
El verano, con su ritmo más pausado, ofrece una oportunidad que a menudo olvidamos: repensar la estrategia. Como he ido insistiendo en los artículos anteriores, lejos de reuniones frenéticas, informes de seguimiento y calendarios apretados, el tiempo de descanso se convierte en un laboratorio de ideas a fuego lento. Para Henry Mintzberg, “la estrategia es un patrón en un flujo de decisiones”. Y para reconocer patrones hay que tomar distancia, salir de la aceleración diaria y dejar que las piezas encajen.
Para reconocer patrones hay que tomar distancia, salir de la aceleración diaria y dejar que las piezas encajen
Durante el año, la urgencia nos arrastra. Pero el verano es el momento de plantearse preguntas fundamentales:
- ¿Aún es válida nuestra visión?
- ¿Estamos invirtiendo tiempo en aquello que realmente crea valor?
- ¿Qué debemos abandonar para abrir espacio a lo nuevo?
Como recordaba Peter Drucker, “la cosa más peligrosa en tiempos de turbulencia no es la turbulencia, sino actuar con la lógica de ayer”, y estas preguntas nos pueden ayudar a encontrar alguna de las claves. La planificación es necesaria, pero tiene límites: es técnica, operativa y a menudo demasiado rígida. El pensamiento estratégico, en cambio, es creativo y flexible, capaz de anticipar escenarios y abrir posibilidades.
El clásico Michael Porter nos lo recordaba: “La estrategia consiste en escoger qué no hacer”. En un mundo saturado de opciones, discernir es tan importante como decidir. Y aquí el verano, con calma y libertad mental, se convierte en el mejor aliado para reflexionar.
Herramientas para una estrategia de verano:
- Cuaderno de preguntas: más que respuestas, dedica tiempo a formular preguntas que incomoden y abran posibilidades.
- Lecturas lentas: libros que no solo hablen de tu sector, sino que te hagan pensar diferente.
- Conversaciones al aire libre: la mejor innovación a menudo nace de una conversación informal, sin prisa.
Como decía Alfred Sloan, histórico CEO de General Motors: “Los buenos consejos pueden venir de donde menos te lo esperas, pero solo si estás dispuesto a escucharlos”. Cuando la estrategia se cocina a fuego lento, gana profundidad y autenticidad. Septiembre no debería ser solo volver a la rutina, sino hacerlo con:
- Una visión más clara
- Prioridades más nítidas
- Y la convicción de que el liderazgo consiste también en detenerse para pensar.
En definitiva, el verano no es solo tiempo de descanso, sino también de repensar, simplificar e inspirarse. Creo que la mejor cita para cerrar esta reflexión es la de Drucker, “la mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Y quizás, bajo el sol de agosto, se plantan las semillas de los futuros más transformadores.