La pandemia supuso un retroceso en la actividad económica, pero también un viaje al pasado para el planeta. Concretamente, viajó al 2006, ya que la frenada de la economía mundial a raíz del confinamiento, que tuvo lugar hace exactamente cuatro años, comportó una reducción del 17% de las emisiones de CO2, situando los niveles de contaminación en los de hace 18 años, según el Global Carbon Project. Sin embargo, mientras el planeta rejuvenecía, los humanos estábamos encerrados en casa, inmersos en una catarsis digital como única vía para recuperar aquello que solo hacía unos días formaba parte de nuestra cotidianidad. De esta manera, las pantallas pasaron a un primer plano y, con la voluntad de mantener el planeta lo más sano posible, investigadores de todo el mundo impulsaron numerosos estudios en torno a la huella digital. Porque, sí, desde el sofá de casa también contaminamos.
El contacto humano fue lo que instintivamente quisimos recuperar, motivo por el cual las llamadas, y especialmente las videollamadas, se dispararon. En este sentido, España se convirtió en el tercer territorio de la Unión Europea que más llamadas y videollamadas realizó por Internet, según apunta Eurostat en el estudio What did we use the internet for in 2020?. Sin saberlo, por tanto, España se situó como uno de los países que más huella digital generó, ya que, según la Universidad de Purdue, una hora de videollamada puede generar hasta 1.000 gramos de CO2.
Una hora de videollamada puede generar hasta 1.000 gramos de CO2
Las videollamadas ecofriendly son sin cámara web
Para poner la cifra en contexto, la universidad estadounidense lo equipara advirtiendo que un coche emite casi 9.000 gramos de CO2 por litro de gasolina quemado y, para acabar de contextualizarlo, el estudio señala que una videollamada de estas características requiere entre 2 y 12 litros de agua. Sin embargo, el informe no solo trae datos, también soluciones: detener la cámara web durante una videollamada puede ahorrar hasta el 96% de las emisiones. Una buena excusa para teletrabajar en pijama.
En esta misma línea, el estudio recalca la diferencia ambiental que existe al consumir vídeos, streamings, series o películas en definición estándar o en máxima resolución: esta última, generaría hasta un 86% más de emisiones. Sin embargo, una hora de estos contenidos contaminaría mucho menos que una hora de videollamada. O así lo apunta Netflix, -no podía ser de otra manera-, que detalla que una hora de contenidos equivale a 55 gramos de CO2 emitidos o, dicho de otra forma, produce la misma cantidad de emisiones que preparar cuatro bolsas de palomitas en el microondas.
Retomando el estudio de la Universidad de Purdue, sin embargo, los datos difieren considerablemente respecto a los presentados por la famosa empresa de entretenimiento. Según el centro universitario, reproducir un contenido de Netflix durante una hora supondría casi 450 gramos de emisiones de CO2, que, recuperando la unidad de medida de las bolsas de palomitas, representaría un total de 32 bolsas. Unos resultados bastante diferentes que, inevitablemente, nos hacen cuestionar con qué calidad de reproducción habrán calculado tanto la universidad estadounidense como Netflix la huella digital de esta última.
Series, películas, redes sociales... y el ChatGPT
Por otro lado, TikTok, WhatsApp y Facebook, de más a menos, son algunas de las aplicaciones que más se utilizan y que también son responsables de una considerable suma de emisiones de CO2, teniendo en cuenta que son de las apps más descargadas y utilizadas en la actualidad. Con el mismo uso que Netflix, TikTok generaría alrededor de unos 90 gramos de CO2, cinco veces menos que Netflix, según la Universidad de Purdue. WhatsApp y Facebook, generarían alrededor de unos 25 y 10 gramos por hora, respectivamente.
Este análisis, sin embargo, tuvo lugar en los meses posteriores al confinamiento, cuando el uso de estas tecnologías se había disparado -aún más- como consecuencia de estar encerrados en casa las 24 horas del día. Lo que no esperarían los autores del estudio es que, un año más tarde, entraría un nuevo jugador en el tablero bastante más contaminante: la inteligencia artificial. En este sentido, la Universidad de Stanford calcula que solo entrenar al GPT-3, el modelo desarrollado por OpenAI previo al GPT-4, lanzado justamente hace un año, emitió unas 502 toneladas de emisiones de CO2. Probablemente, el conjunto de supermercados de Catalunya no suma la cantidad de bolsas de palomitas que esta cifra representa.
Bonus Track: sí, el spam nos contamina
Con todo, es evidente que nuestra actividad digital tiene un impacto en el planeta. De hecho, Greenpeace asegura que si Internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo. Sin embargo, vale decir que la gran cantidad de comunicaciones y correos spam que recibimos diariamente, no solo contaminan nuestras bandejas de entrada, también el planeta. Tanto es así que McAfee, la compañía de software especializada en seguridad informática, llevó a cabo un estudio que apuntaba que la cantidad de CO2 emitido por el correo basura equivale a la originada por 3,1 millones de vehículos.
La cantidad de CO2 emitida por un correo 'spam', a pesar de ni abrirlo, es de 0,3 gramos
Mike Berners-Lee, investigador especializado en la huella de carbono, detalla en su libro How Bad Are Bananas? que la cantidad de CO2 emitida por un correo spam, incluso sin abrirlo, es de 0,3 gramos. Una cantidad que sería entrañable si no añadiéramos las ilegales -pero persistentes- llamadas spam, ni si tuviéramos en cuenta que de los más de 300.000 millones de correos que se envían cada día, el 90% son spam.