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Desde Ecuador: los esfuerzos que fatigan

El país está partido por una línea ancha que lo cruza de norte a sur por el medio y las relaciones con la Unión Europea se han estabilizado y normalizado

Quito se encuentra a una altura considerable, cerca de los 3.000 metros | iStock
Quito se encuentra a una altura considerable, cerca de los 3.000 metros | iStock
Xavier Roig VIA Empresa
Ingeniero y escritor
Quito
21 de Enero de 2024

Ecuador es un pequeño pais el nombre del cual demuestra una clara falta de imaginación por parte de sus fundadores. Hay varios países en el mundo que se podrían decir "Ecuador". Antes de su creación formó parte del Virreinato de Perú, que empezó siendo muy grande -casi toda América del Sur- y se fue recortando por varias reformas administrativas. El señor Manuel d'Amat i de Junyent fue virrey de Perú, donde hizo mucho dinero. Parte de estos recursos se destinaron al palacio que hizo edificar para su mujer en las Ramblas de Barcelona. El caso es que Ecuador se independizó de España a principios del siglo XIX, junto con otros territorios guarecidos bajo la denominación de Gran Colombia. Pero después se escindió.

 

De diferencias con los vecinos norteños de Río Grande, los países de descendencia hispana guardan muchas, entre ellas, que en lugar de crear un gran país (una especie de Estados Unidos) prefirieron desmenuzarse. Cada cual escogió su líder, su reyezuelo, para crear su mitología particular. Ecuador escogió al mariscal Antonio José de Sucre. La capital, Quito, se encuentra a una altura considerable -casi unos 3.000 metros- lo cual produce una sensación de embutición cerebral que solamente desaparece al cabo de unas horas. La fatiga al subir unas escaleras con ansias deportivas recuerdan al visitante que las prisas en Quito tienen escasa tradición. Y, si no se para atención, las comidas pesadas acaban en un cierto ruido. Y es que la falta de adaptación a una presión atmosférica que no es la del nivel del mar tiene consecuencias fisiológicas inevitables.

La fatiga al subir unas escaleras con ansias deportivas recuerdan al visitante que las prisas en Quito tienen escasa tradición

Porque el país está partido por una línea ancha que lo cruza de norte a sur por el medio. Viene a ser como un llonguet con una raya negativa, es decir, que, en lugar de hundirse, sobresale de manera muy pronunciada. El resultado final es que en Ecuador mantener los dos pies al mismo nivel resulta del todo imposible. El pico más alto se encuentra a 6.300 metros, que pronto es dicho. La agricultura tiene un peso inusitadamente grande. Bananas, cacao y café componen la trilogía exportadora. En Catalunya lo sabemos. La mayoría de las bananas que consumimos provienen de Ecuador. Ahora, las relaciones con la Unión Europea se han estabilizado y normalizado, cosa que ha beneficiado las exportaciones. Pero hasta hace unos años las exportaciones de bananas iban a parar al mejor postor y no era extraño que, al final, por uno de aquellos ridículos azares, el barco, ya cargado, acabara quedándose en el puerto y las bananas descargadas, antes no se echaran a perder. Es entonces que los arcenes de las carreteras se rellenaban de vendedores ambulantes ofreciendo bananas a unos precios irrisorios.

 

¿Podemos hablar de industria en Ecuador? No en el sentido que nosotros lo entendemos. Las características de este sector parecen preindustriales. Todo es muy precario. Hecho que se ha visto estimulado por el descubrimiento de petróleo a mediados del siglo XX que, aunque no fluye en grandes cantidades, sí que es suficiente para redondear un poco una economía que tiene que alimentar a 18 millones de personas que viven con 6.000 dólares de renta anual de media, pero con un índice Gini de 45 -en Dinamarca es de 27, en Egipto de 32 y en Perú de 40-, lo que quiere decir un reparto de la riqueza que genera grandes desigualdades. Todo ello es lo que lleva a decir que la población de Ecuador es, básicamente, rural. Incluso en la capital, que tiene dos millones de habitantes, bajan los habitantes de las montañas que la rodean, a hacer mercado. Llevan productos agrícolas y artesanales y es entretenido escucharlos hablando quechua entre ellos.

La sociedad rural en Ecuador abraza casi la mitad de la población

Las extremas desigualdades llevan a una pobreza que es cruda y, habituada como está a la corrupción dominante, hace que muchos piensen que se puede mejorar la cosa practicando la irregularidad. Y teniendo en cuenta que, como he dicho, la sociedad rural en Ecuador abraza casi la mitad de la población, el cultivo de drogas no parece una mala idea -salvo las distancias y desde una perspectiva de los "todo se vale por el dinero", instalar macroprostíbulos o destruir la costa tampoco parecen malas ideas-. El conflicto está servido, puesto que esta economía de la droga requiere empresarios, aquello que denominamos capos, que son un tipo de gente que no se está de pamplinas, que es violenta como ninguna otra y que de vez en cuando se incordia cuando no se hace lo que ella quiere. Y aquí vienen los problemas de los cuales la prensa nos ha informado, con más o menos fortuna, los últimos días. No les explicaré nada nuevo si les digo que los problemas vienen de lejos.

Ecuador era un país tranquilo, un lugar de paso. Pero era un país donde la procesión iba por dentro. Vivía en un estado de aparente tranquilidad que funcionaba si todo el mundo vive cerrado, y respeta el status quo, cosa que, hoy, con las tecnologías en danza, se hace difícil de imaginar. Cuando fui, hace unos años, fue con motivo de un proyecto del Banco Mundial. Nuestro contacto, un antiguo embajador del país, nos esperaba a pie de avión. "¡Llevaré un sombrero panamá!", había advertido. Si digo que nos esperaba a pie de avión es porque fue así. Nos puso dentro de un coche en medio de la pista y fuimos al hotel con las maletas. Ni control de aduanas ni tonterías. Y, antes de llegar al hotel, el individuo del sombrero en cuestión ya nos estaba hablando de las comisiones que quería cobrar. Como que la moneda local, entonces, se denominaba "sucre" (en honor al libertador local) entre nosotros, los huéspedes, le pusimos a aquel hombre el apodo del Chico del azúcar. Con él visitamos ministros, viceministros, toda una corte de gente corrupta... Perdimos el tiempo aunque la estancia fue singularmente agradable. La ciudad colonial es acogedora y recuerda los tiempos en que España brillaba por todo el continente, con virreyes catalanes y todo.

¿Por qué los países asiáticos, despacio, van saliendo del agujero, se van haciendo ricos y en América Latina se les hace imposible escapar del pozo?

Ecuador nos vuelve, una vez y otra, al problema que plantean los países latinoamericanos, también una vez y otra. Repetidamente, he preguntado a expertos en economía si hay una explicación al tema de Latinoamérica, su persistente atraso, las inevitables malas praxis, las sociedades desencuadernadas... ¿Por qué los países asiáticos, despacio, van saliendo del agujero, se van haciendo ricos y en América Latina se les hace imposible escapar del pozo? Todos me contestan lo mismo: por mucho que se quiera vestir de estudios eruditos, los problemas de aquella zona del mundo provienen de la colonización española. De los hábitos y prácticas que se implantaron y dejar estampados en letras de molde. Fueron demasiados siglos de culturización estropeada. Demasiados gamberros instaurando métodos y procedimientos corrompidos ya en origen, en la Península. Pienso que el peor legado español no fueron las matanzas, la sangría desatada. No señor. El peor legado es el cultural y el económico y las malas praxis asociadas que atraviesan los siglos con una frescura inaudita. Ecuador, con los incidentes de los últimos días, quizás nos lo recuerda ahora. Pero hasta llegar a Río Grande no encontraremos un solo país que entrevea el final del túnel negro y largo en el cual los españoles los pusimos.