre Nostrum 4, al Barcelona Supercomputing Center | ACN

"En poco tiempo descubriremos que la manera tradicional como hacíamos crecer la potencia de computación se está acabando". El fin de la ley de Moore, que establece el ritmo de innovación en los entornos computacionales – el número de transistores en un circuito cerrado, que se dobla, según la teoría, cada dos años – cambia profundamente la forma en que el mundo piensa en los ordenadores en sí mismos. "Cualquier ordenador que tenemos ahora – afirma Josep Maria Martorell, director asociado del Barcelona Supercompuging Center – sería la máquina más potente del mundo hace 25 años". Esta tendencia es insostenible, en cuanto que ya se está llegando a los límites de la miniaturización de los procesadores y, por lo tanto, las necesidades de crecimiento se tendrán que lograr de maneras diferentes. "Tendremos que pasar de la era de los dinosaurios a la de los mamíferos; de la fuerza bruta a la sofisticación", afirma Martorell.

Este umbral – que, como recoge el experto, hay investigadores que consideran un extinction level event – llega en un momento crítico para el desarrollo tecnológico: la convergencia de la era de madurez de tres tecnologías por sí mismas profundamente disruptivas, pero que con su intersección pueden generar cambios estructurales en la computación y todo el que parte de ella: la inteligencia artificial, el Big Data y la supercomputación. Las nuevas capacidades técnicas que ofrece la unión de estas tecnologías suponen, según Martorell, un cambio que afecta las sociedades, la ciencia y la industria, con posibles saltos exponenciales en sus objetivos y ambiciones.

Martorell: "Sin el acceso a las posibilidades de la supercomputaciónn, muchos sectores industriales dejarán de ser competitivos"

"Hasta ahora, la ciencia ha sido un diálogo con la naturaleza, pero este procedimiento es limitado", afirma Martorell, que observa cómo la experimentación y la observación próxima posa vallas a disciplinas cómo la astrofísica. Esto provoca que ningún procedimiento científico con horizontes a medio plazo pueda ignorar las posibilidades de la conjunción entre las tres tendencias tecnológicas. "Los grandes ámbitos de la ciencia ya tratan como mínimo un poco de computación avanzada", algo que nos permitirá encarar problemas como el envejecimiento, la medicina personalizada o la gestión de la emergencia climática. Martorell pone el ejemplo de DeepMind, la empresa británica que, mediante un algoritmo profundo, ha podido resolver el problema de la formación de las proteínas, un reto científico de más de 50 años.

El salto en el ámbito científico, sin embargo, empieza a verse también en otros ámbitos en que la tecnología ocupa un espacio central. Según Martorell, de hecho, varios sectores industriales empiezan a comprender que "sin el acceso a las posibilidades de la supercomputación ya no son competitivos". El físico destaca las posibilidades de gestión de datos a futuro, o la capacidad de generar gemelos digitales, que permitirán desde crear modelos climáticos a escala global hasta evaluar el rendimiento de piezas de automoción en túneles de viento en entornos computacionales. "Hay compañías que hacen vino que incluyen información climática para establecer dónde plantar sus viñas del futuro", asegura el experto.

Un conflicto global

La confluencia de las nuevas tecnologías supone un cambio bastante profundo en la organización social, la producción científica y la gestión industrial que ha acontecido ya "un problema geopolítico mundial" – un conflicto en que, según Martorell, Barcelona tiene un papel relevante. La rotura en cuanto al desarrollo computacional escenificado entre la Xina y los Estados Unidos, una situación que coloca la ciencia y la industria europeas en medio del enfrentamiento entre los dos gigantes mundiales en el ámbito.

Martorell destaca dos grandes problemas a encarar en los años próximos en el entorno europeo: el acceso al hardware supercomputacional y la fabricación de los chips que lo harán funcionar. "O nuestros científicos tienen acceso a las mejores máquinas de supercomputación o dejaremos de ser competitivos", alerta – a pesar de que este problema está avanzado y se puede resolver a corto plazo. De hecho, la próxima instalación del superordenador Mare Nostrum 5, una de las "grandes máquinas europeas de computación" a Barcelona, hará que la capital del país se convierta en uno de los grandes nodos tecnológicos del continente. Ser early adopters, cómo con cualquier tecnología, tiene beneficios escalables. "Está todo tan verde – celebra Martorell – que estar en estas tecnologías desde el principio supondrá una gran ventaja".

"En Barcelona tenemos un jardín suficiente cóomo para encarar las revoluciones tecnológicas que vienen"

La gran desventaja sale de las décadas de atraso y dependencia europea en cuanto a la fabricación de microprocesadores. "Entrar en la supercomputación los primeros es una gran ventaja, pero empezar a fabricar chips 50 años tarde no", lamenta el doctor. La relevancia de que el hardware europeo funcione con tecnología local reside en la independencia. Ser siervos tecnológicos del desarrollo industrial de los Estados Unidos o China haría que la ciencia y la industria y la ciencia de la Unión "dejen de ser competitivas", alerta Martorell. "No podemos depender de las decisiones industriales otros países, es hora de ponerse las pilas", espeta.

En este contexto, Barcelona tiene el potencial de convertirse uno de los motores europeos de la computación del futuro. Las capacidades del Barcelona Supercomputing Center y la llegada del Mare Nostrum 5 se combinan con la capacidad de atracción de talento de la ciudad – el gran punto fuerte del ecosistema local, según Martorell. "Al final todo esto va de tener las mejores personas, y en Barcelona las tenemos", celebra. Las inversiones públicas, además, acompañan. El ponente reconoce, en este sentido, que "no es evidente invertir en tecnologías que no darán réditos hasta de aquí a una década", pero las administraciones lo están haciendo. "Tenemos un jardín suficiente – concluye un optimista Martorell – para encarar las revoluciones tecnológicas que venden".

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