Septiembre siempre tiene un aire simbólico. No es solo el regreso a la rutina después de las vacaciones; para empresas, directivos y profesionales es también un momento clave para recuperar el ritmo y proyectar el rumbo del nuevo curso. El verano nos ha dado la oportunidad de detenernos y reflexionar con calma y perspectiva, tal como he comentado en artículos recientes. Ahora, sin embargo, es el momento de transformar estas ideas en decisiones y acciones que marcarán los meses venideros.
Los retos no son menores. Por un lado, los drivers tecnológicos son cada vez más determinantes. La inteligencia artificial se ha convertido en un elemento transformador en procesos, servicios y modelos de negocio. La ciberseguridad se ha consolidado como un activo estratégico, imprescindible para mantener la confianza. Los datos, convertidos en el nuevo capital, son la clave para decidir con más velocidad y precisión. Y la combinación de personas y tecnología abre paso a nuevas competencias, nuevos roles y liderazgos más híbridos.
Por otro lado, los factores de contexto tampoco se pueden ignorar. La incertidumbre económica y geopolítica continúa marcando la agenda, con tensiones comerciales, volatilidad energética e inflación. La sostenibilidad, impulsada por la regulación europea y por unos consumidores más conscientes, obliga a integrar criterios ambientales y sociales a la estrategia. El talento, especialmente en el ámbito digital, es escaso y requiere reskilling y nuevas fórmulas de gestión. Y el mercado evoluciona con clientes más exigentes, que piden experiencias personalizadas y coherentes con sus valores.
Los datos, convertidos en el nuevo capital, son la clave para decidir con más velocidad y precisión
En este escenario, las preguntas que todo directivo debería plantearse son inevitables: ¿nuestro modelo de negocio sigue siendo válido? ¿Tenemos el equipo preparado para los retos que se acercan? ¿Estamos invirtiendo lo suficiente en tecnología y seguridad? ¿Cuál es nuestra contribución real a la sostenibilidad y a la sociedad? ¿Y cómo conectamos con clientes y mercados que evolucionan tan rápidamente?
Pero no basta con plantearse preguntas. Los directivos y las organizaciones necesitan transformarlas en respuestas prácticas que orienten la acción. A continuación, algunas pautas generales:
- Modelo de negocio: simplificar y centrarse en aquello que realmente genera valor diferencial. Escoger qué no hacer es tan importante como decidir qué sí.
- Equipo y talento: invertir en formación continua, especialmente en competencias digitales y en liderazgo colaborativo. La retención pasa por el desarrollo y la motivación.
- Tecnología y seguridad: destinar recursos a soluciones digitales que aporten impacto tangible y reforzar la ciberseguridad como base de confianza.
- Sostenibilidad y sociedad: pasar del relato a los hechos. Medir el impacto ambiental y social y comunicarlo con transparencia.
- Clientes y mercado: escuchar activamente, adaptarse rápido e innovar con ellos, no solo para ellos. La personalización ya no es un lujo, es una expectativa.
Septiembre es, pues, mucho más que el regreso a la actividad. Representa la oportunidad de repensar, de afinar la estrategia y de alinear el equipo y los recursos con una visión más clara. Hoy, el liderazgo no consiste solo en gestionar la urgencia y el día a día, sino en crear las condiciones que hagan posible el futuro.
Como decía Drucker: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Este septiembre, los directivos tienen una nueva oportunidad para empezar a hacerlo realidad.