
Es una peculiaridad más cuando se viaja a Bélgica. Llegas y, al pedir un café o té, te lo sirven siempre acompañado de una galleta. Y casi siempre es la misma: una con un sabor caramelizado único. En el país se la conoce como speculos. En el resto del mundo, Biscoff o Lotus, por el nombre de la marca comercial que la ha exportado por todo el mundo. Esta galleta ha dado un salto internacional que la ha lanzado a ser omnipresente: con helados, pasteles e, incluso, cafés con sabor a esta galleta.
Pero mientras que en Catalunya o en el resto de España no se ha empezado a ver hasta hace relativamente poco, en Bélgica hace siglos que está y es parte del imaginario colectivo gastronómico del país.
Su origen data del siglo XVII, en Flandes, entonces un territorio que formaba parte de la corona española y que debe su sabor distintivo a la cassonade, un tipo de azúcar no refinado que surge con el sirope residual que queda de la cristalización de este producto. Y, por supuesto, también a las especias, provenientes de Asia, que trajeron los navegantes neerlandeses al país: concretamente la canela, el cardamomo, el clavo y la pimienta blanca.
Desde hace siglos, los niños (y no tan niños) reciben como regalo una galleta speculos de San Nicolás (a menudo con la forma de este santo), que según la tradición viene de España y trae también naranjas a los niños que se han portado bien la noche del 5 al 6 de diciembre. Según la leyenda, San Nicolás resucitó a tres niños y, para calmarlos, les dio una galleta speculos.
La leyenda vincula las galletas 'speculos' a San Nicolás
La marca que ha popularizado y democratizado esta galleta es la empresa belga Lotus, que se ha dedicado a explotar el producto desde la década de los años 30 del siglo pasado. Hasta 2021, tanto en Bélgica como en los Países Bajos y Francia las galletas se conocían como speculos, que es la etimología utilizada popularmente en el país. Su origen no está del todo claro, pero se cree que viene de la palabra speculaas (especulador), del dialecto neerlandés brabanzón, y que a menudo se utilizaba como sinónimo de benefactor; del latín species (especias) o una contracción de las palabras neerlandesas spek (dulce) y Klaas (abreviación de Sinterklass, San Nicolás, como se conoce en flamenco).
Entre la internacionalización y el patrimonio cultural
Sea como sea, a pesar de su popularidad, la empresa decidió romper con la tradición y comercializar en todas partes con el mismo nombre Biscoff, que es como ya se conocía en otros países, y que nace de la contracción en inglés del nombre biscuit (galleta) y coffee (café). El presidente de la empresa, Jan Boone, defendió el cambio porque solo en Bélgica, Francia y Países Bajos se decía con el nombre original. En un cambio comercial, se quiso englobar en todas partes con el mismo nombre y apostar por “una sonoridad más internacional”. Aun así, en el país del chocolate nadie conoce a la galleta con el nuevo nombre, y todo el mundo le dice speculos. Cuando se anunció el cambio se creó un revuelo, y en las redes sociales se popularizó el hashtag je suis speculos para mostrar el descontento. Por su parte, la prensa alertaba que el tesoro patrio había que “protegerlo de la mundialización”. Hay que tener en cuenta que la galleta es patrimonio inmaterial de la región de Bruselas y reconocida como tal en la UNESCO.
Pero lo cierto es que la galleta ha dado un gran salto internacional, sea bajo el nombre de Biscoff o de Lotus, y sus productos se venden por todo el mundo (con las galletas o los helados como productos estrella) con el peligro de que acabe empalagando. Según datos facilitados por la empresa, el año pasado el volumen de ventas llegó a los 1.200 millones de euros, un nuevo récord para la compañía, que en tan solo cuatro años ha apostado por consolidarse a escala mundial (en 2023 superó por primera vez los 1.000 millones) y ha conseguido escalar en la lista internacional, convirtiéndose en la quinta galleta más popular del mundo. La empresa ahora aspira a subir mucho más.
Ya no es solo un dulce emblemático, quieren ser también un símbolo más de Bélgica, junto con el chocolate, la cerveza y las patatas fritas. Y, por cierto, también es símbolo de amor: antiguamente, si un chico estaba interesado en ligar con una chica, le daba una galleta speculos. Si ella la aceptaba, estaban oficialmente en una relación.